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Entre Mérida y Ammaia hay algo menos de dos horas en coche y 140 kilómetros según el navegador de Google. Incrustada en la Sierra de San Mamede de Marvao y junto al río Sever, es fácil seguir la calzada romana desde Augusta Emerita hasta esta ... ciudad que hoy ponemos en el mapa de Portugal, pero que en el pasado formó parte de la misma provincia que lideraba Mérida.
Y allí ha pasado medio mes de julio excavando al sol cada mañana un equipo de arqueólogos procedente del Museo Nacional de Arte Romano y la Universidad de Lisboa. El grupo de investigación persigue identificar la influencia de Augusta Emerita en otras ciudades de la Lusitania.
Desentierran desde 2019 el anfiteatro de Ammaia y, por las referencias que tienen ya los arqueólogos, concluyen que lo que ahora asoma del suelo es una construcción gemela al primer anfiteatro de Mérida.
Trinidad Nogales, directora del MNAR, destaca que el Museo lleva desde hace muchas décadas con una proyección transfronteriza muy potente liderando proyectos relacionados con la provincia romana. «No solo somos un museo de yacimiento, somos un centro internacional y miramos a la Lusitania».
Entre las líneas de investigación abiertas hay una que pone en relación los modelos de construcción de Augusta Emerita en el resto de las ciudades de la provincia. Ammaia es un ejemplo porque toma como referente el primer anfiteatro que se levantó en Mérida. Era un edificio mixto construido con tramos de madera. El de Ammaia que se excava ahora también se hizo de madera en una época posterior de la línea imperial julio-claudia. «Igual que el original de Mérida, tenemos aquí un anfiteatro funcional. Se hizo para que la población autóctona tuviera un lugar de diversión».
Se levantó, explica la directora Nogales, aprovechando una cantera natural. Y a partir del corte de la cantera se refuerza la estructura elíptica típica del anfiteatro. La roca aporta un material resistente como la grauvaca.
Y se edifica luego la fosa arenaria con forma de anillo para ubicar allí los espectáculos. Tiene también una ligera pendiente para facilitar el drenaje de la correntía de agua que bajaba de la ladera con la lluvia.
Destaca Trinidad Nogales la buena sintonía en el trabajo de campo entre el profesor Carlos Fabiao, catedrático de la Universidad de Lisboa, y el Museo Romano, que tiene en la dirección arqueológica a la doctora Nova Barrero. «Para nosotros es muy importante por lo que significa la conexión y la relación de las ciudades con Augusta Emerita. Yla arqueología no tiene la última palabra. Tenemos todavía muchos interrogantes abiertos y muchos elementos a estudiar. Pero lo importante es que hemos consolidado un equipo internacional muy potente».
El consejo directivo de la Universidad de Lisboa visitó la excavaciones la semana pasada y el Museo Nacional de Arte Romano quiere reforzar los cauces con la Lusitania. Recuerda la directora que en los años sesenta José Álvarez Sáenz de Buruaga estableció unos nexos muy fructíferos con los profesores portugueses más relevantes de la arqueología portuguesa para abrir ese camino de colaboración. «Nosotros ahora hemos cogido ese testigo. Tenemos mucha gratitud por la acogida que hemos recibido tanto del yacimiento como de la Universidad». No esconde la directora la ilusión por seguir avanzando en la ciencia.
El contexto histórico y arqueológico de lo que se estudia ahora en Portugal parte de Mérida en el año 8 a. C.
Los colonos levantaron un anfiteatro junto al teatro siguiendo las pautas de los anfiteatros castrenses. Eran bastante más pequeños que los que conocimos después. Se construían para diversión del ejército, pero también para entrenamiento. Ese modelo de construcciones elípticas, explica Trinidad Nogales, debió de impactar en el territorio provincial. Fue quizás el punto de partida de todos los que se hicieron a lo largo del siglo I después de Cristo en la provincia.
Los de fábrica son posteriores. El primero fue el Flavio de Roma, el famoso Coliseo. Se inauguró en el año 80 por Tito y a partir de entonces se convierte en una referencia a emular en las ciudades romanas.
Pero hasta entonces –explica la directora del Museo– los anfiteatros de todos los centros urbanos, incluidos los de la propia Roma, eran más funcionales y sencillos. Y el de Ammaia es un ejemplo clarísimo.
Los operarios iban resolviendo los problemas constructivos sobre la marcha. En este caso se enfrentaron al tallado de la cantera, a allanar el terreno y a fijar las líneas de drenaje.
