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Cuentos de agosto
De Carmen Ibarlucea
Primer recuerdoMaría Zambrano ·
«Si se hubiera de definir la democracia, podría hacerse diciendo que es la sociedad en la cual no solo es permitido, sino exigido, el ser persona»Secciones
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Cuentos de agosto
De Carmen Ibarlucea
Primer recuerdoMaría Zambrano ·
«Si se hubiera de definir la democracia, podría hacerse diciendo que es la sociedad en la cual no solo es permitido, sino exigido, el ser persona»Domingo, 25 de agosto 2024, 08:07
Todas las personas tienen un primer recuerdo. Normalmente es un recuerdo curioso. Algo casi intrascendente que no se sabe para qué está ocupando sitio en nuestras cabezas, pero está y se ha quedado para siempre.
Hay personas que recuerdan un olor. La harina tostada con ... un toque de canela.
A veces, no se sabe por qué, la gente comenta sus primeros recuerdos. Creo que es una forma como otra cualquiera de competir. «Yo tengo un recuerdo de mis cuatro años», «¿tan mayor?, yo tengo un recuerdo de los tres», «pues mi primer recuerdo es de los dos años». No me he encontrado a nadie que vaya más atrás en su exhibicionismo.
No soy de ciencias pero soy curiosa.
Y algo he leído sobre la memoria. Hablan de memoria emocional y hablan de memoria sensorial. Dicen que es la amígdala cerebral, allá en lo más profundo de la mente de los animales vertebrados, la que se encarga de fijar en el recuerdo, permanentemente, los sucesos emocionales. Es un sistema imperfecto creado para la supervivencia. Para que no cometas dos veces o tres o más los mismos errores o bien no tomes los mismos caminos poco frecuentados.
Para colectivizar esa memoria nacieron los cuentos. Para que la advertencia se centre en lo correcto y no te fíes de tus fobias personales que, a veces, son absurdas.
Yo, como todo el mundo, tengo un primer recuerdo. Pero nunca lo cuento en público. No lo cuento en reuniones y ni a desconocidos. Pero sí que lo cuento a veces porque es algo que no te puedes guardar, es uno de esos momentos abrasivos que necesitas expulsar de ti.
Que mi recuerdo es cierto lo corrobora una sentencia judicial que impedía a mi padre acercarse a mi madre. Le impedía también acercarse a mis hermanos e incluso a mí misma.
Dicen que para formar un recuerdo necesitas la mezcla de diferentes procesos psicológicos y neurobiológicos. Lo llaman huella mnésica.
No sólo almacenas el recuerdo sino que, además, debes conseguir recuperar el recuerdo cuando lo necesitas. Los recuerdos son una respuesta adaptativa para sobrevivir. Lo malo es que si lo que recuerdas es el buzón, vas a evitar los buzones y no los callejones oscuros.
Los recuerdos deberían advertirnos del riesgo.
Si algo nos hizo sufrir deberíamos poder evitar repetirlo y así evitar el dolor en el presente. Y sin embargo, la inteligencia nos hace trampa.
«Nada fija tan intensamente un recuerdo como el deseo de olvidarlo». Michel de Montaigne.
Yo recuerdo a mi madre rodando por la escalera que une un descansillo con el siguiente en un bloque de pisos. Recuerdo que antes de caer gritaba insultos despiadados a un hombre que la golpeaba con todas sus fuerzas y que le daba patadas en todas las partes del cuerpo que podía alcanzar.
No sé que edad tenía yo pero puedo deducir porque una de las ventajas evolutivas de nuestra especie es haber aprendido a contar y a relacionar momentos.
Mi madre rueda por la escalera hacia abajo pesadamente porque está embarazada.
Yo la miro caer desde el descansillo mientras tengo entre mis manos las manos de mi hermano de dos años que llora.
Por supuesto, recuerdo el miedo. Recuerdo la angustia y recuerdo la sensación de impotencia.
No recuerdo más.
Dos años después, a mi madre le concedieron la separación y una orden de alejamiento. Le concedieron un piso de protección municipal por tener tres hijos a su cargo. Mi hermano menor tenía 2 años.
Y vuelvo a tener recuerdos. Recuerdos de tardes felices. Recuerdos de mis hermanos jugando en el parque mientras mi madre y yo los miramos y ella me cuenta cosas del pasado.
Atesoro dos años de recuerdos felices y, después, miedo.
Dos años después de la separación de mis padres, mi madre nos presenta a un hombre que pronto se viene a vivir a nuestra casa. Y volvemos a la casilla de salida.
Y no quiero recordar pero recuerdo porque ya tengo ocho años y a esa edad es más difícil olvidar.
Yo no entiendo por qué mi madre necesita un hombre a su lado. No entiendo por qué sus hijos no somos suficiente. No puedo comprender qué es lo que gana y crezco aborreciendo a mi madre por no amarnos sobre todas las cosas.
Hasta que crezco tanto que yo misma tomo decisiones equivocadas y soy incapaz de vivir la vida sin un hombre a mi lado. Un hombre, de mi edad, que me pega en la habitación de hospital donde hemos ido porque tengo una hemorragia que puede que me haga perder a mi bebé. Espero que mi hija no recuerde eso. Mi hija y yo, que jugamos en la playa, lejos, muy lejos del que puso el esperma. Mi hija y yo, solas, felices frente al mar. Espero haber aprendido algo definitivamente.
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