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La industrialización pasó de largo en Extremadura. Una sentencia en la que han insistido a largo de los últimos años cargos políticos de todo signo, representantes del tejido empresarial y analistas económicos y sociales. Una afirmación que se ha convertido casi en un mantra destinado a evitar que la historia se repita y a poner en el foco la necesidad de que la región aproveche la oportunidad industrial que viene de la mano de las energías renovables y de la digitalización.
Porque esa frase está respaldada por los hechos y los datos demuestran que a lo largo del siglo XX, Extremadura perdió peso industrial en el conjunto de España. Si en el año 1900, la producción industrial extremeña representaba algo más del 2% del total del país (por encima de otras seis regiones), cien años después esa tasa había caído hasta la última posición y estaba por debajo del 0,8%.
No se trata de un indicador que carezca de influencia. La intensidad industrial (la relación entre el peso industrial y el peso demográfico de un territorio) en la región ha marcado, en buena parte, su devenir desde la revolución industrial. En la Extremadura en la que nació HOY, hace 90 años, vivían más personas que en la actualidad.
El último censo fija los residentes extremeños en 1.053.774. En la década de los años 30 del siglo pasado eran 1.152.174 y representaban el 4,9% de la población nacional. La región suma hoy el 2,17% de los ciudadanos españoles.
Esa negativa evolución demográfica ha estado muy ligada a las oportunidades que aporta la industria. La población creció hasta los años 60, cuando se alcanzaron los 1.381.091 habitantes. Desde entonces, Extremadura ha perdido casi una cuarta parte de su población, entre otras causas debido a la emigración a Europa y a otras regiones más desarrolladas.
Los diferentes estudios calculan que las migraciones internas del siglo XX han reducido entre 500.000 y 800.000 el número de residentes en la región.
Puede que sea esa caída en el número de habitantes uno de los factores que mejor explica lo que ha sucedido en la región durante las últimas nueve décadas. Porque esa evolución repercute, entre otras cuestiones, en la despoblación del territorio y en el envejecimiento de la comunidad. Dos apuntes al respecto: en 1930 el 82% de la población extremeña vivía en municipios de menos de 10.000 vecinos y en 2021, según el INE, esa tasa está en el 50%; mientras que hace nueve décadas los ciudadanos con más de 65 años eran apenas el 5,5% del total y en 2022 ya son uno de cada cinco extremeños, el 21,5%.
Tampoco ayuda, en este último caso, que la esperanza de vida haya pasado de rondar los 50 años en el momento de la fundación de HOY a superar los 82 en la actualidad; ni el menor número de hijos que tienen las familias, una realidad que va de la mano del desarrollo social y económico de las sociedades. La tasa de natalidad extremeña en el periodo 1933-1935 era de 33,9 nacimientos por cada mil habitantes, algo superior en la provincia de Cáceres que en la de Badajoz; en el año 2021 se quedó en 6,9.
La inmigración ha servido para compensar el éxodo de la población autóctona. Extremadura tiene un 3,3% de población extranjera, cuando en 1930 no llegaba al 0,2%. Un salto en la presencia de extranjeros que se ha producido a partir de la década de los 80. «A pesar de la tendencia emigratoria de la población extremeña, se ha registrado siempre la existencia de un pequeño contingente de extranjeros residentes en Extremadura que en 1980 era de 1.509 personas, el 0,14% de la población», se puede leer en el informe sobre la evolución demográfica de las comunidades autónomas dirigido por JulioAlcaide y publicado por la FundaciónBBVA.
Es decir, el porcentaje de extranjeros en la región permaneció prácticamente invariable durante 50 años y solo ha crecido a partir de entonces.
No se puede olvidar que la emigración está lejos de ser fenómeno olvidado. Son muchos los extremeños que abandonan a día de hoy la comunidad para trabajar en otros territorios, donde buscan proyectos de vida que se le niegan en su tierra. Evitar la fuga de talento es otra de las frases que se citan como objetivo en los foros empresariales y políticos.
Para lograrlo es imprescindible ofrecer a los jóvenes oportunidades laborales acordes a su formación e intereses. De nuevo la industrialización es una de las posibles respuestas para evitar que las personas que se forman en Extremadura terminen trabajando en otros lugares y para que, al revés, pueda llegar a la región talento desde otros orígenes. Es por tanto, uno de los retos de futuro que no se terminan de alcanzar.
