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Pandemias y naturaleza

DÁMASO CABRERA GÓMEZ PROFESOR DE BIOLOGÍA Y GEOLOGIA

Martes, 28 de abril 2020, 08:42

UN reputado naturalista y divulgador científico Español, Víctor J. Hernández, mencionaba que nunca la distancia entre naturaleza y ser humano ha sido tanta como hoy día, sumiéndonos en una irrealidad paralela, desconectándonos profusamente de ella. Palabras de calado que ponen en valor el efecto que la propia naturaleza y su inherente biodiversidad nos brindan como barrera protectora ante la pandemia actual que nos asola por todo el mundo, COVID-19, y otras posibles que se pudieran derivar.

Conocidos son, por la comunidad científica, el origen y desarrollo de esta zoonosis, su afectación al ser humano, donde la carga vírica puede relegarnos a un prematuro ocaso vital, más si cabe, se la relaciona con el estrés o distintas enfermedades inmunodeprimentes padecidas. En este sentido, una naturaleza sana, con ecosistemas funcionales y diversidad de especies, ayudarían a contener inicialmente primeros episodios de infecciones patógenas, del mismo modo que responde y palia de modo natural ante distintos eventos contaminantes atmosféricos, acuáticos.

Resulta evidente la relevancia de la globalización y migraciones climáticas, tanto en beneficios sociales o económicos, como en la afección negativa a la naturaleza o en la expansión y contagio de estos patógenos, de ahí la importancia de limitar movimientos a través de un confinamiento necesario, que debiera servir imperiosamente para reflexionar acerca del día después, donde nos devuelvan a una normalidad escalonada admisible, pero que pudiera suponer, si volvemos a lo mismo, una carga incontrolada y funesta para nuestros ecosistemas, una alteración desmedida del cambio climático, de desigualdades económicas y sociales insostenibles, de expansión impía de futuras pandemias, mostrándonos con crudeza palmaria cuán sensibles somos a un medio natural enfermo y a una crisis más compleja de atajar que la del actual COVID-19, la problemática sempiterna del cambio climático.

Ante esta situación concluyente, se hace obligado cuestionar el actual sistema, tal y como lo conocemos, donde cada actor debe ejercer su papel, con ineludible responsabilidad. Políticos que, tanto en sus países, como en las diferentes cumbres mundiales del clima, deberían comenzar a marcar pautas convergentes de evolución y desarrollo sostenible y no dislates permanentes que llevan al bochorno y al descrédito razonado. Si no queremos sufrir próximas enfermedades de igual o peor magnitud que la actual, el ser humano no debe acaparar tal proporción de recursos ni provocar este sin fin de alteraciones ambientales a tasas donde la biosfera no pueda ejercer una efectiva respuesta de contención. Todos tenemos una gran responsabilidad para abordar con esperanzas renovadas ese futuro feraz que realmente deseamos y no sé si merecemos. Einstein decía: «Miremos profundamente a la naturaleza y comprenderemos todo mejor». Resolublemente, debemos acercarnos de modo fiel e íntegro a la naturaleza, o evolucionamos con ella, juntos como hermanos o pereceremos en la vida, juntos como necios.

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