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Piedras contra la memoria
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ANTONIO TINOCO
Martes, 11 de febrero 2020, 08:29
El pasado domingo, el periodista Antonio Armero publicó en estas páginas una información en la que daba cuenta de que el jefe de Gabinete de la Presidencia del Gobierno, Iván Redondo, al que la Prensa de Madrid ha empezado a llamar 'el quinto vicepresidente' por el poder que acumula, está poniendo en práctica con Pedro Sánchez ideas que ya tuvo, como poderoso 'octavo consejero', con José Antonio Monago cuando fue presidente de la Junta en la legislatura 2011-2015.
Recordaba Armero en la información que Monago cambió de los viernes a los martes el Consejo de Gobierno por iniciativa de Redondo como ha hecho ahora el presidente Sánchez con el Consejo de Ministros.
También ha abierto el complejo de La Moncloa a los ciudadanos como en Extremadura hizo con 'la casa del presidente'; ha sacado a Sánchez correteando por los jardines de su residencia oficial como hizo con Monago en el parque de Tres Arroyos, en Badajoz; o a ambos presidentes los ha puesto a posar acariciando un perro ante los fotógrafos, con la única diferencia de que el perro del expresidente extremeño se llamaba Tito y era un teckel y el del presidente español se llama Turca y es un perro de aguas.
No cabe duda de que, en muchos aspectos y como señala Armero, Redondo está 'replicando' ahora en el Gobierno de España ideas que ya puso en práctica en Extremadura. Con todo, ninguna me parece tan transcendente -y, por las consecuencias que tiene, tan descabellada- como la de tratar de ser el inaugurador de una era.
El gran problema de Iván Redondo no es que tratara de convertir a José Antonio Monago en un líder inclasificable a base de hacer campaña electoral en los gimnasios o a Pedro Sánchez en un trasunto de John Kennedy sacándolo en mangas de camisa y con gafas de sol dentro de un avión. El problema es que trata de vender la idea de que con la llegada de ambos adviene no un nuevo presidente, sino el presidente partero de un cambio de época; el que inaugura, el primero en Extremadura y el segundo en España, un capítulo de la Historia. Eso fue lo que intentó al cambiar el nombre, a pesar de que figuraba así en el Estatuto, de Junta de Extremadura por Gobierno de Extremadura (Gobex) y el de Asamblea por Parlamento, y eso es lo que subyace en algunas de las palabras y referencias en torno al modo en que está abordando ahora el problema del 'procés'. Que Pedro Sánchez llame a la entrevista con Quim Torra 'el reencuentro', como si tuviera algo que ver con la idea de Reconciliación Nacional (así, con mayúsculas) que muy notoriamente impulsó el Partido Comunista para superar el franquismo, o que la ministra portavoz la equipare a las que mantuvieran Adolfo Suárez con el secretario de ese partido, Santiago Carrillo, cuando España se encontraba en pleno proceso de creación del camino hacia la democracia es una colosal superchería. Tratar de equiparar el cambio de época que fue pasar de una dictadura a una democracia con las concesiones a quienes la violentaron y siguen haciendo de ello la raíz de su legitimidad son piedras contra la memoria de los ciudadanos y un indicio de hasta dónde ha degenerado la política.
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