«Mis hijas me insisten que tengo que saber decir no»

Ángel Soriano Márquez, mayor de Mérida ·

Con casi 82 años, su pasión por la vida le llevaa explicar monumentos o impartir clases de informática a los mayores de la ciudad

Martes, 8 de septiembre 2020, 08:24

Ser mayor ya no es sinónimo de inactividad, de calma o de estarse quieto. Hoy en día, los mayores viven una segunda juventud cuando se jubilan si aún disfrutan de un buen estado de salud. Siempre hay achaques. Pero nada que no pueda mitigar una comida, un café con amigos de toda la vida o una reunión familiar, con nietos y bisnietos incluidos. Muchos disfrutan de ratos de ocio que no pudieron cuando se pasaban la vida trabajando y lidian más ahora con sus nietos de lo que un día lo hicieron con sus propios hijos.

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Es el caso de Ángel Soriano Márquez. Ángel nació durante la Guerra Civil, en el año 1938 en Pozoblanco (Córdoba). Dice que recuerda muchas cosas de cuando era pequeño. Al jubilarse pronto, con 60 años, y sus padres morir ya muy mayores, (su padre con 101 años y su madre con 100) ha tenido mucho tiempo para poder visitarlos, charlar y hablar con ellos sobre lo que fue su niñez. Cuando terminó la guerra, sus padres regresaron a Belmez (Córdoba), donde ya anteriormente habían trabajado en un cortijo.

Ángel ha trabajado durante toda su vida como Informático en el sector de la banca. Aunque los comienzos fueron algo más duros. Con 14 años entró de botones (cuando aún existía esta figura) y seis años más tarde, cuando ya tenía 20, pasó a ser ordenanza. Fue también a esa edad a la que se trasladó a Mérida. Corría diciembre del año 1958.

En el año 64 lo contrataron para hacer labores de programación, una vez que regresó de hacer el servicio militar, y se fue a Madrid, donde nació la primera de sus cinco hijas. Allí comenzó a programar máquinas, desde donde le trasladaron a Zaragoza. Desde allí volvió de nuevo a Mérida. En la capital autonómica también se encargaba de programar y de toda la cuestión informática. Estableció su residencia en esta ciudad, aunque viajaba frecuentemente a Madrid para dar parte de todo el trabajo que hacía.

Cerraron la central contable de Mérida y regresó de nuevo a la capital de España. Años después, le nombraron interventor regional en Extremadura y volvió a Mérida hasta que se jubiló en 1998. Un ir y venir constante que nunca le dio pereza.

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Una agenda completa

A partir de ese momento, su agenda está casi todo el día ocupada con diversas actividades. Muchas de ellas las hace para ayudar a los demás. Otras son por puro placer. Como ser miembro de la asociación gastronómica cultura El Narro, administrador de su comunidad de vecinos o administrador, también, de dos grupos de Whatsapp de 96 y 35 miembros.

A Ángel también le encanta la pesca. Siempre que puede, la practica acompañado de algunos de sus nietos en las orillas del Guadiana cercanas a Mérida. En la actualidad tiene seis nietas, seis nietos y un nietastro. «Me gusta pescar. Me apasiona. Pero lo que más me gusta es poder enseñárselo a mis nietos. Cómo se hace y los trucos para que piquen los peces. Pero es una pena porque algunos tramos del río están hechos una porquería, bien por el camalote o por la basura y el verdín que acumula el río».

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Con cientos de kilómetros a sus espaldas, aunque ya camina con dificultad y con ayuda de un par de bastones, Ángel también ha formado durante mucho tiempo parte del club de senderismo Emérita Augusta, del que en la actualidad es socio honorífico. Él se encarga de llevar todo el control de los kilómetros que hace cada socio, con el tipo de dificultad que cada uno hace.

Es también vocal y tesorero en Mérida de la Asociación de Voluntarios Informáticos Mayores de Extremadura (Avimex). Aquí se encarga también de organizar cursos para impartirlos a las personas mayores de Mérida para mantenerlos ocupados, con la mente despierta y físicamente activos.

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Precisamente justo antes del confinamiento, en marzo, estaba haciendo un curso para saber cómo utilizar correctamente los teléfonos móviles y las tablets. Una iniciativa que tuvo mucha aceptación entre los mayores, ya que estos reconocieron la utilidad de estos dispositivos para poder comunicarse con sus familiares, sobre todo en la distancia.

Dice que en octubre tienen la idea de proseguir este curso para que los mayores de Mérida se sigan formando en esta materia. En la actualidad, Avimex tiene 24 sedes en toda la región con más de 300 voluntarios.

