La Carretera N-523 que une Badajoz y Cáceres sería el equivalente ahora mismo a un enfermo lleno de cicatrices que se encuentra ingresado por varios motivos: tras una operación, en plena cirugía y a la espera de la siguiente intervención. El trazado, de noventa ... kilómetros y perteneciente a la Red de Carreteras del Estado, no solo está jalonado por cientos de conos, quizás miles, que avisan de que hay una obra cerca o un tramo delicado donde extremar la precaución sino que obliga al conductor a detenerse, al menos, cinco veces.
Publicidad
Tres de las paradas han de hacerse ante semáforos portátiles que han sido instalados para regular segmentos de la vía donde solo se puede circular por uno de los dos carriles. Las otras dos, en una mañana de diario, las organizan operarios que a pie de carretera dan el stop a los vehículos durante varios minutos antes de volver a dar paso cuando han pasado los que vienen en sentido contrario. Sumando todas las detenciones el tiempo del trayecto se llega a incrementar en más de veinte minutos para un viaje que en condiciones normales no suele llegar a una hora.
José Antonio Macedo, gasolinero de la estación de servicio Repsol que está a mitad de camino, justo en la localidad de Puebla de Obando, escucha a diario las quejas de los conductores: «los clientes están cansados de los semáforos porque viniendo de Cáceres antes de llegar al pueblo hay uno, en el desvío del socavón hay otro semáforo y allí hay otro, pero es que luego te encuentras a los que están asfaltando,... la gente pues no está conforme con tardar tanto y se nota que pasan menos viajeros porque prefieren irse por la autovía hasta que esto mejore. Ya no hay la misma afluencia, ahora es menos de la mitad, además de que no hay camiones, que en vez de poner 80 euros ponen 300 o 400 euros. Espero que lo arreglen cuanto antes».
Esta situación que ha llenado de máquinas y obreros la N-523 viene derivada de las fuertes lluvias que el pasado 13 de diciembre dejó a borrasca Efraín y que arrasó varios metros de la N-523 en el punto kilométrico 45, donde el agua se llevó por delante un puente que salvaba el arroyo La Troya entre puebla de Obando y La Roca de la Sierra. Esta fue sin duda la imagen más devastadora y tanto estos dos pueblos como las dos capitales de provincia quedaron desconectadas desde ese día. Como medida provisional, el pasado 13 de enero se habilitó contrarreloj un desvío alternativo tras reforzar un puente de la vieja carretera paralelo al socavón que aún hoy se aprecia y donde habrá que construir un nuevo puente. Sin embargo, no ha sido solo ese punto el afectado por las avenidas de agua de aquel día, hace hoy dos meses. En concreto, Demarcación de Carreteras anunció el pasado 13 de enero que tendría que actuar también en el tramo que pasa por encima del arroyo Guerrero y, ya en la provincia de Cáceres, en los kilómetros 17 y 25.
Publicidad
Sin embargo, basta recorrer la N-523 para darse cuenta de que hay muchos más trabajos pendientes y que no en todos los tramos señalizados por obras hay operarios trabajando.
Este diario ha pedido información a la Delegación del Gobierno sobre qué tipo de trabajos se están realizando en la N-523, en qué punto se encuentran y qué plazos se manejan para su finalización, pero no ha obtenido respuesta.
Publicidad
Saliendo desde Badajoz hacia Cáceres por la N-523 los primeros avisos aparecen a los diez minutos, en el kilómetro 73, donde señales de fondo amarillo (provisionales por obras) piden reducir la velocidad primero a 80 kilómetros por hora, luego a 40 y hay un aviso de estrechamiento previo a un operario que te desvía hacia el carril contrario mientras en el otro extremo esperan varios coches a que les den paso. Allí este viernes se podía ver una máquina excavadora trabajando en el arcén. Esta obra no llega a un kilómetro de longitud.
José Antonio Macedo
Gasolinera de Puebla de Obando
En el siguiente tramo cortado hay otro operario con una señal de Stop en la mano un poco antes del kilómetro 66. Es donde más gente y más vehículos se veían trabajando el viernes pasado, si bien la tarea tenía que ver con echar otra capa de aglomerado en la carretera, más que reparar desperfectos causados por la lluvia. En total había hasta seis máquinas asfaltando un tramo algo más de un kilómetro.
Publicidad
Al llegar al kilómetro 62 aparece un aviso de carretera sin pintar. Parece un tramo de una recta con curvas que ha sido recién asfaltado y aún no han aplicado las marcas viales. Se ven conos a los lados y sucesivas señales de peligro, ya que en el arcén aún se aprecia piedras y barro que parecen restos de las inundaciones de hace dos meses. Aproximadamente tres kilómetros después vuelven a aparecer señales de estrechamiento de carril y avisos para ir reduciendo la velocidad, además de una confusa señal de fin de prohibiciones justo cuando aparece un semáforo antes de abordar el paso por encima del arroyo Guerrero.
En este punto el agua arrasó parte de la base del carril derecho en dirección a Cáceres, que no se considera seguro porque perdió gran parte del material que lo sustentaba. Por ello, se obliga a circular por el otro carril que, regulado por un semáforo, usan de manera alterna los vehículos en uno y otro sentido. El tramo entero, en torno al kilómetro 59, está guiado por conos y 'newyerseis' (separadores móviles de plástico blancos y rojos) y a los lados se ve aún vegetación tumbada por la riada del 13 de diciembre. Este viernes por la mañana no había ninguna máquina trabajando y sí la sensación de que se circula por una carretera medio rota durante casi un kilómetro.
Publicidad
Al salir de este primer tramo regulado por semáforos los vehículos avanzan por una N-523 que está sin pintar y que tiene un carril recién asfaltado y el otro pendiente de reparación.
