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Los obstinados
TRIBUNAS ·
Cuánta falta hace esa gente que se empeña en hacer cosas contra viento y mareaIRENE SÁNCHEZ CARRÓN HOY
Domingo, 5 de abril 2020, 10:51
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TRIBUNAS ·
Cuánta falta hace esa gente que se empeña en hacer cosas contra viento y mareaIRENE SÁNCHEZ CARRÓN HOY
Domingo, 5 de abril 2020, 10:51
SIEMPRE me han causado curiosidad y admiración las personas obstinadas. Para ser obstinado hay que tener constancia, pertinacia, resistencia y hasta unas dosis bastante elevadas de terquedad. La obstinación es muchas veces una cualidad positiva y conduce a quienes la poseen a las mieles del triunfo. Es verdad que en ocasiones la obstinación puede arrastrarnos cuesta abajo hacia el fracaso, sin que acertemos a accionar a tiempo el freno que evite el descalabro. La obstinación por sí sola no siempre es la mejor alternativa, y es mucho mejor si quien la posee es capaz de guiarla con la inteligencia y la capacidad de ir enderezando el rumbo. También se necesita que la suerte acompañe. Pero cuánta falta hace esa gente que se empeña en hacer las cosas, contra viento y marea.
Podemos realizar todas las puntualizaciones que se nos ocurran. Aun así, no puedo evitar admirar a quienes tienen iniciativa y rápidamente se ponen en movimiento y echan a correr cuando ven la necesidad. En algunos momentos dará la impresión de que podían estar haciendo las cosas mejor o de que por otro camino llegarían antes. Pero que no se preocupen tanto los que miran desde la barrera, maestros en encontrar todos los contras y todos los peros. Aunque en algún momento parezca que fracasan, los obstinados seguirán buscando la solución y encontrarán el camino en el laberinto, precisamente porque nunca dejarán de intentarlo. Por algo son los obstinados. Ellos saben mejor que nadie que lo que para algunos es fracaso, para ellos no es más que parte del camino.
Como en todas las épocas difíciles, en la crisis que ahora vivimos nuestros obstinados, con sus acciones en primera línea, ya están escribiendo las historias que recordaremos y contaremos más adelante, cuando todo esto pase. Salvo que suceda un desastre inevitable, nadie se acordará de los escollos que hubo que salvar ni de los errores puntuales que se fueron enmendando. Todo eso formará parte de la senda hacia la solución del problema. Se hablará mucho de lo que algunos fueron capaces de hacer, pero muy poco de los reproches que otros se empeñaron en rebuscar.
Se recordará con admiración cómo nuestro personal sanitario plantó cara a una emergencia sin precedentes, para la que nadie estaba preparado, y para la que no se dispuso del material ni de los equipos de protección necesarios.
Se recordará que hubo trabajadores de distintos sectores que, junto a voluntarios y militares, fueron capaces de montar hospitales como los que estamos viendo aparecer estos días. Se dirá que entre todos (militares, ingenieros, electricistas, soldadores, bomberos, albañiles, fontaneros y un largo etcétera) pusieron en marcha centros asistenciales capaces de atender a miles de pacientes. Se contará que hubo empresas que se apresuraron a donar equipos informáticos, camas, colchones, sábanas, mantas, mobiliario, productos de higiene, comida y otro largo etcétera. La construcción y puesta en marcha fue compleja. No todo salió bien a la primera, pero ahí estuvieron los obstinados para ir solventando los problemas a contrarreloj.
No olvidaremos que hubo trabajadores en las residencias de mayores que siguieron desempeñando su trabajo con abnegación, profesionalidad y cariño, tratando de poner algún orden en el doloroso caos de los contagios. Tampoco se olvidará a los profesionales de la limpieza que se esmeraron en estos días más que nunca, ni a los empleados de los supermercados y al resto de personal relacionado con el sector de la alimentación.
Recordaremos que hubo empresarios y particulares que, ante la escasez de equipos, rápidamente pusieron sus máquinas a confeccionar mascarillas, trajes, pantallas de protección. Nadie olvidará que hubo también empresas que pararon su producción para dedicarse a fabricar respiradores o aquello que el personal sanitario demandaba.
Se recordará que hubo ciertos bares de carretera y estaciones de servicio que se mantuvieron abiertos para poder ofrecer, de forma gratuita, un café, un bocadillo, un aseo y un momento de descanso a los camioneros que seguían en la carretera, transportando bienes de primera necesidad a los supermercados de todo el país.
Alguien contará que en estos días hubo asociaciones que tuvieron la sensibilidad de seguir en contacto telefónico con los ancianos recluidos que vivían solos, y que en algunos barrios hubo gente dispuesta a realizar la compra para que los más vulnerables no tuviesen que salir de sus casas.
Contaremos con orgullo que hubo agricultores que llenaron de líquido desinfectante los tanques de sus tractores y, sin dudarlo, recorrieron su localidad rociando las calles y los parques.
Recordaremos que hubo policías y guardias civiles que fueron, de puerta en puerta, preguntando a los vecinos qué necesitaban o cómo se encontraban.
No olvidaremos que hubo periodistas arriesgando su vida para hacer su trabajo.
No olvidaremos que hubo artistas (cantantes, actores, pintores, músicos, escritores, magos, humoristas) que ofrecieron su talento para aliviar la cuarentena a los confinados y ponerle letra a la esperanza.
Los obstinados andan por todas partes y no hay virus que pueda con ellos. Muchas veces se quedan en un segundo plano, como esas flores que ofrecen su belleza en los rincones más escondidos. Son tenaces, como las raíces clavadas a la piedra que aguardan impertérritas la lluvia. No suelen ser engreídos. Hablan lo justo y necesario. Pero llevan en los ojos el brillo de los que van hacia la vida como hacia la victoria. De estos obstinados y de muchos otros se hablará.
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