Se esperaba más del debate del estado de la región. No nos engañemos: no mucho, porque el ejecutivo aún está calentando y el PSOE es todavía esclavo de lo que no hizo cuando tuvo ocasión; pero sí algo más que el reguero de reproches cruzados ... entre partidos que llenaron las dos jornadas de este debate que, si no se hubiera celebrado, tampoco se habría echado de menos. Tal es así que la presidenta Guardiola ya intuía el estilo de críticas y ayer ni tomó nota de lo que escuchaba desde la tribuna; y todo lo de ella, a su vez, sonó a ya oído: el atasco de Extremadura cuando llegó a la Presidencia, las cosas que han hecho (a veces el PP cae en la tentanción de solemnizar la gestión que debe ser normal: que comience el curso escolar sin incidentes), o lo que se pretende hacer.
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Juan Soriano
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En realidad, lo más sonoro de este debate de primer año de legislatura es aquello de lo que no se habló, o de lo que se habló de manera forzada. Hay que tener muy ensayado hacer un discurso de hora y media como el del primer día sin mencionar al socio de gobierno, Vox, que aguanta carros y carretas de humillación pública, por mucho que luego desde Madrid se pongan chulitos. Su portavoz aquí, Pelayo, es como una tila para la tensión política. Ayer reclamó tan con la boca pequeña dinero extremeño para el regadío de Tierra de Barros, el proyecto agitado desde el ejecutivo que tampoco tuvo sitio en el discurso de Guardiola del lunes, que su presidenta ni le contestó. PP y Vox se han convertido en un matrimonio envejecido de forma prematura: ni se hablan ni piensan romper.
Pero bueno, también nos quedamos con las ganas de saber cosas que dependen de la gestión propia: si la Junta tiene previsto ejecutar autovías autonómicas, si ya hay médicos en sitios de difícil cobertura, o la evolución de los proyectos industriales. Sonó mucho en cambio la palabra igualdad, desde el PSOE para enfrentar al PP y Vox, y desde el PP para reivindicar que no ha dado un paso atrás, lo cual parece cierto. Lástima que su responsable tenga que sentarse en días de debate en el gallinero de invitados por no haber consejería.
Pero quizás lo que más ha sorprendido es la piel fina desarrollada por la presidenta Guardiola en estos 11 meses, molesta por que la oposición no reconozca los logros que ella observa. Le llama ruido. De momento, es el cambio político que más se nota: antes los decibelios los ponía el PP.
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