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Con Avimex, durante los últimos meses, incluso durante la etapa del confinamiento, Ángel también ha estado impartiendo cursos de informática por videoconferencia a los mayores que querían aprender un poco más sobre la aplicación Zoom. Con sus indicaciones estos han conseguido adquirir las nociones necesarias para desenvolverse online si tienen que mantener alguna reunión a distancia o, en su vida personal, ponerse en contacto con alguien de sus familias que esté lejos.

Es Emérito del Patrimonio, miembro de la Plataforma del Voluntariado y colabora en Adaba

Es consciente de que, a partir de ahora, y con la nueva situación que ha provocado la pandemia, las reuniones y encuentros de la mayoría de las asociaciones y colectivos, sobre todo de mayores, van a ser por videocoferencia, online y a distancia. Por lo que considera que, la formación de los mayores en este ámbito se hace imprescindible para que no se descuelguen de los avances de las nuevas tecnologías y puedan seguir enganchados al mundo.

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Como también es socio del Hogar de Mayores Reyes Huertas, participa en las visitas intergeneracionales que en él se realizan de forma periódica. Así como en todas las actividades que se organizan desde la Plataforma del Voluntariado de Mérida, en la que también echa una mano y pasa parte del tiempo libre que le dejan las otras actividades.

Y cuando aún tiene un hueco en su apretada agenda, Ángel colabora con el Banco de Alimentos. No es raro verle en algún supermercado, ataviado con su peto, y recogiendo las bolsas con los alimentos que la gente dona cuando llega alguna campaña como la navideña. «Me tienen ya controlado y por la mañana estoy en un sitio y por la tarde en otro. Y yo encantado de hacerlo», confiesa.

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Adaba, la Asociación de Deficientes Auditivos, también cuenta con su ayuda, pues Ángel es además de socio, voluntario.

Con 82 años que va a cumplir el próximo mes de noviembre, Ángel dice que no tiene duda de que las fuerzas y las ganas para hacer tantas tareas le vienen, precisamente, de poder y querer hacer tantas actividades, tanto físicas como mentales. Y también porque no sabe decir que no a las cosas ni a los que se las proponen. «Tengo muy claro que cuantas más cosas hago, más ganas tengo de hacer todas esas cosas».

Ángel se jubiló en 1998, cuando tenía 60 años. Y a principios del año 2000 ya se decidió a echar una mano en el centro de mayores Reyes Huertas para impartir clases de informática, de las que también se han beneficiado colectivos como Síndrome de Down y personas que sufren Alzheimer o Parkinson. Recuerda lo bien que se lo pasaban todos cuando, la última hora de las clases, echaban unas partidas al bingo. Un bingo que tenía premio, y que era cualquier detalle que Ángel compraba en alguna tienda.

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Comenzó a dar estas clases cuando con los ordenadores aún se trabajaba con disquetes. Ahí tuvo su primer contacto con el voluntariado, con el que ha seguido colaborando hasta el día de hoy y sin pensar en tirar la toalla.

Hizo también de Cicerone. Una figura anterior a los Eméritos del Patrimonio que también se dedicaba a difundir las maravillas de los monumentos emeritenses de forma didáctica. Para ello tuvo que formarse a través de un curso que impartió el Ayuntamiento de Mérida.

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Y aunque ya hace unos meses que no participa en las visitas que organizan los Eméritos por sus problemas de movilidad, que le impiden recorrer los monumentos, Ángel no se desvincula de esta actividad. Además de explicar de forma didáctica el patrimonio, también se ha encargado de llevar todas las estadísticas de visitas de este colectivo. Ahora en septiembre comienza una nueva etapa de formación. Va a participar en unas jornadas para después enseñar y guiar a los visitantes por la recién inaugurada Casa del Anfiteatro.

El Emérito número 1

Tiene el honor de ser el número 1 de los Eméritos del Patrimonio. Dice que hace unos años, nada más leer en el HOY (del que es asiduo lector) el anuncio de que el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida iba a preparar un grupo de voluntarios culturales, se fue corriendo a la sede a hablar con su presidente en aquel momento, Miguel Alba, para ofrecerse como tal. Una vez que se le aceptó su solicitud, tuvo la idea de dirigirse a centros y hogares de mayores y a la Universidad de Mayores de Mérida para buscar a más voluntarios. Y encontró un grupo nutrido de gente que también se unió a esta iniciativa.

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Hablando de la Universidad de Mayores, Ángel también se ha formado en ella durante los últimos años. Ya ha finalizado los primeros cinco cursos y un sexto de postgrado. Excepto en el último curso, durante todos los demás, también estuvo impartiendo clases de Informática como voluntario a los compañeros alumnos.

