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IRENE RODRÍGUEZ
Sábado, 27 de agosto 2022
Extremadura, es de esos lugares en los que aún puedes encontrarte animales por la calles: caballos, cabras, patos e incluso pavos reales. Para los habitantes de nuestra región es algo común, sobre todo sucede en los pueblos pequeños. Si bien es cierto que este hecho provoca las risas del resto de comunidades autónomas, principalmente de las más urbanas, podría considerarse una suerte poder ver por las mañanas que los animales caminan a sus anchas por las calles tranquilos y felices y por las noches un cielo estrellado sin un ápice de contaminación.
A pesar de que aún se pueden ver a este tipo de animales por las calles, no es lo más normal. Hace algunos años, en 1986, esta situación ya era poco común, pero aun así un hombre dejó aparcado a su mulo en plena calle, eso sí, cumpliendo la normativa de aparcamiento.
Una mañana de agosto, M. Murillo se disponía a hacer unos trámites en Badajoz. Parece que no contaba con más medio de transporte que su mulo. Viajó encima de él desde su casa hasta la calle en la que tenía que realizar los recados. Allí no fue capaz de encontrar otro aparcamiento más que el de la zona azul. Las zonas azules son aparcamientos habilitados en los que hay que pagar por estacionar un tiempo limitado, normalmente menos de cuatro horas. Paor aquel entonces se había establecido una nueva ordenanza en Badajoz en la que se imponía que había que poner un ticket en la luna del coche o algún sitio visible para que la policía pudiera confirmar que el conductor había pagado religiosamente. Cuando los agentes vieron la situación poco pudieron hacer porque tal y como indica la ley, el dueño del mulo había dejado su ticket en los cuartos traseros del animal, donde se podían ver perfectamente. Por lo que aun no siendo un vehículo propiamente dicho, respetaba las normas y los agentes decidieron no ponerle una multa.
En las noticias de aquel día sí había delincuentes peligrosos, pero de otro tipo. La policía había detectado hacía ya unas semanas en Badajoz un aumento en el consumo de heroína blanca, barata y de baja calidad. Los policías pudieron acceder a esta información principalmente por unas investigaciones que habían hecho en las que se indicaba que había una entrada de droga desde Portugal a la ciudad pacense y que esta mercancía estaba siendo comprada por una persona que tenía un mercado en una barriada de Badajoz. Estas sospechas se confirmaron gracias a unas informaciones confidenciales que les ofreció un individuo en la que les indicaba donde vendía, qué y quién era el traficante.
El día 26 de agosto los agentes recibieron la noticia de que Mario, el nombre del vendedor, haría una venta en una calle poco concurrida de Badajoz y posteriormente se dirigiría a Mérida con más mercancía en un llamativo coche rojo. La policía truncó los planes de este delincuente, ya que le alcanzaron en la travesía de Talavera la Real. Allí registraron el vehículo de arriba a abajo con la ayuda de un perro que detectaba la droga. Encontraron 20 gramos de heroína, de un precio de 360.000 pesetas (2.100 euros). También pudieron hallar una balanza de precisión, con los platillos impregnados de droga, una navaja con la punta llena de droga y un fajo de billetes de 230.000 pesetas (1.400 euros). El traficante fue arrestado al momento.
Las investigaciones de la policía para cazar a este 'camello' tal vez pudieron dar sus frutos debido a que Telefónica estaba interviniendo teléfonos en aquella época. Llevaban desde enero escuchando un total de 83 dispositivos bajo petición judicial y gracias a ello realizar investigaciones policiales y, lo más importante, detener llamadas maliciosas que estaban molestando a varios clientes. Los que las recibían eran amenazados e insultados. Desgraciadamente era complicado encontrar a los verdaderos causantes porque generalmente se hacían desde teléfonos públicos. La investigación para descubrir a los culpables era simple: pinchaban la llamada y detectaban de donde procedía y así salía a la luz su identidad. Por suerte, muchos de ellos fueron cazados y dejaron de ofender a más personas.
Caía la tarde en Barcelona, un hombre iba vestido de color oscuro, viajaba en una motocicleta de color negro y portaba una pistola. De aquella guisa atracó cuatro gasolineras en tan solo tres horas. Se hizo con un botín de 66.000 pesetas, es decir, casi 400 euros de los de ahora. En las dos primeras estaciones de servicio le fue muy fácil robar, pero la última los empleados se resisitieron y el atracador tuvo que amenazarles con el arma. Por suerte no hubo heridos.
De atracos iba la jornada. En la capital extremeña un par de jóvenes de 24 y 21 años, reventaron a golpes una cabina telefónica para conseguir el cajón de las monedas. Ambos huyeron con el dinero en una moto. Ahora este tipo de atraco ha perdio todo el sentido.
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Lucía Palacios | Madrid
María Díaz y Álex Sánchez
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