![100 AÑOS DE LA PRIMERA VISITA REAL A LAS HURDES: «Yo nací gracias a la visita del rey Alfonso XIII a Las Hurdes»](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/202205/05/media/cortadas/alfonsovazquez10-RghfwCCEn2Eazr4LeX4NvVM-1248x770@Hoy.jpg)
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El día de su muerte, Alfonso Nonato Vázquez González llevaba en la cartera una foto que guardaba ahí desde el mismo día que se la hicieron. Lo cuenta ahora su hijo mayor, José María, mientras enseña una copia en papel, tamaño folio, de esa instantánea ... de la que el hombre no quiso separarse nunca. Esa imagen le muestra a él saludando a Juan Carlos I, actual rey emérito. Era, queda claro, uno de sus recuerdos favoritos. Y es también un buen resumen de una vida ligada a la monarquía española desde antes de nacer.
En 1925, en Las Hurdes no había carreteras. Así que cuando Francisca se puso de parto antes de lo previsto y con el bebé mal colocado, no quedó otra que localizar al médico con urgencia. Para entonces ya estaba en la comarca Eduardo Olivera, uno de los doctores enviados a la zona para ayudar a sacarla del preocupante atraso sanitario que tres años antes había llevado de visita allí al rey Alfonso XIII. Fue esa la primera vez que un rey visitaba Las Hurdes, una efeméride que el próximo día 12 llevará a la comarca al actual monarca, Felipe VI. Quien acabó de convencer a Alfonso XIII de la necesidad de que fuera hasta esa esquina del mapa extremeño, a trasmano de casi todo el resto del país, fue el doctor Gregorio Marañón, que la había visitado dos meses antes. El médico recorrió Las Hurdes en abril de 1922 y el monarca lo hizo en junio.
La visita real dio pie a la creación del Real Patronato de Las Hurdes, un organismo de beneficiencia que presidía el propio rey y que integraba a todos los ministerios del Gobierno. Entre sus encargos estaba el de poner en marcha medidas sobre el terreno que permitieran rebajar la alta incidencia de paludismo, bocio o cretinismo que había en la comarca, algunas de ellas debidas en parte a otro mal presente allí, el hambre aguda, según dejó escrito Marañón.
Este contexto histórico es el que explica la llegada a Las Hurdes de médicos como el doctor Olivera, que fue destinado a Caminomorisco. El 9 de enero de 1925, el galeno recibió un aviso y salió aprisa hacia Pinofranqueado, a atender a Francisca. La única opción para salvar la vida de la gestante y el bebé era forzar el parto. «A mi abuela –cuenta ahora José María Vázquez–, le practicaron la cesárea en su casa. Cogieron un escaño (una especie de banco de madera), que era lo más grande y más llano que tenían, y ahí la tumbaron, sobre una sábana, según le contó ella misma a mi padre. Con un instrumental de lo más básico, como podemos imaginar, le hicieron la cesárea y todo salió bien. Mi padre nació sano y mi abuela sobrevivió al parto sin secuelas, porque de hecho luego volvió a dar a luz, a mi tío».
Acababa de producirse el primer nacimiento por cesárea en la historia de Las Hurdes. Algo impensable solo tres años antes, cuando en la comarca no había «ni una carretera ni un camino vecinal ni un médico, ni un practicante ni una farmacia y apenas iglesias y apenas escuelas», según había resumido en Las Cortes el diputado Conde la Ronilla poco antes del viaje real.
Ese bebé era en sí mismo una noticia que el monarca merecía conocer, pensó el doctor Marañón, que se la hizo llegar. Y «su majestad –cuenta ahora el hijo mayor de Vázquez–, contactó con el alcalde de Pinofranqueado y le dijo que quería ser el padrino del niño, que le bautizara mediante poderes y que le llamara Alfonso, como él».
Como había nacido por parto artificial, le pusieron Nonato de segundo nombre. Y de este modo, Alfonso Nonato Vázquez González se convirtió en el ahijado hurdano de Alfonso XIII, que en 1930 volvió a visitar la comarca, esta vez con menos repercusión mediática que ocho años antes.
«Mi padre –relata José María Vázquez– contaba que en esa visita de 1930 le llevaron a verle, porque el rey había dicho que quería conocer a su ahijado. Él contaba que le llevaron hasta 'el término', que es como llamamos aquí a un cambio de rasante que hay a las afueras de Pinofranqueado, donde está el límite del término municipal. Aseguraba que Alfonso XIII pidió que le subieran al coche, y que él se echó a llorar y se cogió un berrinche tan tremendo que tuvieron que bajarle».
Del encuentro sobre el que no hay dudas es el que se produjo en el año 1971, cuando el príncipe Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia visitaron Las Hurdes. «Vinieron específicamente a conocer a mi padre, y se produjo una anécdota graciosa –sitúa el hijo del ahijado de Alfonso XIII–. Ni Juan Carlos, entonces príncipe, llevaba regalo para mi padre, ni mi padre llevaba regalo para él. El alcalde de Cáceres, que conocía a mi padre, le dijo 'Alfonso, toma, yo tengo aquí una medalla de la Virgen de Guadalupe, dásela'. Y eso hizo».
Seis años después, Juan Carlos I, ya coronado rey, visitó Plasencia. Y allí que se fue Alfonso Vázquez a saludarle. En 1980, a su hijo José María no le quedó otra que coger el coche y llevar a El Escorial a su padre, que no quería perderse el traslado de los restos de su padrino. No le dejaron entrar, pero sí seguir el acto desde la puerta.
En 1998, el ahijado de Alfonso XIII volvió a encontrarse con Juan Carlos I y Sofía, de visita a la comarca. El ahijado no desaprovechó ninguna de las oportunidades que tuvo de saludar a los Reyes. En una de ellas se produjo una escena que José María Vázquez recuerda con particular cariño. «Me emocionó entonces y todavía hoy me emociona recordarlo. Mi padre me pidió ir al instituto de Caminomorisco, donde iban a ir don Juan Carlos y doña Sofía, y donde yo trabajaba como profesor, además de ser el secretario del centro. Yo le dije entonces a mi padre que no podía llevarle, que ya había saludado a los Reyes dos veces el día antes y que con eso era suficiente. Pero estando allí, un poco pendiente de que todo saliera bien, de pronto levanto la vista y veo a mi padre. Le dije que por favor se estuviera quieto. Y lo que ocurrió fue que cuando venían los Reyes abriéndose paso por un pasillo de gente, doña Sofía se salió de la comitiva y se fue a donde estaba mi padre. 'Hombre, Alfonso, aquí estás', le dijo mientras le cogía los dos brazos con sus manos. Y mi padre le contestó: 'Cómo iba a dejar que se marcharan sin despedirles?'».
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