«Somos olvidadizos. Esta terrible experiencia nos cambiará poco»
Ana Cuenda Méndez | Directora del Departamento de Inmunología y Oncología del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC ·
¿Saldrá la Ciencia española beneficiada de la crisis sanitaria? El lugar común es pensar que sí. La científica extremeña Ana Cuenda es más escéptica. Aquí lo explica
Toda su familia es extremeña y ha vivido en muchos sitios de la región debido a que su padre, ingeniero de Extensión Agraria, se movía con frecuencia abriendo oficinas de ese organismo. Tiene recuerdos de Cheles, Higuera de Vargas, Jerez, Almendralejo, Mérida, Badajoz... Hay, sin embargo, dos lugares con especial querencia para Ana Cuenda Méndez (Badajoz, 1965): la finca 'Los buenos', entre Salvatierra y Valle de Santa Ana, y Salvaleón, de donde son sus abuelos y su madre y donde tienen casa. En Badajoz estudió en Santa Teresa y, después, en el Rodríguez Moñino. Se licenció en Biología por la UEx e hizo su tesis doctoral en el Departamento de Bioquímica. Su director fue el profesor Carlos Gutiérrez Merino, uno de los más prestigiosos de la institución. Tras doctorarse logró en 1994 una beca del Ministerio de Educación en uno de los centros de investigación de referencia en Europa, el Medical Research Council (MRC), en la localidad escocesa de Dundee. Fue para dos años, pero estuvo 13, hasta 2007, y allí dirigió la Unidad de Fosforilización de proteínas [la fosforilización es un mecanismo de transporte de energía]. Dirigió también la tesis doctoral de Guadalupe Sabio, una de las científicas extremeñas con mayor proyección nacional e internacional. En 2008 volvió a España, al Centro Nacional de Biotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), donde dirige el departamento de Inmunología y Oncología. Ha publicado más de cien trabajos científicos, que han sido citados por otros investigadores en más de 11.000 ocasiones. Es también una de las científicas españolas que se caracteriza por su combatividad a favor de la reivindicación de la ciencia como un factor esencial del progreso y de la implicación de poderes públicos, empresas y ciudadanos en su financiación. Ha sido cofundadora de la asociación 'Apadrina la ciencia' y en esta entrevista, escéptica con el porvenir de la investigación en nuestro país a pesar de que la crisis ha demostrado que es imprescindible para el futuro, pone de manifiesto el ardor con que la defiende.
–¿La crisis sanitaria que estamos todavía viviendo le ha enseñado algo a usted como científica?
–Me ha ayudado a comprender que hay que vivir el momento. Como científica, he aprendido menos. En el Centro Nacional de Biotecnología, hay un departamento muy potente de Microbiología en el que trabajan con bacterias resistentes a antibióticos, y otro departamento, que creo que es de los más potentes del mundo, que trabaja precisamente con coronavirus. Ambos grupos estaban convencidos de que una pandemia severa, como la que hemos vivido, podría llegar en cualquier momento. Nos esperábamos que algo de esto podría pasar, aunque no con tanta gravedad. La enseñanza mayor que he sacado de esta experiencia está a caballo entre la científica y la ciudadana: y es la comprobación radical de que sin investigación científica no tenemos futuro como sociedad. Esto ya no hace falta explicarlo: se ve.
–¿Lo cree así? ¿Cree que a la gente corriente esta pandemia le ha hecho comprobar que necesitamos la ciencia para vivir?
–Sinceramente, no lo sé. Me gustaría pensar que sí, pero siento que haciéndolo soy optimista. La impresión que tengo es que esta terrible experiencia que estamos teniendo nos va a hacer cambiar poco. Somos muy olvidadizos. Lo que queremos es volver a nuestra vida de antes: a nuestras costumbres; al modo de encarar el futuro como antes...
–Dice que es realista, pero le sale un realismo bastante pesimista.
–Es que en el fondo creo que los españoles no estamos educados para sacar consecuencias de esta situación, y mira que lo hemos pasado mal. Ojalá me equivoque. Para lograrlo, el concurso de los políticos sería muy importante. Deberían cambiar de rumbo para no caer en los mismos errores.
–¿Pero ve algo de ese cambio de rumbo en nuestros responsables políticos?
–Las declaraciones del Gobierno son siempre de apoyo a la ciencia y de que hay que tener un nuevo modelo productivo. Los científicos, al menos, estamos presentes en el discurso político, lo cual es positivo, pero tengo la sensación de que se queda en palabras.
