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En la entrega de los premios En Salsa, el crítico gastronómico Carlos Maribona aseguró que el restaurante Atrio era un tres estrellas Michelin de libro ... por bodega, servicio y cocina. Y acertó. También apuntó, resignado, que si después de 30 años en la cima de la gastronomía, José y Toño no habían conseguido la máxima calificación de la guía francesa, era difícil que ya pudieran alcanzarla. Y en ese punto, afortunadamente, no acertó. Y se alegró por ello como contó en su crónica de la gala de la entrega de las estrellas, donde describió la gran ovación, la mayor en la historia de estos premios, que recibió el restaurante Atrio.
La mañana de los premios, estaba tomando unas cañas en Lizarrán con unos amigos cuando me llegó la noticia de que esa noche se haría justicia en el firmamento Michelin. Lo comentamos y nos alegramos, sin echar las campanas al vuelo, sin fiarnos del todo. Al atardecer, conecté con la gala y cuando se escuchó el nombre de Atrio y la concesión de las tres estrellas, un clamor inenarrable se escuchó en el palacio de congresos El Greco de Toledo. Fue inusual, nunca se grita, ovaciona y aplaude tanto en esa gala. Las aclamaciones duraron más de un minuto y la satisfacción del público daba la razón a Maribona: Atrio era un tres estrellas de libro y por fin se hacía justicia.
Para Cáceres, las tres estrellas Michelin suponen aunar el patrimonio monumental (parte antigua), el patrimonio artístico (Helga de Alvear) y el patrimonio gastronómico (Atrio), que son las tres columnas que sostienen la atracción turística. En España, más allá de Cataluña (4) y País Vasco (4), solo hay un restaurante con esa categoría en Madrid, Denia, El Puerto de Santa María, Cantabria y Cáceres. Es una joya que atrae y supone una marca, un símbolo de calidad. Puede discutirse que la fama y el prestigio dependan de unos señores franceses, pero así son las cosas y no las vamos a cuestionar para una vez que nos favorecen.
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El 'boom' de la gastronomía es reciente en España. La primera crítica gastronómica en un periódico no aparece hasta el 30 de noviembre de 1969, cuando Francisco Moreno Herrera, Conde los Andes, firma una crítica sobre el restaurante madrileño 'La Marmite' en Los Domingos de ABC con el seudónimo de Savarin. Enseguida, aparecen las primeras guías gastronómicas españolas, las de Gonzalo Sol en los años 70, cuando los españoles empiezan a comer fuera de casa. Con la democracia, la gastronomía da el gran salto adelante y aparece Atrio (1986).
El crítico que elevó la gastronomía al altar de la literatura fue Manuel Vázquez Montalbán, que hace que su detective Pepe Carvalho visite Atrio en su libro 'Carvalho Gastronómico. Guía de restaurantes obligatorios' (2002), donde también destaca la labor de Fernando Bárcena en el Aldebarán de Badajoz. Para el detective Carvalho, hace 20 años, Atrio (entonces tenía una estrella) ya era el símbolo de la nueva cocina extremeña y destacaba sus recetas monacales, sus platos con cerdo ibérico y su bodega afrancesada.
En Cáceres, ciudad de provincias, o sea, ciudad cainita, donde el triunfo de los paisanos se mira con desconfianza y pelusa, siempre hay quien salta con el mantra de que Atrio es muy caro, como si eso descalificara sus triunfos. Cuando Pepe Carvalho comió aquí, su precio medio era de 50 euros y Montalbán lo situó entre los 50 restaurantes más caros de España. Pero Atrio no está ahí para que comamos nosotros, los de Cáceres, que ya sabemos dónde comer barato cosas ricas, sino para que vengan desde cualquier parte del mundo a dejar dinero en la ciudad y a admirar su gastronomía, su monumentalidad y su arte.
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