Confiesa que se ha dado cuenta de que los cursos de informática a los mayores han servido para dar alegría a mucha gente durante este tiempo, porque se han podido comunicar con sus familiares. «Por eso tengo entre mis metas el reciclaje, para seguir ayudando a los mayores de la ciudad en aportarle conocimientos y habilidades sobre las nuevas tecnologías».

Poco antes de la pandemia, recuerda que hicieron una videoconferencia con mayores de residencias de Trujillo, Cáceres y Plasencia. Uno de los participantes pudo hablar con sus familiares por primera vez. «Esa va a ser mi meta a partir de ahora. Quiero repartir alegrías entre los hogares de mayores del Calvario, Reyes Huertas y Zona Sur de Mérida. Y también entre las residencias. También nos han ofrecido participar en la oenegé Tarentola y, por supuesto, hemos recogido ese ofrecimiento».

Entiende que esto forma parte de que la sociedad se ha dado cuenta de que es necesario formar a los mayores en hábitos de nuevas tecnologías. «Habrá más oferta formativa, más agentes sociales implicados... Porque nos hemos dado cuenta en estos meses atrás del beneficio de los nuevos hábitos de comunicación entre los mayores. ¿Quién me iba a decir a mí que los cursos que he dado a los mayores les han dado tantas alegrías a ellos y a sus familias?».

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También cree que ahora estarán más deseosos de aprender. «A muchos, aprender a hacer videoconferencias o saber utilizar el Zoom les parecía algo ajeno que no necesitaban. Ahora habrá mucha más gente deseosa de poder aprenderlo. Se han dado cuenta que es una forma de mantenerse en contacto con los suyos. Durante los próximos meses, conviviremos con la incertidumbre de volver a quedarnos aislados unos de otros. Y eso, provocará que queramos estar más preparados», sentencia.

Es cicerone, voluntario cultural. BRÍGIDO

Como persona de edad avanzada, por lo que que ya de por sí es población de riesgo, Ángel dice que vive la pandemia actual con mucha «precaución, respeto, cuidado y mucha protección», aunque en ningún momento ha parado su actividad, ni durante el confinamiento.

Comenzó a salir de casa cuando ya lo permitieron. Y desde ese día, todos los viernes, queda con varios compañeros con los que trabajó en el banco, con los que tiene amistad desde 1957. Con ellos se va a tomar algo por Mérida y hablan de todo, aunque ahora en verano no lo hacen. Dice que, después de pasar tantos años juntos, ya no hay temor en comentar cualquier cosa sobre temas de actualidad.

Reconoce que la pandemia que estamos sufriendo ha provocado unos cambios en nuestros hábitos de vida y nos ha forzado a la reclusión. «No hemos dado cuenta de que el yo de antes era uno mismo y el yo de ahora son todas las personas que nos rodean. Eso de que, 'protégete tú y así me proteges a mí' es totalmente cierto. Y quien asume este cambio entiende mejor la pandemia cómo actuar correctamente ante ella».

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Dice que el dolor más grande es que nuestros seres queridos y nuestras amistades se han marchado sin que pudiéramos darle un último aliento de vida.

También reconoce que, a partir de ahora, habrá que convivir más con las tecnologías, para que nuestras relaciones sean más seguras. Las videoconferencias eran algo minoritario. Ahora son algo más necesarias para todos. Por eso aconseja que formarse para no quedarse atrás.

«Tengo entre mis metas la formación, impartiendo a mayores cursos de informática»

«Iremos a los hogares de mayores a convivir y participar en actividades con nuestros amigos. Pero, sin duda, también habrá cada vez más formación y entretenimiento a través de las tablets y los móviles», asegura.

Recuerda que hace años hubo una generación que hablaba de las desgracias ocurridas durante la Guerra Civil. «Ahora, hablaremos de lo ocurrido con el covid-19. En la nueva normalidad procuraremos salir y seguir relacionándonos con la gente. Pero esa forma de relacionarse va a cambiar. Ahora, cuando vayamos por la calle y nos encontremos a nuestros amigos y conocidos, bastará con mirarnos para saludarnos, saber que estamos bien y que nos alegramos de vernos. Es mucho cambio, pero tenemos que asumirlo».

Ángel dice que lo importante es moverse y no quedarse anclado ni psicológica ni físicamente para sentirse bien. Aunque también confiesa que sus hijas también le insisten continuamente que, de vez en cuando, tiene que saber decir que no. Pero él reconoce que, precisamente eso, no sabe hacerlo. «No sé ni dónde ni cuándo pararé. Pero mientras mi cuerpo y mi mente aguante ahí estaré».

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