La Extremadura en la que nació HOY en 1933 era eminentemente rural. No solo era el ámbito en el que vivía la mayor parte de la población, el sector agrario era el que hacía una contribución mayor a la economía regional.
La agricultura y la ganadería aportaban un 61% del valor añadido de toda la producción extremeña. Los últimos datos de la contabilidad regional –para el año 2021– marcan que el agro ya solo pesa un 6,4% del total de la economía en Extremadura.
En aquella década de los años 30, el sector agropesquero era la base fundamental de la economía española y representaba cerca del 35% del total. En 2021 supera levemente el 2,5%, lo que muestra el camino recorrido pero también la fortaleza que continúa teniendo el campo extremeño. Es más, Extremadura significaba hace 90 años un 5,5% de todo el valor añadido de la producción agropesquera de España y en 2021 continúa siendo cerca de un 4%.
Así, la pérdida de peso del sector primario ha supuesto un trasvase del eje económico, tanto a nivel regional como nacional, hacia los servicios, y no hacia la industria. En Extremadura se calcan los números con 90 años de diferencia: el 61% del valor añadido de la producción extremeña que en la década de los 30 del siglo pasado dependía de la actividad agroganadera, en la actualidad se debe a los servicios.
Por el contrario, la industria y la construcción apenas han variado su aportación a la economía regional: del 16,6% que significaban en su conjunto en torno al año 1930 al 19% actual.
Esa terciarización de la economía extremeña ha llevado aparejados otros cambios. El más evidente ha sido la pérdida de población activa –y con ella de habitantes en las zonas rurales– en el sector primario, que se ha visto compensada por la mecanización de las tareas agrarias. Sirva como ejemplo que la población activa en la agricultura en 1932 era de 237.777 personas, solo teniendo en cuenta a los hombres, mientras que en 2021 sector primario dio empleo a menos de 37.000 personas, por supuesto sumando hombres y mujeres.
Otro aspecto derivado de la modernización del sistema productivo regional es el avance de los indicadores económicos. «El aumento de la productividad agraria y el desarrollo de la industria, la construcción y los servicios permitieron un crecimiento real del PIB (Producto Interior Bruto) del 528% en 70 años», detalla Alcaide para las siete décadas que separan 1930 de 2000 en un informe sobre la evolución económica de las regiones y provincias españolas durante el siglo XX.
El incremento es espectacular. En la década de los 30 el PIB extremeño fue de 1.111 millones de pesetas; en 2021, de 20.117 millones de euros. Una comparación que, más allá de lo llamativa, aporta poco.
Quizá tenga más sentido hacerla desde el punto de vista relativo: hace 90 años, Extremadura aportaba algo más de un 3% al PIBnacional y en la actualidad no llega al 1,5%. En definitiva, los datos dicen que la región tiene ahora menos de la mitad de peso en la economía nacional que cuando HOYempezó a publicarse en Extremadura, el 1 de enero de 1933.
Pero es a través del PIBper cápita como se puede hacer un seguimiento más preciso del desarrollo económico de Extremadura. En 1930 era 988 pesetas, casi un 64% del español. Durante la década de los 50 se amplió la brecha y en 1955 la renta per cápita en la región era el 58% de la nacional: 14.714 pesetas frente a 25.125. Con el fin de la dictadura, pese a que la cifra extremeña ya rozaba las 107.000 pesetas, no se avanzaba hacia la convergencia con el resto del país.
Sí se consiguió llevar el PIB per cápita en la comunidad hasta el 69% de la media de todas las regiones con la llegada del año 2000 y en la actualidad, ya en euros, se va cerrando la distancia y el último dato del INE sitúa la renta por habitante extremeño en 19.072 euros, casi el 75% de los 25.498 que marca para el conjunto del país.
De la mano se ha incrementado la renta disponible de los hogares. En la región estaba en torno a las 900 pesetas en 1933, algo más del 70% de la media nacional, y en el dato más reciente publicado por el INE –en 2020– se eleva por encima de los 12.900 euros en Extremadura, casi un 82% de la que se fija para España. «La política fiscal española, consistente en las transferencias públicas interregional, correctoras de las desigualdades en el desarrollo regional, ha permitido que la Renta Familiar Bruta Disponible de los residentes extremeños se haya elevado (...), lo que, unido al nivel de precios en poder de compra y al menor gasto familiar en servicios, sitúa el nivel de vida medio del ciudadano extremeño en una posición próxima a la media española», aporta Alcaide en su informe para el año 2000.
