
El pastor que se entregó a las letras
Jacobo Molina ·
Escribe poemas sobre el campo, de las vías pecuarias, las plantas medicinales y sus vivenciasSecciones
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Jacobo Molina ·
Escribe poemas sobre el campo, de las vías pecuarias, las plantas medicinales y sus vivenciasJacobo Molina nació en 1940. Este santeño, a pesar de tener los ochenta y un años cumplidos, tiene unas ganas locas de escribir, y en ello anda, perfilando un libro sobre su vida, 'Recuerdos', que, como la de muchos vecinos de su localidad natal nacieron en una época en la que hubieron de vivir una crianza de estrecheces, no solo en lo material sino también en lo intelectual.
«Mi padre era pastor y estábamos en una finca de Usagre, la de los González. Vivíamos mis hermanos y yo con mis padres en una pequeña casita de pastores y no podíamos ir a la escuela porque entonces no había los medios de hoy para llevar al colegio a los niños que viven en el campo. Yo ahora me siento orgulloso de que mi hijo sea licenciado en Historia», asevera.
Jacobo cuenta que el pan lo hacían en un horno del cortijo, el trigo se molía en un molino de la ribera de Usagre y la compra, a cada diez o doce días, la hacía su madre en el pueblo y, el mismo día, se volvía al campo.
«Mi vida, hasta que me fui al servicio militar, era el campo; desde los ocho años me dediqué a cuidar 40 ovejas con las que pastoreaba por la finca durante todo el día con mi mochila, la cantimplora de agua y la prevención para comer», narra este santeño.
La madre de Jacobo sabía leer y escribir: «Poco, pero me empezó a enseñar las primeras letras y a sumar y a restar que, en cuanto a los números, era a lo que ella llegaba» Jacobo era un niño que tenía mucho empeño en aprender: «Me llevaba la pizarra y el pizarrín al campo, con las ovejas, y mientras ellas pastaban, yo copiaba lo que me mandaba mi madre y por las noches, a la luz de un candil, copiaba del libro 'Manuscrito' hasta que se acababa el aceite; mucho esfuerzo en aprender, cosa que no me pesa», afirma.
El 'Manuscrito' se lo regaló un 'pedrero' que hacía paredes de piedra en la finca de al lado por el procesamiento de piedra seca.
Jacobo se sacó el carné de conducir de coche y moto el mismo día. «Hice los test con Eulogio en su autoescuela y me los aprendí de memoria mientras cuidaba las ovejas, de manera que los aprobé a la primera. Tras unas clases prácticas, también aprobé el examen para coche y el de moto». El carné –asegura Jacobo– me sirvió mucho para mi trabajo como tractorista».
La mili marcó también la vida de este santeño quien, a la vuelta, dejó el campo. «Gracias a Dios, y al carné de conducir, no me quedé nunca sin trabajo».
Pero Jacobo Molina quería aprender más y se matriculó, al ver unos papeles que habían tirado por las calles del pueblo, en un curso de educación a distancia para enseñanzas técnicas. «Estudie por correspondencia electricidad, mientras trabajaba en el campo de tractorista». Esos estudios le permitieron entrar a trabajar en el cine Monumental sin dejar las tareas agrícolas. «Fui operador de cámara hasta que el cine Monumental dejó de proyectar películas por el auge de la televisión, que restó espectadores en la gran pantalla».
En la fiesta de las Letras que desde hace unos años celebra la Asociación Histórico Cultural Maimona, Jacobo Molina colaboró. Exactamente en su primera edición. Lo hizo con un relato sobre un carnero 'manso' que crio de chico. El segundo relato, también publicado en esta misma serie en 2021, fue el de una niña que conoció en el año 1950 y con la que coincidía en el campo, junto a un pozo, cuando él tenía diez años y pastoreaba las ovejas. «Era la hija del porquero de una finca, en la linde de la de los González, en la que yo vivía, y que el padre quedaba sola mientras se iba todos los días, de sol a sol, con los cochinos a las rastrojeras. Al conocer la historia uno de los hijos del dueño de la finca, que era médico, la sacó a ella y al padre de allí y la llevó al pueblo para que la niña pudiera estudiar y el padre trabajar en los albañiles», comenta.
Se trata de una historia muy tierna en la que se pone de relieve lo importante que es el aprendizaje en la niñez.
Jacobo tendrá que seguir contando sus historias, que pasan por escribir poemas muy rudimentarios del campo, de las vías pecuarias, de las plantas medicinales… en fin, de sus vivencias contadas desde la más tierna infancia a su vejez, que lleva con espléndida salud y claridad de mente.
En imprenta tiene ahora mismo un libro de más de 100 paginas: 'Vivencias', editado por él mismo y con ayuda de la Diputación. Ahí cuenta parte de su vida. En este momento escribe un largo poema sobre la vida de los pastores, que fue la suya y otro a la Virgen de la Estrella, pero lo que más le gusta a este pastor son los relatos.
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