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Cuando a Paula Cisneros, una cacereña de 13 años, se le caían los lápices en el colegio, se los recogían. O cuando hacía algo bien ... le aplaudían. Sin mala intención, había sobreprotección por parte de sus compañeros y profesores. Era el inicio de su etapa escolar y no hablaba bien como para explicar que ella podía hacerlo sin ningún problema. Solo necesitaba más tiempo y esfuerzo que una persona sin síndrome de Down. Ante eso, su familia encargó una chapa que puso en su mochila. En ella se podía leer 'yo lo puedo todo, déjame intentarlo'.
Hoy, diez años después, la sigue llevando, pero está a punto de quitársela. La gente ya sabe de lo que es capaz. Lo demuestra cada día. Solo hay que ver cómo se comporta y cuenta lo que le gusta desde el salón de su casa. A su lado está sentada su hermana Sara, su madre Candy y su padre Tomás. Y justo detrás de ellos hay un aro de luz que se ha convertido en uno más de la familia.
Paula arrasa en Internet. Bajo el nombre 'Yo lo puedo todo', tiene dos redes sociales que utiliza diariamente: Tik Tok e Instagram. Entre las dos acumula 300.000 seguidores y sus vídeos no dejan indiferente a nadie.
Todo empezó cuando sus padres se dieron cuenta de que Paula podía hacer cosas que no hubieran imaginado a su corta edad. Ante eso, su hermana, que también tiene miles de seguidores en redes, propuso abrirle una cuenta de Instagram. «Por ejemplo, contaba muy bien, lo hacía de diez en diez desde muy pequeña e intentamos hacer llegar a los demás el trabajo que había detrás», recuerda su madre.
El secreto estaba a casi 6.000 kilómetros. Esta familia cacereña viajaba cada seis meses a Filadelfia (Estados Unidos) para aprender y poner en práctica el método Doman.
Se trata de un sistema que utiliza lo que se denomina bits de inteligencia, estímulos diseñados para ser fácilmente procesados por los sentidos. Se utiliza en casos de parálisis cerebral, síndrome de Down, autismo y problemas del desarrollo psicomotor. Su objetivo es lograr el desarrollo integral en el área física, intelectual, emocional y social.
Estuvo aprendiéndolo hasta los cuatro años, cuando ya empezó el colegio. En ese momento sus padres se dieron cuenta de que tenía el mismo nivel que otros niños sin ningún tipo de diversidad funcional. «Así que fue el momento de enseñar a otros padres, a través de las redes sociales, que sus hijos también podían llegar lejos», explica Candy.
«Ahora también tengo Tik Tok», dice Paula, que no para de moverse, bailar e interrumpir a su hermana y su madre mientras hablan.
Cuando empezó la cuarentena por la covid, ella también quería tener la red social que más usan los adolescentes. Se lo dijo a su hermana y empezaron a publicar vídeos en la cuenta de Sara hasta que observaron que la gente se sorprendía de que una niña con síndrome de Down apareciese en las imágenes.
Además de ofrecer contenido de diversión, también subían vídeos para visibilizar que hay gente con un cromosoma más con grandes capacidades.
«Te voy a contar sobre mi vida» dice Paula de repente. «Voy al instituto, luego a comer, voy a las terapias, a teatro, meriendo, estudio y voy al aire libre a hacer vídeos cuando me da tiempo. También voy a baile. Las terapias me gustan porque me ayudan para mi lenguaje», comenta.
Va al logopeda, terapia ocupacional y psicomotricidad. «Y al dentista», dice con una sonrisa. «Lo que más me gusta es Educación Física, Plástica y recreo». No puede ser más sincera.
«Es muy sociable, sensible y empática», comenta su madre. «Es muy buena», añade Sara. Enseguida Paula le corta: «Y mi hermana», comenta mirándola. Tiene una espontaneidad propia de la inocencia que le hace única.
Ahora cuelgan contenido cada día para divertir, ayudar, informar sobre el síndrome de Down. Las redes las lleva su madre, que está pendiente en todo momento. Edita los vídeos y los sube.
Pero como en todo, también hay una parte negativa. «Hay quien no lo entiende e incluso me acusa de utilizar a mi hermana para tener seguidores. El problema es que haya gente que vea eso. Yo simplemente hago vídeos con ella porque es mi hermana», argumenta Sara.
«Cuando ven a Paula tienen el comentario fácil. Al principio me molestaba. Luego me di cuenta de que se podían usar esos mensajes para lanzar otros. Así que intento contestar con humor y educación. Incluso aprovecho para informar», cuenta Sara.
Entre las tres han logrado visibilizar el síndrome de Down. Les llegan mensajes de muchas partes del mundo. «Hay padres que nos agradecen lo que hacemos y le motivamos para seguir hacia delante», comentan.
También se han puesto en contacto con ellas universidades, alumnos que están haciendo los trabajos de fin de grado y organizadores de charlas. «Al principio contestábamos a todo, pero ahora ya son tantos que es imposible». Incluso han contactado con ella para participar en un casting de una serie. Seguro que también puede con ello.
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