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¿Qué ha pasado hoy, 11 de febrero, en Extremadura?
Imagen de archivo de Iglesias en el pleno de investidura, donde renunció al Ministerio de Trabajo.
La política al desnudo

La política al desnudo

Carta de la directora ·

Manuela Martín

Badajoz

Domingo, 28 de julio 2019, 13:38

Quizá el daño más grande que ha ocasionado el fracaso de la investidura de Pedro Sánchez no va a ser en la economía (ya sabemos que sigue funcionando) sino en el crédito que los políticos tienen entre la ciudadanía. La imagen que han dado nuestros representantes desde el 28A hasta hoy no ha podido ser más penosa. La guinda la han puesto en los últimos días PSOE y Podemos con esa negociación in extremis que se asemejaba a un rabioso forcejeo por sillones. Tal vez les tengamos que agradecer que nos lo hayan retransmitido en directo. Ya nadie se llama a engaño: la política española es lo que parece, una obscena batalla por ocupar más poder y controlar más millones del presupuesto. En ningún momento hemos visto que se negociase un programa de gobierno. Solo ha habido una competición de egos entre políticos que nunca han estado a la altura de la misión que tienen entre manos, el gobierno de España.

¿Quién sale más desprestigiado de este fiasco? Es obvio que lo único que les importa ahora a Sánchez e Iglesias es convencer a la opinión pública de que el culpable de que tres meses después de las elecciones no tengamos gobierno es el otro.

Ciertamente el PSOE y Sánchez no pueden presumir de haberlo hecho bien. Se han pasado 90 días especulando sobre cuándo les interesaba más lanzar las negociaciones para partir con una posición de ventaja y se han salido de la vía en la última curva. No es fácil que Sánchez logre convencer a los españoles, (ni siquiera a los votantes socialistas) de que él es la pobre víctima inocente del pérfido Iglesias. Sus proclamas diciendo que no ha aceptado las peticiones de Iglesias porque no quiere traicionar sus principios forman parte de la retórica hueca con que nos tratan de timar.

Tampoco el líder de Podemos puede presumir de esa inteligencia política que algunos analistas le atribuyen. No ha logrado entrar en el Gobierno (ay, ese sueño recurrente de ser vicepresidente plenipotenciario y controlar desde dentro los engranajes de La Moncloa!!), y además ha hecho el ridículo cayendo en el cebo, puesto, según se ha publicado, por Zapatero, de pedir a última hora unas competencias que el Gobierno no controla.

Si algo ha sido la sesión de investidura fallida ha sido un soberano bofetón al ego superlativo de ambos, Iglesias y Sánchez, Sánchez e Iglesias, da igual el orden. Hemos contemplado en directo a dos líderes pagados de sí mismos, inmaduros, ensimismados en sus egoísmos e incapaces de abrir caminos políticos que vayan en favor de España. El repaso que les dio el peneuvista Aitor Esteban, este sí maestro de la negociación, fue de época. Aprendan del PNV, parecía decirles, un partido que lleva cuarenta años negociando con gobiernos de todo tipo y siempre logra su objetivo. Queda claro también que la mayoría que se conjuró para ganar la moción de censura consiguió echar a Rajoy y al PP, pero no sirve para gobernar. Es la coalición del 'no es no', y ahora hacían falta síes.

¿Qué va a ocurrir en septiembre? Cualquier cosa. Tal vez, solo tal vez, Iglesias y Sánchez hayan aprendido algo del fracaso de esta semana y logren al fin armar un gobierno con visos de futuro.

O quizá logren un acuerdo porque desconfíen de los resultados de unas elecciones en noviembre en las que la izquierda podría recibir un castigo. El temor a perder cuotas de poder y que las ganen los partidos de la derecha puede ser el más eficaz acicate para ponerse de acuerdo, repartirse el poder, aunque sea alumbrando ese gobierno frankenstein que bautizó Rubalcaba.

Carmen Calvo ya ha dicho que no tienen nada que hablar con Podemos, pero en estos meses hemos asistido a tantos giros de guion, tantos desmentidos, tantas contradicciones, que nos podemos esperar cualquier cosa. Incluso espectáculos todavía más descarnados que los que nos ha tocado ver. La (mala) política al desnudo.

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