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Jesús Cruz (segundo por la izquierda), junto a una doctora, una traductora y el coordinador de logística de su equipo. HOY
«Por aquí pasan aviones rusos; todas las noches oímos las alarmas»

«Por aquí pasan aviones rusos; todas las noches oímos las alarmas»

Un cacereño en el escenario de la guerra ·

Jesús Cruz es el coordinador de emergencia en Ucrania de Médicos del Mundo y presta apoyo a un equipo humano de 90 personas

Lunes, 14 de marzo 2022, 20:58

Desde la ventana del modesto hotel donde está instalado Jesús Cruz Franco (Cáceres, 1972) se ven todos los tejados blancos. «Hoy ha salido el sol, pero hace mucho frío y lo habitual es que nieve», cuenta este cacereño, que vive en primera persona estos días la cruda realidad de la guerra de Ucrania. Hasta ese país se ha marchado como coordinador de emergencia de Médicos del Mundo.

Está en Chernovtsi, una ciudad ucraniana de unos 250.000 habitantes situada en la frontera con Rumanía. Es el punto elegido por la organización para la que trabaja como cooperante para instalar su cuartel general con el objetivo de hacer llegar el material sanitario necesario a los hospitales. No es una misión fácil, sobre todo en los centros que están sitiados.

Cruz, licenciado en Derecho y Económicas, tiene experiencia en escenarios bélicos. Estuvo durante dos años y medio en la antigua Yugoslavia. También ha pasado por África y por India. Lleva diez días en Ucrania. «Tenemos un equipo de 90 personas que están distribuidas por todo el país. Yo soy un soporte para todas estas personas para una operación de emergencia», detalla.

El equipo está integrado, fundamentalmente, por ciudadanos ucranianos. Esta circunstancia hace que algunos se hayan tenido que desplazar desde zonas de combate hasta la ciudad fronteriza donde está Jesús, que ha visto triplicada su población por la llegada de civiles procedentes de otros puntos del país.

Su jornada, explica el cacereño, comienza con un desayuno compartido con el resto de compañeros. «Cuando se desplazan lo hacen con su familia, con sus mujeres, con los abuelos, con los niños pequeños... El primer punto de encuentro que tengo con el equipo es en el desayuno. Ahí veo un poquito cómo están y a partir de ahí empezamos a planificar todas las actividades que vamos a hacer durante el día», relata.

Entre estas actividades de reacción a la emergencia se encuentra, por ejemplo, la planificación de un pasillo humanitario para la entrega de medicamentos, contactar para conocer las necesidades de cada lugar y trabajar con los departamentos de logística y compras para suministrar a hospitales por todo el país, que en estos momentos no tienen acceso a las medicinas y no pueden continuar sus tratamientos si no llegan.

«El país se divide en dos zonas. Una es la zona en la que el conflicto está abierto, que afecta sobre todo a ciudades. Muchas están sitiadas y la población se ha quedado encerrada. Por el momento, los pasillos humanitarios para que les pueda llegar la asistencia no se están abriendo. Ahí la situación es dramática», cuenta. «Las personas –prosigue– que pueden salir de las zonas de conflicto o de zonas que se prevé que van a entrar en conflicto se mueven hacia las fronteras de la Unión Europea, como Rumanía y Polonia, y hacia Moldavia para intentar pasar. El país tiene mucha gente desplazada interna que se está moviendo para ponerse a salvo», expone el cooperante.

En la frontera con Rumanía

Chernovtsi es una ciudad que a Jesús le recuerda a Cáceres por su patrimonio histórico. Aquí, en Cáceres, el cooperante extremeño tiene a sus padres, a uno de sus hermanos y a sus sobrinas, con los que contacta a menudo. «Al ser una ciudad fronteriza, te encuentras a muchas familias desplazadas. Como los hombres se han tenido que quedar en el ejército, suelen estar formadas por madres con sus hijos», relata.

La crudeza por dejar atrás todo para escapar de la guerra, señala Cruz, se ve en las miradas. «Se lo ves en la cara. Trabajo con ucranianos. Uno tiene a su madre en una cuidad que está siendo bombardeada y ves su preocupación. Es un país en guerra y la guerra se transmite también en los sentimientos, en las preocupaciones y en la forma de estar de las personas».

Por eso Jesús asegura que Chernovtsi vive «una normalidad falsa». Se puede ir, por ejemplo, al supermercado a hacer la compra pero sus habitantes viven con la inquietud por saber qué pasará mañana.

«Por aquí pasan los aviones rusos. Todas las noches oímos las alarmas de emergencia. Llevamos un par de noches en las que hemos tenido que ir al refugio, que son los sótanos, y esperar a que se desactiven», comenta a media mañana, en la pausa del almuerzo. «Lo que ocurre es que aquí no hay ningún objetivo militar», tranquiliza.

De las pequeñas cosas cotidianas que han sorprendido a Jesús está el hecho de ver a las familias desplazadas que viajan sin dejar atrás a sus animales de compañía. «Es muy entrañable porque ves a los niños pequeños con sus perritos en el refugio». También le ha resultado curioso ver a un señor que sacó un piano a una calle peatonal y comenzó a tocar.

Jesús Cruz estará, en principio, en Ucrania durante los próximos tres meses. La mejor manera de ayudar desde la distancia, comenta, es ofrecer acogida y refugio a todas las personas que huyen del conflicto. «Salen sin nada. Han tenido que abandonar sus hogares con todo lo que tenían dentro de ellos», explica. La otra opción es ponerse en contacto con las organizaciones que están sobre el terreno y hacer donativos. Médicos del Mundo cuenta desde hace varios años con una sede en Extremadura, situada en la capital emeritense.

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