Pilar Salgado
Restaurante Valle Grande
Justo antes del kilómetro 53 lo que se encuentra el conductor que se dirija hacia Cáceres son más conos dispersos a ambos lados y señal de peligro. La ubicación de estas advertencias coincide con que pasa un regato bajo la carretera y el arcén en esos puntos se aprecia deteriorado. Tampoco se ve nadie trabajando,
Llegados a la Roca de la Sierra, una de las localidades más afectadas por la riada de hace dos meses, junto a la gasolinera Cepsa y el bar-restaurante Los Sauces se aprecia el primer control de gálibo que avisa de que no pueden circular vehículos de más de tres metros y medio de altura y siete toneladas y media de peso. Hasta el pasado 13 de enero la carretera estaba cortada en este punto. Ahora solo está restringida al tráfico pesado. En realidad la cadena superior que marca el gálibo está en el suelo, y es que son muchos los camiones que se ven en este trayecto, la mayoría pertenecientes a las diferentes obras en marcha.
Noticia Patrocinada
Tres kilómetros más adelante lo siguiente que encuentra el conductor son señales para reducir la velocidad, de nuevo otro aviso de que solo hay un carril, cientos de conos, 'newyerseis', líneas amarillas sobre la calzada y un segundo semáforo que te retiene durante aproximadamente cinco minutos. Es la antesala al desvío alternativo por el viejo pontón sobre el arroyo La Troya que fue reforzado y asfaltado a toda prisa, una actuación que costó 160.000 euros más IVA que sirvió para que vecinos de La Roca de la Sierra y Puebla de Obando, así como propietarios de fincas de la zona, no tuvieran que dar un rodeo de 33 kilómetros por una carretera estrecha y en pésimo estado.
En este punto, rodeado de encinas, se aprecia perfectamente el socavón que partió en dos la N-523 el 13 de diciembre, para el cual ya hay un proyecto desde que el 28 de diciembre el Gobierno declarara esta obra de emergencia. En estos momentos se pueden ver trabajos que consisten en retirar los tramos rotos de carretera para despejar la zona sobre la que trabajar en un futuro puente. Una máquina, un camión góndola para transportarla y tres coches había el viernes. Se está preparando el terreno sobre el que apoyar unas vigas que aún hay que fabricar. Según se explicó el pasado 13 de enero, esa infraestructura cuya cimentación se hará sobre pilotes y que tendrá cuarenta metros de longitud costará 1,3 millones de euros más IVA.
Publicidad
Nada más dejar atrás esta obra sobre la que nadie, ni en la Delegación del Gobierno ni en Demarcación de Carreteras, se atreve a dar un plazo de finalización, la siguiente escala es la localidad de Puebla de Obando. Allí tiene su negocio familiar de hostelería, Restaurante Valle Grande, Pilar Salgado. «Desde que abrió el desvío ha mejorado esto un poco, pero se nota la falta de camiones y de autobuses también. Antes paraban dos a diario y ahora no, esa falta se nota. Y aunque hayan vuelto los coches, no hay la misma alegría que antes. No sé si es que la gente se ha acostumbrado a irse por la autovía aunque sean más kilómetros y gasten más gasolina, pero será que es más cómodo porque no hay tanto stop, tanto semáforo y tanto rollo. Los clientes lo dicen. No sabes hasta qué punto aquel fatídico día de la lluvia nos está afectando a los negocios. La ruta alternativa esa ha sido para hacernos callar. Yo creo que si desde un principio se hubieran puesto con el socavón igual ya lo estarían terminando», decía esta empresaria a finales de la semana pasada.
Ya en la provincia de Cáceres, en el kilómetro 36, aparecen de nuevo señales amarillas que avisan obras y por tanto peligro. Más conos y más 'newyerseys' informan de que otro regato ha deteriorado la base de otro tramo de carretera, este de unos doscientos metros, que en algún momento habrá que reparar. Apenas un kilómetro más adelante el cartel que se lee es 'Firme en mal estado. Precaución', advertencia para un tramo de varios minutos con curvas y desnivel sobre una calzada que es posible que lleve más de una década sin mantener. La velocidad recomendada es 70 por hora.
Publicidad
Ya metidos en la Sierra de San Pedro, justo antes del desvío hacia Aliseda por la CC-318, a la altura del kilómetro 30 aparece otro cartel – 'tramo en pruebas' y 'firme en mal estado'– que vuelve a poner a prueba la paciencia del conductor que avanza sobre más curvas y reparaciones puntuales sobre la calzada antes de llegar a más señales triangulares de obra y frenar porque aparece un tercer semáforo. Está justo en el kilómetro 28 y de nuevo hay que circular por un solo carril a lo largo de unos doscientos metros. Allí se ve una pantalla que informa de la velocidad y, este viernes, una máquina de Conservación de Carreteras parada.
Rafael SAlgado
Conductor habitual de la N-523
La última hilera de señales de obra que indican un deterioro parcial de esta N-523 está en el kilómetro 17. De nuevo aparecen conos justo antes del Río Ayuela. La diferencia es que aquí no se ve a nadie trabajando.
Publicidad
Contaba este viernes Rafael Salgado, pacense que trabaja en el sector del corcho y que a menudo conduce desde Badajoz hacia Puebla de Obando y Cáceres que tampoco le retrasan tanto estas obras. «Hay que tomárselo con calma. Es un poco rollo pararse tres o cuatro veces, pero lo entiendo siempre que lo reparen. Al menos se ve a alguien trabajando, espero que no tarden mucho en acabar».
Escoge el plan de suscripción que mejor se adapte a tí.
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.