–¿También cree que son solo palabras las últimas declaraciones del ministro de Ciencia, Pedro Duque, anunciando un plan de choque de mil millones para la investigación?
–En principio me parece positivo. Sin embargo, es claramente insuficiente para solucionar los problemas estructurales que la I+D tiene en España. Con esta inyección en la inversión apenas llegaríamos a los niveles en los que estábamos en el 2010 y, por supuesto, aún estaríamos lejos de la media de inversión en ciencia europea. Veo este 'plan de choque' como un parche que el Gobierno se ha visto obligado a realizar en parte por la presión social generada por la situación extraordinaria de pandemia que estamos atravesando y para dar solución a algún problema concreto y financiar proyectos específicos. Espero que los gobiernos de nuestro país por fin se convenzan de que la investigación es una inversión a largo plazo y que hay que tomarla en serio.
–Con anterioridad al anuncio del plan de choque Pedro Duque ya había comprometido mayor sensibilidad hacia su sector. En su caso, ¿su grupo de investigación o el conjunto del CSIC ha recibido más fondos, antes o como consecuencia de la pandemia?
–Si ha habido, yo no los he notado. La llegada de Pedro Duque no ha supuesto un incremento de la inversión en ciencia. El Gobierno ha dado 40 millones de euros para trabajar contra la covid y nada más. Para nosotros, ese dinero es insuficiente. Piense que en el Reino Unido solo un laboratorio ha recibido esa cantidad; aquí es para toda España. En el Centro Nacional de Biotecnología sí ha habido más donaciones privadas, de empresas y particulares encaminadas a la investigación por el coronavirus, pero quienes trabajamos en cáncer o en inflamación, como es mi caso, es posible que perdamos más. Mi impresión es que al final va a haber recortes y que los científicos los vamos a sufrir.
–¿Por qué lo cree?
–Porque nos dicen que estamos con los presupuestos prorrogados de Montoro. Eso es verdad, pero mi impresión es que falta voluntad. Tampoco damos votos, esa es la verdad.
–Pedro Duque habla repetidamente sobre la vacuna contra la covid: que si en España hay tantos grupos trabajando; que si estamos cerca de tenerla... ¿No cree que todo está reduciéndose a eso, que la vacuna es la vara de medir nuestro nivel científico, cuando el problema es mucho más grande?
–Aquí lo que quieren es ponerse medallas. Poder decir 'estamos en la cresta de la ola de la investigación'. Es lo mismo que hasta ahora ha pasado con la Sanidad. Cuántas veces hemos oído decir 'estamos en la cresta de la ola de la Sanidad en el mundo', y tampoco somos la bomba y no precisamente por el personal sanitario, que creo que su formación sí es de nivel mundial. Si los ciudadanos vieran en qué condiciones están trabajando los grupos que investigan sobre la vacuna se les caerían los palos del sombrajo. Son gente de más de 40 años y sin contrato fijo, y a lo mejor son dos en un laboratorio que tienen que competir con megalaboratorios chinos, estadounidenses o del Reino Unido, con medios impensables aquí. Los políticos hablan sobre la posibilidad de que España fabrique una vacuna, pero la realidad es que parte de la investigación para conseguirla se puede hacer porque quienes trabajan en ella tienen contactos con otros científicos en el extranjero, no porque tengamos los medios para hacerla. Es decir, a base de pedir favores particulares para que un científico amigo nos deje hacer parte de nuestro experimento en su laboratorio. La ciencia española está luchando en otra liga, pero no por falta de preparación, sino de medios. Tampoco tenemos empresas capaces de fabricar la vacuna.
–El panorama que pinta es desolador. Por lo que se ve sigue siendo necesaria la asociación 'Apadrina la ciencia', que fundó en 2015 para llamar la atención sobre las condiciones en que se hace investigación aquí.
–Sí en cuanto a atención gubernamental, pero creo que hemos conseguido algunos objetivos, sobre todo en visibilidad. Ahora hay más periodistas científicos que hace cinco años o científicos que se dedican a la divulgación.
–Pero la ciencia, como decía antes, no da votos. Eso significa que no hay una conciencia social sobre lo que vale.
