En los pueblos extremeños donde nieva cada invierno, las aplicaciones del tiempo en el móvil no son únicamente una distracción, y la sal no es solo para cocinar. «Yo me paso el día viendo la aplicación del tiempo, y lo mismo todos los concejales», sitúa ... Javier Prieto, alcalde socialista de Piornal (1.485 habitantes), el pueblo más alto de Extremadura (a 1.175 metros) y uno de los pocos donde los tejados se vuelven blancos casi cada invierno.
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«Precisamente el año pasado no nevó», recuerda el regidor socialista, que además vive en estos días quizás la semana más ajetreada del año. Porque se celebra Jarramplas, la fiesta del lanzamiento de nabos, la que ha dado fama al pueblo más allá de las fronteras regionales. «Hay que estar pendiente del tiempo –explica Prieto– para activar con antelación suficiente los protocolos y avisar al maquinista».
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Porque lo que está en juego es que los vecinos puedan hacer su vida. O sea, que los trabajadores lleguen en hora a su puesto, que los niños no pierdan clases, que quien tiene una cita médica no falte... «Si en la calle hay más de diez centímetros de nieve –comenta el alcalde–, la máquina limpia las calles principales y las más próximas a sedes importantes por la función que cumplen o el número de personas a las que atienden, como pueden ser el colegio, la residencia de mayores o el centro de salud».
Precisamente para poder actuar con prontitud, lo habitual es que el camión que despeja las calles duerma en el pueblo cuando la previsión meteorológica anuncia nieve. Ese vehículo es de la Diputación de Cáceres –o una empresa adjudicataria–, que cada invierno pone en marcha un operativo para intentar que la nieve no condicione la vida allí donde cae con alegría. O que si lo hace, lo haga lo menos posible.
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«La nieve es bonita, nos deja estampas para que las fotografiemos con el móvil, pero para quienes vivimos en sitios donde aparece cada invierno, es también un incordio», resume Juan González, alcalde de La Garganta (358 empadronados), el segundo municipio más alto de la comunidad (a 1.124 metros).
Que en La Garganta nieva lo deja claro una de sus atracciones turísticas. Es un pozo de nieve restaurado, casi al pie de la carretera que atraviesa la localidad. Para verlo –está señalizado– hay que cruzar el pueblo y continuar la subida unos metros más hasta ver, a la izquierda, El nevero, como también se llama a este agujero circular en el suelo, revestido de piedra. Tiene unos seis metros de profundidad, y apenas le da el sol porque está semioculto entre altos pinos. En él se almacenaba la nieve que luego se vendía en grandes bloques, transportados durante décadas en caballerías o mediante el ferrocarril.
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«Llevaban el hielo a Mérida, a Zamora... Había un comercio importante. De hecho, en el pueblo hay otros dos pozos de nieve», explica el regidor, que vive más tranquilo desde que en el balcón del edificio consistorial colocaron una cámara que cada media hora graba imágenes que muestran si en La Garganta está nevando. «Esas imágenes llegan a la Diputación, que rápidamente envía el camión quitanieves, el todoterreno o lo que entiendan los técnicos que es necesario en función de lo que esté cayendo», apunta González, que gracias a este método ya no tiene que levantarse en mitad de la madrugada para comprobar si la previsión meteorológica se ha cumplido.
juan gonzález
Alcalde de La Garganta
«El operativo de la Diputación funciona bien», agradece el regidor, que explica que en estos días, «la gente mayor procura salir poco de casa, por el miedo a las caídas, no solo por la nieve sino también por el hielo». «La farmacia les lleva los medicamentos a casa, y los familiares les acercan la comida», apunta el alcalde, que menciona también «el problema que puede suponer la nieve para los ganaderos que tienen que ir cada mañana con sus animales».
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«Si tienes que ir a trabajar temprano o te surge una urgencia médica, la nieve ya no te parece tan bonita», resume el alcalde de Piornal, que no obstante, comenta que los vecinos están ya muy acostumbrados a estas incomodidades.
Son riesgos que también conocen en la ciudad. Por ejemplo en Cáceres, que ha activado el protocolo de heladas que desarrolla la empresa concesionaria del servicio de limpieza. Por debajo de un grado, no se limpia la calle con agua para evitar la creación de placas de hielo, y se esparce sal en puntos estratégicos.
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