![PSOE, hay miedo en Alburquerque](https://s3.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/201909/24/media/cortadas/extremadura(1)-kOOH-U90227765958ikB-1248x770@Hoy.jpg)
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El pasado domingo este diario publicó un reportaje del periodista Juan López-Lago titulado 'Alburquerque, sin cobrar ni protestar' en el que se daba cuenta de la situación de esa localidad, donde cientos de trabajadores contratados por el Ayuntamiento llevan meses sin cobrar y, a pesar de ello, nadie protesta. La información, para quienes no la leyeran el domingo, se puede encontrar en la versión digital de HOY. Recomiendo su lectura porque, más allá de contar la peripecia de unos vecinos a los que no les llega la camisa al cuerpo debido a que no cobran desde hace meses, es un ejemplo en vivo y en directo, y sin salir de casa, de los estragos de una política populista, la que ha practicado el 'hombre fuerte' de Alburquerque, Ángel Vadillo, en los últimos años. Y, sobre todo, de lo que es una política cínica, la que practica el PSOE que, sin que se alcance a comprender por qué, ha uncido su destino moral al mismo Vadillo, un condenado a prisión por amenazar gravemente a una vecina (que se sepa, y supone un baldón para el feminismo regional, nadie se manifestó en la calle contra este regidor a pesar de que acosaba a una mujer desde la radio pública del pueblo). Un personaje Ángel Vadillo al que el PSOE le ha consentido y reído las gracias y al que se muestra dispuesto a sostener contra toda razón, inventándose puestos a su medida y sueldos pagados con dinero del común.
Con todo, lo más inquietante de lo que contaba López-Lago en ese reportaje, lo más grave -con ser grave trabajar y no cobrar; con ser grave que Vadillo, un hombre considerado por sí mismo de izquierdas, inste a los trabajadores que no cobran a que no protesten «porque será peor»-, lo más grave en esa información era el miedo que se desprendía de su lectura. El miedo que se percibe en Alburquerque. El miedo a sencillamente hablar. Nadie en esa información quiso dar su nombre por temor a las consecuencias que puede acarrear hacer pública una crítica a Vadillo.
El PSOE se dice defensor de la libertad de expresión. Sus dirigentes se ofenderían si se pusiera en duda su compromiso con el ejercicio del derecho a hablar de los ciudadanos. Pero lo que pasa en Alburquerque le desmiente. El PSOE es responsable de que en Alburquerque los vecinos no puedan expresarse con libertad; es consciente y es cómplice de una situación a la que debería poner pie en pared sin excusarse tras la posición acomodaticia (que la hay, y es un factor decisivo de por qué hemos llegado hasta aquí) de muchos alburquerqueños.
Pero la realidad es que hasta ahora el PSOE no se siente concernido: la alcaldesa, Marisa Murillo, rehúsa explicar por qué hay gente empleada del Ayuntamiento que lleva meses sin cobrar. Y el secretario provincial socialista, Rafael Lemus, defiende a Vadillo aunque se abstiene de opinar sobre su gestión (¡¿Cuándo el PSOE se ha abstenido de expresar su opinión sobre un asunto político si le ha convenido?!) y lo hace con el argumento -más cinismo- de que ahora mismo Vadillo no es miembro de su partido: herederos de Pilatos que llegan a nuestros días.
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