–No solo no hay conciencia; hay un gran desconocimiento. Ahora todo el mundo te pregunta: '¿para cuándo la vacuna?', como si fuera cosa de dos tardes. El tiempo de la ciencia es lento, tarda en dar resultados, por eso no da votos. Eso debería saberlo el ciudadano. Aun así, la ciencia da muchos puestos de trabajo. Calculamos que en los años de recortes hemos perdido más de 30.000 puestos de trabajo, de científicos y de gente relacionada con los científicos.
–En una conferencia suya de hace unos años, contaba la experiencia que tuvo en Dundee, donde necesitaban dinero para un nuevo centro de investigación y los científicos se pusieron a pedirlo a la puerta de los supermercados. Lograron 16.000 libras. Al contar esa experiencia dijo que en España no habrían respondido así los ciudadanos. ¿Lo sigue pensando?
–Tristemente, sí. Lo sigo pensando. Aquí no hay mecenazgo como allí. Donde yo estaba se hizo un laboratorio con la herencia de una persona. Esto aquí no existe y tiene que ocurrir una pandemia para que la gente dé dinero. Ahora sí ha habido casos: empresas que han dado dinero; cantantes que han donado los derechos de una canción, gente particular... algo, pero por un hecho puntual y extraordinario.
–Como dice, aquí no hay ciudadanos suficientemente sensibilizados con la ciencia como para dar dinero si un científico se lo pide en la puerta de un supermercado. Pero tampoco veo yo a ningún científico pidiendo a la gente con una hucha. Parece que viven en un mundo más elevado que el conjunto.
–Entiendo su crítica. Yo creo que hasta hace poco no irían a esa puerta del supermercado, pero ahora sí. En los últimos años, el conjunto de los científicos hemos cambiado. Hemos aprendido a no vivir de espaldas a la sociedad porque le estamos pidiendo a la gente que no viva a espaldas nuestras. Ese cambio lo ha traído la crisis.
–¿Cree que nuestros epidemiólogos, nuestros virólogos, nuestros expertos en salud pública han estado a la altura del reto que ha supuesto la pandemia? Han cometido errores de bulto. Un par de ejemplos: minimizaron la crisis cuando ya estaba a la puerta de casa; ni se aclararon con el papel de las mascarillas...
–Pues nosotros sabíamos que cuando el virus estaba en China iba a llegar aquí. Y también sabíamos, como he dicho, que una gran pandemia podía pasar. Los especialistas sí han fallado en la repercusión tan brutal que está teniendo la covid-19 en el sistema sanitario y en la economía. Ahí sí creo que se han cometido errores, pero los investigadores hemos avisado, hemos aconsejado en todo momento que había que tomar medidas y que la mascarilla era una barrera. Y ahora estamos trabajando a destajo no solo por una vacuna, sino por un tratamiento.
–Usted investiga sobre la respuesta inflamatoria en determinados tipos de cáncer. En los infectados por la covid, el organismo reacciona con una gran inflamación, que termina perjudicando al enfermo. ¿Su línea de trabajo aporta algo a ese tratamiento anti coronavirus?
–Nosotros trabajamos en la respuesta inflamatoria de la colitis ulcerosa y el cáncer de colon, pero hemos descubierto que unas proteínas, que son las quinasas del estrés, controlan la inflamación. La inflamación es el primer mecanismo de defensa que tenemos, pero tiene que estar controlada. La reacción ante la covid es tan brutal que destruimos nuestros propios tejidos. Lo que hemos descubierto es que si quitamos o inhibimos estas proteínas podemos bajar la inflamación a niveles curativos. Lo hemos visto ya en ratones y puede ser extrapolable al coronavirus.
–Antes de empezar a grabar esta entrevista se refirió a que había vuelto a España «para bien o para mal». También dijo que «ya tiene aceptado no salir de España». Parece resignada. ¿Se arrepiente de haber vuelto de Escocia?
–Cuando me planteé volver a España, a donde quería venir era a Extremadura, pero no era posible por el tipo de investigación que hago salvo si era en la Universidad. Me presenté a una plaza del CSIC y la saqué porque tenía currículum suficiente. Cuando volví tenía dinero para investigar, pero a partir del tercer año, es decir, en 2010, ahí empezó una etapa muy dura, durísima. Entonces, cuando estoy de bajón, me digo: «Con lo fácil que era allí». En Escocia no hay burocracia; aquí te ahoga; allí te entienden y te apoyan. Aquí, no. Echo mucho de menos ese apoyo al trabajo científico que aquí no tenemos.
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