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Pasado mañana, los franceses elegirán a Macron o a Le Pen. Los valores integradores de la République Française o los valores de la ciudadanía francesa ... de pura sangre, que es una manera de disimular un discurso racista y xenófobo que, según Philippe Martínez, secretario general de la CGT, principal sindicato francés, y nieto de emigrantes españoles, tiene mil años de antigüedad.
El colmo de la xenofobia es un extremeño racista. Pero los hay y muchos: así lo certifican las encuestas y los resultados de las últimas elecciones generales. Pero para entender las claves de ese discurso de mil años, ahora teñido de odio al árabe y antes teñido de odio al español y al extremeño, vamos a retrotraernos en el tiempo cien años y a trasladarnos al barrio parisino de Saint Denis.
Situémonos en el río Sena y ascendamos hacia el norte. Vamos dejando atrás Le Marais, La Villette y Montmartre. Rebasamos el Stade de France y llegamos, por fin, a Saint Denis: una basílica, primera catedral gótica de Francia, donde están enterrados la mayor parte de los reyes franceses y, alrededor, un mercadillo donde se venden, sobre todo, babuchas y chilabas, un barrio donde más de la mitad de la población es de origen no europeo y donde el nombre más popular es Mohamed.
Pero habíamos propuesto trasladarnos al año 1920 para sumergirnos en este barrio de Saint Denis y fijarnos en cómo ha cambiado... ¿Ha cambiado? Bueno, sí, un poco: su población entonces era de origen español y el nombre más común no era Mohamed, sino José. Hace cien años, el barrio de Saint Denis era conocido como La Petite Espagne y había calles donde el 96% de sus vecinos eran españoles. Pero afinemos más: había una calle que se llamaba popularmente de Cáceres y otra que era conocida como La Vera. Las llamaban así porque en ellas se juntaban cacereños y veratos, que vivían hacinados en casas sin agua corriente.
¿Cómo reaccionaban los franceses ante aquella invasión? Pues igual que reaccionan hoy los seguidores de Le Pen, es decir, quejándose a las autoridades de que aquella invasión de españoles, que tenían muchos hijos, se portaban muy mal y comían cosas raras, iba a espantar a los compradores de sus viviendas y a abaratar el precio de sus propiedades. Se supone que entonces no se escandalizaban por motivos religiosos, pero nos equivocamos. Los 'lepenistas' de hace cien años protestaban porque los vecinos de la 'Rue de Cáceres' eran demasiado católicos para una Francia laica donde existía una separación iglesia-estado. Ahora acusan a los inmigrantes de no ser buenos católicos franceses.
Los inmigrantes españoles del siglo pasado eran demasiado católicos y los inmigrantes árabes del siglo XXI son poco católicos. ¿En qué quedamos? En un interesante podcast del periodista Antonio Delgado para RNE, Philippe Martínez deja claro que no se trata de un problema de religión ni de costumbres, sino de pura xenofobia y racismo, un discurso milenario. Es el odio al extranjero y dan lo mismo los argumentos y quién los maneja.
De los vecinos de aquellas calles de Cáceres y de La Vera, se decía que trabajaban mal y que venían a comerse el pan de los franceses. Es más, cuando algún trabajo se hacía de manera deficiente, se decía que parecía un trabajo de españoles. Hoy se argumenta lo mismo, pero en Francia se dice que las chapuzas lamentables son un trabajo de árabes. Sean cacereños (recuerden 'Cacereño', la novela de Raúl Guerra Garrido sobre la emigración en el País Vasco) o musulmanes, el mecanismo de la xenofobia se engrasa igual: con odio y con mentiras.
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