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Ningún verano de los últimos 16 había ardido en Extremadura antes de agosto tanto monte como en este. Desde que comenzó la campaña de riesgo ... alto de incendios forestales el 23 de mayo, el fuego se ha llevado por delante más de 7.000 hectáreas de paisaje, una cantidad que ya supera a la de la mayoría de los últimos veranos completos, pese a que aún quedan por delante agosto y septiembre.
Para hacerse una idea: el año pasado, entre junio y mitad de octubre ardieron 5.227, en 2019 fueron 4.500, 3.123 en 2018, 5.400 en 2017, 6.041 en 2016... Hay que retroceder hasta el año 2005 para encontrar a finales de julio una cifra que supere a las más de 7.000 del presente ejercicio. Y ese 2005 no fue un año más. A estas mismas alturas del calendario, entonces no se hablaba en la región de otra cosa que no fueran los incendios forestales que acababan de arrasar 2.085 en Los Ibores y 9.901 hectáreas en Las Villuercas (casi 12.000 entre los dos). Este último es el mayor siniestro de este tipo ocurrido en la comunidad desde que hay registros sistematizados.
Que no haya empezado agosto y la región ya sume más de 7.000 hectáreas fundidas a negro se explica fundamentalmente por dos incendios ocurridos en los últimos días: el que se llevó por delante 3.239 hectáreas en la parte más alta de Las Hurdes y el que acabó con 2.864 hectáreas en Casas de Miravete, 480 de ellas en el interior del parque nacional de Monfragüe.
Uno y otro han engordado la estadística de una campaña de riesgo alto que no había comenzado del todo mal. En la primera semana se quemaron 50 hectáreas (15 de ellas en Jerte), según los partes semanales que publica la Consejería de Agricultura, Medio Ambiente, Población y Territorio de la Junta. En la segunda fueron cien (de ellas, setenta de eucalipto junto a la base militar general Menacho en Bótoa); en la tercera 125 (entre ellas, 47 en Zalamea de La Serena y 43 en Peraleda del Zaucejo); de la cuarta no se ha publicado la cifra; en la quinta, 43; en la sexta semana 112 (64 de ellas en Plasencia, entre el cementerio y la circunvalación; y en la séptima, 165 (32 de ellas en Oliva de Mérida).
Después, ha seguido habiendo fuegos. Entre los más importantes, el que quemó 56 hectáreas en Santa Cruz de Paniagua y el de 168 en Jerte, la mayoría de la superficie en la reserva natural Garganta de los Infiernos.
La suma de área quemada hasta la fecha hace prever que esta campaña de riesgo alto acabará figurando entre las peores de lo que va de siglo. En la última década y media, solo dos veranos han concluido con más de 7.000 hectáreas quemadas. El más reciente es 2020, cuando se alcanzaron las 7.779 (de las que 4.169 correspondieron a un incendio que afectó a las comarcas del Valle del Jerte y La Vera entre finales de agosto y principios de septiembre). Y antes, en 2015 ardieron 12.717 hectáreas. De ellas, 7.833 fueron por el fuego que castigó a la Sierra de Gata entre el 6 y el 13 de agosto.
Los peores números del siglo se registraron en su inicio, cuando se alcanzaron cifras muy preocupantes. En 2005, la región perdió por los incendios forestales 12.474 hectáreas, el año anterior fueron 13.5000, y en el funesto verano de 2003 se superaron las 44.000 (9.750 en Valencia de Alcántara y 6.300 en Las Hurdes).
A mediados del pasado junio ocurrió algo que a técnicos del plan Infoex como Francisco José Domínguez, geógrafo especialista en análisis meteorológico, les llamó la atención. Fue un incendio en Hervás que quemó 37 hectáreas de monte, la mayoría de robles. «Que el roble arda a más de mil metros de altura en el mes de junio es absolutamente excepcional», sitúa Domínguez.
«Eso que ocurrió nos dio la pista de lo que podíamos encontrarnos en verano, porque nos dejó claro hasta qué punto estaba la vegetación disponible para arder». El experto extremeño lo resume de forma clara: «Nunca ha estado el combustible tan seco tan temprano», asegura. Ha unos días él recopiló una serie de índices de vegetación basados en imágenes de satélite y los comparó con una base de datos histórica. «Tuve que mirar los datos dos veces –afirma–, porque eran tan inusuales que pensé que había leído mal».
Domínguez comenta también que «Hay expertos que comparan las circunstancias meteorológicas que nos estamos encontrando este año con las que se dieron en la zona de Levante en 1994, probablemente el año más fatídico de la historia reciente de España en lo que a incendios forestales se refiere». Él explica que ese año no fue particularmente negativo en lo que al fuego se refiere en la comunidad autónoma (ardieron 728 hectáreas arboladas y 5.378 no arboladas, cifras en la media de un año normal), pero sí en el Levante español, donde las llamas mataron a trece personas y arrasaron más de 130.000 hectáreas entre junio y septiembre. «Salvando las distancias en cuanto a operativos y la acumulación de sequía, porque la del periodo que va de 1991 a 1995 fue terrible, son situaciones parecidas», analiza el experto extremeño.
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