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EFE
PIORNAL.
Domingo, 20 de enero 2019, 08:57
Los vecinos de la localidad cacereña de Piornal son cada 19 y 20 de enero la envidia del resto del mundo, ya que en el pueblo más alto de Extremadura se pasan dos días arrojando nabos a diestro y siniestro -encima de forma legal- sobre Jarramplas, el mítico personaje que es epicentro de una de las fiestas más impactantes de España.
Con los termómetros muy próximos a los cero grados, Jarramplas realizó ayer su primera «salida», que fue seguida por cientos de personas, entre vecinos, turistas y periodistas, que se acercaron hasta Piornal para participar en esta fiesta invernal con la que los piornalegos rinden homenaje a San Sebastián.
«Jarramplas es una fiesta muy completa, única y diferente, ya que no existe algo parecido en ningún sitio», aseguró a Efe el alcalde, Ernesto Agudiez.
No en vano, esta fiesta mezcla la descarga brutal de adrenalina con los nabos y la emoción pura de las alboradas y los actos religiosos. Y lo que es más importante, está todo el pueblo implicado.
El primer edil no dudó en reconocer que la fiesta sirve a los vecinos «para luego marchar bien el resto del año, ya que todos los malos espíritus, por llamarlo de alguna manera, los echamos tirando nabos sin parar a Jarramplas, algo que, sin duda, nos ayuda a luchar contra el estrés».
En el otro lado de la fiesta, mucho más temerario, se encuentra Jarramplas, para algunos un ladrón de ganado y para otros un mártir o un guerrero cristiano.
Este año, y por primera vez, se han colocado el traje de cintas y se han metido bajo la máscara, un hombre y su hijo: Miguel Ángel Moreno y Adrián.
Minutos antes de hacer su primera salida, el joven Adrián, de 19 años, mostraba su «orgullo» y afirmaba no sentir miedo. «Respeto sí, pero miedo no», apuntó a Efe.
La fiesta en honor a San Sebastián comenzó a las ocho de la mañana con la petición de ofrendas para el santo. Fiel a su cita, sobre las diez de la mañana pisó las calles de Piornal a los sones de su tambor.
Desde que puso un pie en la calle, Jarramplas recibió una intensa lluvia de nabos -hay preparados más de 26.000 kilogramos traídos desde La Vera cacereña- sobre su cuerpo (protegido con una máscara y una armadura de fibra de carbono), a modo de «castigo» infligido por los vecinos.
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La fiesta continuó por la tarde y mientras las mujeres preparaban y vestían al santo, el personaje volvería a hacer otra salida, donde recibiría igual contestación por parte de los jóvenes y mayores del pueblo, es decir, lluvia de nabos como castigo.
Llegada la medianoche y una vez cantadas las «alborás» del santo, se cocinarían unas migas para todos los asistentes.
Los actos seguirán hoy domingo con la celebración de la misa mayor, la procesión y el canto de las tradicionales «roscas». Ya por la tarde se producirá la última salida de Jarramplas.
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