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Domingo, 9 de diciembre 2018, 08:58
En los cuatro grandes núcleos de población extremeños el patrimonio cultural tiene un peso destacado. El pasado romano de Mérida, el casco histórico de Cáceres, los vestigios árabes de Badajoz o el centro monumental de Plasencia dotan a estas localidades de unos recursos turísticos de gran valor.
Cada uno de los centros antiguos de estas ciudades tiene unas características propias. En Cáceres priman los edificios históricos sobre las viviendas; en Badajoz ya dura años el proceso de recuperación, y en Mérida y Plasencia se unen monumentos y vida diaria. «Todos los modelos pueden ser viables, pero desde ONU-Habitat consideramos que la ciudad tiene que ser viva, incluyente, integrada y conectada», según Carmen Sánchez-Miranda, jefa de esta oficina en España, que añade que las ciudades que están vivas y que mezclan viviendas, comercios y patrimonio -siempre en sintonía con la normativa correspondiente- son más agradables para la vida.
Para Sánchez-Miranda, el objetivo primordial es que la gente viva mejor en las ciudades y entiende que «los centros históricos que, respetando la conservación del patrimonio, acogen a la población, en términos de vivienda, de espacios públicos o de sectores productivos, a la larga son más sostenibles».
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