«La misión principal es demostrar cómo el territorio de la Lusitania supo mover y trasplantar el modelo típico de un anfiteatro del siglo I, todavía de origen castrense», concluye. Nova Barrero, doctora en el Museo Nacional de Arte Romano y parte del grupo internacional de arqueólogos, valora los resultados tras un trabajo intenso de más de cinco años.
Arrancaron en 2019 y les cogieron en medio dos años de pandemia, pero consiguieron sacar las campañas de excavaciones sin freno. «A la vista está lo que hemos conseguido». Han acelerado la identificación y tienen prácticamente ya toda la estructura sobre el terreno.
Las dos estancias o capillas anexas a la arena destacan por la singularidad. Se excavaron en las rocas y ahora investigan el uso que pudieron tener en su día.
También han identificado el nuevo acceso. Lo descubrieron el verano pasado, justo al final del periodo de estancia en Portugal. Y este mes de julio han podido excavarlo por completo con los alumnos de la Universidad de Lisboa.
Explica la doctora Barrero que da más sentido al recinto porque hasta ahora solo tenían documentada una entrada. Al desenterrar ya una segunda se interpreta mejor el uso del recinto. Y es muy singular esta segunda porque se excavó en la roca. A los arqueólogos les interesa ver la adaptación de los constructores al entorno geológico. «Para nosotros es muy estimulante el trabajo de campo. Volvemos a las fuentes, al conocimiento directo de lo que es la arqueología». La doctora Barrero espera seguir respondiendo a los interrogantes que plantea el anfiteatro de Ammaia. En el último día de excavación encontraron una tumba. Seguir excavando les ayudará a saber el periodo en el que dejó de usarse el recinto como anfiteatro y empezó a reutilizarse como enterramiento.
Carlos Fabiao, catedrático de la Universidad de Lisboa, explica que trabajan conjuntamente con Mérida porque se han ido a un periodo histórico en el que no existía la frontera política actual en la península ibérica.
«Era todo la provincia de Lusitania. La ciudad de Ammaia se fundó después de Mérida y es, en cierto modo, una emanación de Mérida. Fue el gran emblema romano en occidente y Mérida irradia cultura, construcción y urbanismo a otras ciudades menores de su territorio».
Ammaia fue una de esas ciudades que se creó en época de Augusto en un lugar no habitado. Sigue, por tanto, una paralelismo de fundación con la capital Augusta Emerita y fue un centro urbano relevante en su época y hasta la edad media. Las últimas referencias de Ammaia son del siglo noveno. Estamos hablando, por tanto, de una ciudad de mil años de historia, según el profesor Fabiao.
Arrancaron en 2019 porque quería buscar los edificios lúdicos de la ciudad romana.
Por eso se fueron al extrarradio, fuera de las casas y el foro. En un principio pensaban hallar el teatro a las afueras de la ciudad, pero dieron con el anfiteatro. Lo identificaron primero a través del estudio geofísico no invasivo. Analizando el subsuelo sin necesidad de excavar. Con la estructura ya identificada empezaron a excavar.
Los miembros del equipo internacional de investigación comparten la sensación de que Ammaia guarda todavía muchas sorpresas. Fueron a buscar un teatro romano y se encontraron un anfiteatro.
La ciudad romana de Ammaia, próxima a Marvao y Portalegre, en el Alto Alentejo es uno de los yacimientos más importantes del Portugal romano, según la Fundación de Estudios Romanos.
La gestión arqueológica y difusión de este enclave histórico corre a cargo de la Fundación Cidade de Ammaia, en colaboración con la Universidad de Lisboa. Fundada en época del emperador Augusto, a finales del siglo I a. C. e inicios del siglo I d.C., según la evidencia material conservada, su verdadero desarrollo comienza a mediados de este primer siglo de la era. La ciudad estuvo habitada hasta mediados del siglo VI y abandonada poco después, excepto pequeñas ocupaciones ocasionales.
Ammaia vuelve a aparecer en la historia a mediados del siglo IX con motivo de las campañas bélicas emprendidas por Ibn Marwan en rebelión contra el Emirato de Córdoba, y que le llevaron a conquistar esta zona de la antigua lusitania.
La población se traslada definitivamente a la cercana montaña de Marvao.
Con la compra de las principales parcelas rústicas ocupadas por las antigua ciudad romana por Carlos Melancia en 1994, se emprenden una serie de intervenciones arqueológicas.
Gracias a la labor de Carlos Melancia se ha difundido la relevancia histórica de Ammaia. El Museo Nacional de Arte Romano ha colaborado también a través de conferencias en Mérida la relevancia del anfiteatro como uno de los principales descubrimientos recientes de la lusitania romana.
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