Dos detalles: los pasos adelante en la región no se han logrado sin ayuda y son, de nuevo, los territorios más industrializados los que presentan unos indicadores mejores que la media nacional.
En los bolsillos de los ciudadanos se nota en los salarios más reducidos que se pagan en Extremadura, pero también en las pensiones.
Por el camino, en los 90 años de historia que HOY se ha encargado de documentar día tras día, el mercado laboral extremeño ha cambiado sustancialmente. Los puestos de trabajo son diferentes, pero también quién los ejerce. La incorporación de la mujer al empleo es quizá la modificación más importante por el vuelco social que supuso.
Así, la tasa de ocupación de las mujeres en la década de los 30 rondaba el 35% y la de los hombres superaba el 75%. En la última EPA(Encuesta de PoblaciónActiva), la femenina roza el 55% (20 puntos más) y la masculina, el 70% (cinco puntos menos). Para entender esta evolución, hay que considerar que la tasa de paro estaba en torno al 4% hace nueve décadas y en la EPA del tercer trimestre del presente 2023 está en el 16,5%.
La escasa presencia de empleo asalariado es uno de los aspectos que más sorprende al revisar cómo era el mercado de trabajo hace 90 años. En la actualidad, de nuevo según la EPA, en Extremadura hay 421.700 ocupados y más del 83% son asalariados. Sin embargo, en los años 30 del siglo pasado únicamente estaban en esa situación el 27% de las personas que trabajaban.
Una tasa que demuestra que la forma de ganarse la vida más habitual era el autoempleo, tanto en las explotaciones agrarias familiares como en pequeños negocios, ya fueran tiendas, bares, talleres mecánicos o comercios.
La inmensa mayoría de los extremeños vivían del campo, que generaba más de 330.000 empleos en la década de los 30, en la actualidad no llega a los 43.000.
En una proporción inversa se han movido los servicios, que empleaban a unas 61.000 personas, mientras que ahora sólo el empleo público supera los 106.000 ocupados, para un total de 302.000 empleos en el sector.
También se ha vivido un importante incremento en la ocupación en la industria y la construcción, que ocupaban a algo menos de 30.000 extremeños allá por 1930 y que en el tercer trimestre del presente 2023 tienen más de 75.000 trabajadores.
La mujer no solo se incorporó de manera masiva al mercado laboral, también lo hizo a la vida política. El mismo año de 1933 en el que nació HOY las mujeres pudieron votar por primera vez en unas elecciones. El debate que surgió al respecto, entre partidarios y detractores del derecho al voto femenino, provocó que muchas mujeres no acudieran a las urnas pese a poder hacerlo.
Eso redujo la participación respecto a los comicios de 1931 y se quedó en el 76,9%. Eso sí, un porcentaje superior al de las últimas convocatorias en la región: en las autonómicas votó el 72,4% del censo y en las generales, el 73,7%.
Uno de los avances más notorios que se ha producido en los últimos 90 años ha sido el del acceso a la educación. En 1930, la tasa alfabetización era del 55% en Extremadura, con una gran diferencia por sexos, ya que alcanzaba al 65% de los hombres y al 46% de las mujeres. Nada que ver con la situación actual.
Además, con el paso de los años, la región ha ido entrando en los circuitos culturales, al principio muy restringidos y centrados en las grandes ciudades del país. La apertura de espacios como el Museo Vostell Malpartida, que se inauguró en 1976; del Museo Nacional de Arte Romano, en 1986, o del Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo, en 1995, fueron marcando un camino que luego también siguieron otros centros, con el Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear, abierto en 2010, como máximo exponente.
Extremadura igualmente ha ido dando a conocer al mundo su gastronomía y a ello ha contribuido Atrio, restaurante cacereño que recibió su primera estrella Michelín en 1994 y que ha defendido con orgullo los productos de la región y la cocina extremeña en todos los foros a los que ese galardón ha ido llevando a sus responsables. En 2021, al firmamento estrellado se sumó Versátil, otro restaurante extremeño que ha convertido los productos de cercanía en su sello personal.
Cultura y gastronomía, junto con el patrimonio natural, son algunas de las fortalezas que han ayudado a transformar una región que era eminentemente rural en 1933 y ahora es un territorio en el que el turismo tiene un peso destacado y que poco a poco avanza hacia la industrialización.
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