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La carta se la enviaron a Felipe González en fecha desconocida desde Granja de Torrehermosa (Badajoz, 2.041 habitantes ahora, muchos más entonces) y es corta y directa. «Amigo Felipe: Te agradecería tengas a bien enviarme dos fotos tuyas dedicadas. Una es para colocar encima de una mesa y la otra para colgar en la pared una vez se les pongan sus respectivos marcos. Te ruego me las envíes por lo que te aprecio y valoro. Estas dos fotos puedes enviarlas contra reembolso, o me dices cómo te envío el dinero. Perdona las molestias. Un abrazo». En otra hoja, con el sello del Colegio Oficial de Agentes Comerciales a un lado, y al otro el escudo nacional del águila con el lema 'Una, grande y libre' y las flechas falangistas, el autor añade un último dato: «Las fotos son para mi despacho».
El texto forma parte del archivo personal del expresidente del Gobierno, una base de datos que desde hace algo más de un año está a disposición de cualquiera en la web de la Fundación que lleva su nombre. Es una recopilación amplia y bien ordenada, que incluye documentos sobre asuntos de Estado más o menos relevantes o conocidos, pero también otras piezas que no darán un vuelco a la historia de España pero ilustran sobre los usos y formas de una época y sobre cómo algunos ciudadanos conciben la figura del presidente del Gobierno. Hay en este escaparate digital mucha gente y muchos sitios. Entre ellos, claro, Extremadura.
Está Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que durante décadas formó parte de los órganos de decisión del PSOE. Aparece el expresidente de la Junta en una foto sentado en un despacho de La Moncloa, durante la recepción celebrada en marzo de 1983. Y su nombre se repite en varios de los cuadernos de notas que González escribió durante años y que también están en Internet. Leerlos -intentarlo, más bien- obliga a fruncir el ceño y achinar los ojos, porque no siempre es fácil entender la letra del exdirigente socialista que ahora pasa buena parte del año en su finca cacereña de Guadalupe.
En esos folios cuadriculados hay reflexiones, apuntes, ideas, sugerencias, recordatorios... Difíciles de interpretar porque falta el contexto, de modo que el significado cierto lo conoce solo su autor e intentar descifrarlo equivale a elucubrar. En el cuaderno de abril de 1993, González escribe el nombre de Juan Carlos Rodríguez Ibarra y debajo pone primero 'Totalmente disponible', y luego 'Que haga lo que quiera'.
En ese mismo bloc hay otra anotación que alude a la comunidad autónoma. En concreto, a la campaña electoral de las elecciones generales del 6 de junio de 1993. Tras el encabezado 'Resumen mitin de Badajoz' aparecen dos frases: 'Devolver la confianza en sí mismo a nuestro pueblo' y 'Recuperar la confianza de los demás'.
La región aparece en el archivo también en otro epígrafe: el álbum de fotos de la visita que González hizo a los mineros en huelga en Cala (Huelva). En las fichas que acompañan esas imágenes de mayo de 1982 se explica que el encierro de los trabajadores fue «la continuación de una serie de protestas y huelgas que comenzaron en septiembre de 1981 por la decisión del Gobierno de limitar el proyecto de una nave de pelletización de hierro en Fregenal de la Sierra (Badajoz) que se nutriría de la producción de las minas de Cala, entre otras». «El 1 de mayo de 1982 -sigue- finaliza el encierro de los mineros de Cala con la garantía de la viabilidad de la nave de Fregenal».
Sin embargo, el mayor contenido relacionado con Extremadura está en las cartas ciudadanas. Hay ocho, muy distintas entre sí. En una, un vecino de Alcuéscar le explica que no está a gusto en la residencia en la que vive y le pide que le ayude a irse a otra. El partido intercede para intentar cumplir el deseo de este veterano militante, y redacta dos cartas. Una es para el hombre, para decirle que han recibido la misiva e indicarle que se la remiten a los compañeros del grupo parlamentario de Cáceres. La otra es la que se traslada a ese grupo político. «Os rogamos intentéis tomar contacto con él (el autor de la carta) y ver la posibilidad de satisfacerle, si lo estimáis necesario. Esperamos no os cause muchas molestias este asunto». Tanto esta como la anterior son de noviembre de 1979 y las firma Myriam Soliman, secretaria general.
Es ella también quien escribe, en mayo de 1980, a un vecino de Navalvillar de Pela que se había dirigido al secretario general socialista. Le saluda con un «salud, camarada» y acto seguido le pregunta por qué los guardias de asalto perciben su pensión pero los carabineros de la República no. El manuscrito dirigido al expresidente es difícilmente legible, al contrario que la respuesta mecanografiada que le envía Soliman, en la que le explica que la discriminación se debe al diferente modo de actuar entre el ministerio de Interior, del que dependen los guardias, y el de Defensa, al que estaban adscritos los carabineros. Le anuncia que el PSOE emprenderá nuevas acciones reivindicativas para solucionar el problema y le invita a contactar con «nuestros compañeros de Solidaridad Democrática» si necesita más información.
En otra de las cartas extremeñas que recibió González en su condición de secretario general socialista y que ahora han visto la luz, un jubilado de Zafra le explica que en su día le concedieron dos pensiones (de 1.700 y 1.400 pesetas, que equivalen a 10,22 euros y 8,41, respectivamente) pero que han dejado de pagarle una, y le pide que le ayude a recuperarla. «Es la primera vez que recurro a vosotros en 50 años ininterrumpidos de trabajo -escribe el hombre- y como socio del partido desde 1925 hasta el 36, año en que me fui a luchar contra el ejército invasor fascista, estando toda la guerra como teniente de artillería en todos los frentes, como Brunete, Teruel, El Ebro, etcétera». Tras dos años en la cárcel, acusado de rebelión, se reintegró a la sociedad como profesor de dibujo en Zafra, hasta jubilarse por un problema de visión. Resume su vida en un folio y medio. Es el año 1979. «A ver si podéis hacer algo -concluye- por subsanar estos coletazos del franquismo».
Con el paso de los años y la normalización política y social del país, a González le llegan otro tipo de mensajes. En marzo de 1980, un vecino de Brozas (Cáceres) le expone su opinión sobre el marxismo y la religión. En febrero de 1995, otro le escribe desde Badajoz para informarle de que «hay personas a las que pagan por hablar mal del PSOE». Un año después, otro desde la misma ciudad le aconseja que suba las pensiones para captar el apoyo de los pensionistas. «Te asegurarías -le hace ver- el 100% de los votos de nuestro colectivo y de los que están próximos a entrar en él». Y en ese mismo año 1995, una joven con una letra que ya quisiera González para sí, le anima a «que siga trabajando en beneficio del país». «Yo tengo 29 años -le dice-, pero desde los 19 milito y participo activamente en el partido en Cáceres, por eso me duele lo que nos están haciendo, la tortura a la que te están sometiendo a ti (...) Me parece injusto que nos masacren recordándonos la gente indeseable que se nos ha colado como socialistas».
Hay una diferencia de varios lustros entre esta última carta y la del agente comercial de Granja de Torrehermosa. Entre un texto y otro media un mundo, en el fondo y en la forma. Pero hay también algo en lo que coinciden. Son dos puntos. El primero es que sus autores difícilmente imaginaron que llegaría un día en el que esas cartas suyas las podría leer cualquier persona en el mundo. Y el segundo es que ni uno ni otro se andan por las ramas al declarar su admiración por González. Lo que no cuenta el archivo es si al hombre le llegaron las fotos dedicadas para su despacho.
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