Las amables propuestas como «prefiero que me pague en efectivo» o fórmulas similares que los propietarios de los negocios hacían, y continúan haciendo, a sus ... clientes se han transformado en los últimos meses en mensajes mucho más directos y situados a las puertas de los establecimientos. «Solo efectivo. No aceptamos tarjetas» se puede leer en, por ejemplo, la entrada del Mesón Los Castúos, ubicado en la avenida Santa Marina de Badajoz.
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Una tendencia que no solo se está comprobando en la hostelería. También las pequeñas tiendas de comestibles, como panaderías o fruterías, son cada vez más reacias a utilizar una TPV (terminal punto de venta) para cobrar. Lo mismo sucede, esa ausencia de datáfonos, en peluquerías o ferreterías. «Creo que no son útiles para negocios en los que los importes son reducidos, en muchos casos por debajo de un euro», aporta María Santana, dueña de la panadería Hermanas Santana, en el barrio pacense de San Fernando.
Ella prefiere apuntar las compras a quien no puede pagar en efectivo, como lo ha hecho siempre. «Si la gente no trae dinero, me paga otro día y no pasa nada», confirma. Sin embargo continúa realizando algunos cobros con tarjeta. «Hay días que no te queda más remedio y, sobre todo los fines de semana, se utiliza».
Roberto Serrano
UCEx
Igualmente está proliferando en Extremadura los establecimientos que, aunque sí tienen su TPV activa, colocan bien visibles anuncios en los que se avisa de una cantidad mínima para el pago con tarjeta uso. Esas cuantías suelen estar entre los seis y los diez euros. «La mayoría de los negocios de barrio comenzamos a utilizar los datáfonos con la pandemia, por el miedo que tenía la gente a tocar el dinero o a poder contagiarse, parecía lo más higiénico; ahora se han quedado aunque estamos hartos de ellos», comenta Santana.
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En algunos locales el 'bizum' se ha impuesto como método de cobro. Sus propietarios tratan de sortear las restricciones de esta aplicación con varios números de teléfono móvil, porque esta herramienta tiene un límite de operaciones mensual para los particulares y conlleva un coste para las empresas que en ocasiones es mayor al que supone un datáfono.
Los extremeños que han tenido la fortuna de disfrutar de la costa en los primeros días de verano también han constatado que están proliferando en las zonas de playa los negocios en los que sólo se puede pagar con dinero en metálico.
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Detrás de esta tendencia en contra del pago con tarjeta por parte de los empresarios hay varios motivos. Uno de ellos es el ahorro económico. Las últimas ofertas de las entidades bancarias sitúan el coste del servicio de las TPV para los autónomos y las pequeñas empresas entre los diez y los sesenta euros, a lo que habría que sumar el desembolso por el propio aparato y su mantenimiento. Un importe moderado en los gastos totales de una empresa. «Yo, particularmente, me he cansado de los bancos y de que cada vez nos pongan más dificultades, no nos ayudan en nada, así que intentaré no hacerles ningún gasto», dice un hostelero que prefiere no dar su nombre.
Es consciente, este autónomo, que esa decisión puede ir en contra de sus propios beneficios: «Sé que pierdo alguna consumición, sobre todo menús del día que se pagan con tarjetas de empresa, pero me da igual», asegura.
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No todos están dispuestos a ese esfuerzo económico. «Quité la TPV un tiempo, pero con los cafés que dejé de poner o la gente que me dijo que iba a sacar dinero y nunca volvió, al final la volví a poner», justifica el dueño de un bar situado en la ronda del Pilar de Badajoz.
El restaurante Masumi, también en la capital pacense, colgó un tiempo un cartel en el que advertía que únicamente se permitía el pago en efectivo. Actualmente sí cobra con tarjeta.
Otra de las causas que aducen quienes reniegan de los datáfonos es el rastro que dejan las operaciones con tarjeta. Las liquidaciones trimestrales del IVA que deben hacer los autónomos dependen de los ingresos que tienen y pueden ser de cuantías elevadas. Si cobran en efectivo y el dinero no pasa por caja, los empresarios se ahorran el IVA. «A los pequeños negocios nos cuesta mucho ser rentables y el Gobierno solo nos complica las cosas y nos cobra, no teníamos que pagar ni la cuota de autónomo», expone sin remordimientos el dueño de un comercio, que evidentemente tampoco quiere aportar su identidad.
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Por último, también hay algún empresario que está en contra del uso de los datáfonos porque considera que estos aparatos ejercen un control sobre los movimientos económicos de los ciudadanos.
Pese a las protestas que el rechazo a los datáfonos por parte de algunos negocios provoca en algunos clientes, el cobro con tarjeta no es una obligación. Las TPV son un servicio más que los negocios ponen al servicio de sus clientes y, por tanto, tienen la libertad de hacerlo o no.
Lo confirma Roberto Serrano, asesor jurídico de UCEx, la Unión de Consumidores de Extremadura: «No es obligatorio cobrar con tarjeta, cada comerciante puede aceptar el método de pago que considere conveniente en su establecimiento; el único de obligada aceptación es el efectivo», confirma. Tampoco están los comercios obligados a anunciar qué métodos aceptan. Es responsabilidad del cliente pagar y disponer lo necesario para hacerlo. «Sí es recomendable que los negocios informen a sus clientes de los sistemas que ponen a su disposición a la hora de cobrar para evitar conflictos y, por supuesto, si retiran los datáfonos deben retirar también las pegatinas que se colocan habitualmente en la puerta que significan que ofrecen la posibilidad de pagar con tarjeta», expone Serrano.
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Según esa misma explicación, igualmente queda a discreción de los propietarios el importe mínimo que aceptan cobrar con tarjeta en caso de que tengan datáfono. «Al no ser obligatorio aceptar tarjetas, pueden decidir qué operaciones quieren realizar y cuáles prefieren no hacer ya sea en función de la cuantía o de cualquier otro requisito», remarca.
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