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A Lourdes, Fátima y Verónica las unió una enfermedad que por ahora no tiene cura. Comparten la condición de pacientes y socias de la Asociación ... Española del Cáncer de Mama Metastásico. Antes de que ese duro diagnóstico oncológico diera un giro radical a sus vidas, Lourdes trabajaba como administrativa de la Junta, Fátima era enfermera del SES y Verónica sacó plaza hace años en la Confederación Hidrográfica del Guadiana.
La sanitaria Fátima Martínez Herrado, de 54 años y madre de dos hijos, es una de las cabezas visibles de las enfermas de cáncer de mama metastásico en la región y con sus compañeras de lucha saca fuerzas para arroparse y compartir altibajos. «Con ellas puedo desahogarme, hablar de cosas que me cuesta nombrar con la gente que quiero. Somos generosas, y le quitamos hierro al asunto. Así que con ellas me siento más libre para hablar», comenta con mirada cómplice, al tiempo que anima a conocerlas a través la web www.cancermamametastasico.es o en sus redes sociales.
Formar parte de la asociación también les permite estar al tanto de nuevas líneas de tratamiento y ensayos clínicos, e intercambiar consejos sobre terapias alternativas para sobrellevar los efectos secundarios. Casi siempre hablan por su grupo de Whatsapp y en ocasiones cruzan confidencias en una terraza de Badajoz.
Mientras enfrentan los daños del cáncer, participan en actividades para dar visibilidad a una enfermedad que se ha llevado a otras extremeñas como Libertad Sánchez, Susi Rodríguez, Paqui Triguero o la psicóloga Laura Martín, protagonista del documental 'Death café', fallecida a los 37 años.
Este viernes leyeron un manifiesto en la plaza de España de Badajoz. El 13 de octubre es el día que se conmemora su lucha. «Nuestra realidad está escondida por la marea rosa. Si todos los cánceres de mama se curasen, no habría ninguna paciente metastásica. Queremos que haya distinción. No es la misma enfermedad. El cáncer de mama, mientras no es metastásico, es curable en un 80 por ciento; mientras que nuestra enfermedad es incurable», asevera Fátima.
Fátima Martínez Herrador
Enfermera y paciente con cáncer de mama metastásico
Lourdes Leo Bas, pacense de 55 años y madre de dos hijas, interviene en la conversación para dar un dato que suena crudo. «La media de supervivencia está entre tres y cinco años». «Pero hay mujeres que viven muchos más... Otras menos, y siempre con tratamiento», puntualiza Fátima. La quimioterapia en vena o en pastillas suele ser la compañera de viaje, pero los avances están permitiendo otros tratamientos.
El objetivo de estas pacientes, compartido también por sus oncólogos, es «que sea una enfermedad cronificada muchos más años». Para ello es vital la investigación, y consideran que la aportación pública es ínfima. «Necesitamos más investigación para más vida. Queremos que todos los medicamentos aprobados por la Agencia Europea del Medicamento lleguen a España en el tiempo que dice la ley», sentencia Fátima. Verónica también desea «que se invierta más para poder sobrellevar la enfermedad. No tanto para hacerla curable, que ojalá, pero al menos para controlarla».
Para no perder hilo de los avances que va logrando la ciencia, otro de los objetivos de la Asociación Española del Cáncer de Mama Metastásico es «empoderar» a las pacientes. «Si tienes más información puedes plantear otras opciones a tu oncólogo», apunta Fátima, acostumbrada también a pedir segundas opiniones médicas, aunque sea fuera de la región y pagando.
Lourdes Leo Bas
Funcionaria de la Junta y paciente oncológica
A Fátima le diagnosticaron un cáncer de mama primario en 2015. «Después de la quimio y la mastectomía estuve libre de enfermedad cuatro años, pero tuve una recaída. El cáncer estaba en los ganglios, pero no se había ido a un órgano vital. Así que me los quitaron y me volvieron a dar quimio. Aún no era metastásica. Y cuando creía que todo iba bien, y me incorporo a mi trabajo, en una revisión rutinaria, en plena pandemia, me dicen que hay lesiones en el hígado y que todo el escenario ha cambiado. Ahí te hundes, chillas; ves la muerte a la vuelta de la esquina. Empiezas a pedir segundas opiniones porque te vuelves loca. Por suerte, ahora estoy estable gracias a un fármaco que se comercializó en 2018, es uno de los tres tipos de inhibidores de ciclinas».
Ese avance farmacológico está detrás del estado actual de Fátima. «Llevo tres años con cáncer de mama metastásico y una calidad de vida buena. Me ha dado la vida. Pero hay gente a la que no le ha hecho efecto desde el primer momento porque muestran resistencia. Cada cuerpo es un mundo».
La funcionaria de la Junta Lourdes Leo recibió el diagnóstico en 2020. Fue después de notar unos terribles dolores de espalda en pleno confinamiento. Lo achacó al esfuerzo de una mudanza. «En ningún momento pensé que podría ser un cáncer. No me noté ningún bulto y me habían hecho una mamografía hacía cinco meses; no habían visto signos de malignidad, aunque sí salían adenopatías axilares. Pensé que era una contractura por haber cogido cajas. Me mandaron antiinflamatorios y Diazepam..., pero a los quince días sí noté un bulto. Me hicieron una mamografía y ahí ya salió algo maligno. Me vaciaron la mama y también me vaciaron los ganglios».
Para los dolores derivados del avance de la enfermedad le han recetado oxicodona y fentanilo -potentes fármacos opiáceos sintéticos- pero, tras encontrarse muy mal y recibir radiación en varias vértebras para liberar los nervios que limitaban su movilidad, Lourdes ha logrado ir quitando gran parte de esa medicación, altamente adictiva. Lo ha logrado apoyándose en tratamientos alternativos. «Tomo aceite de CBD (Cannabidiol). Todo con tres gotas debajo de la lengua. Hago mi vida casi normal, salvo los días que me dan la quimio».
Verónica Crespo Villarroya
Paciente con cáncer de mama metastásico
A Verónica Crespo, la más joven de las tres, la enfermedad también le sobrevino en pandemia. Esta pacense de 43 años, y trabajadora de la Confederación Hidrográfica del Guadiana, se notó un bulto en el pecho en mayo de 2020. En julio le hicieron la primera ecografía y una mamografía. «El ginecólogo me dijo que tenía un fibroma, que no me preocupara, y que volviera al año; pero a los cinco meses seguía intranquila. Así que me vio el doctor José Luis Amaya y en diciembre me hicieron una biopsia. Esa Navidad me dicen que tengo cáncer de mama triple negativo. Empiezo el tratamiento para reducir el tumor. Me operaron el 22 julio de la mama derecha. Me retiran el tumor y los gánglios, de forma preventiva. Empiezo la radioterapia y la quimioterapia oral. Pero la tengo que abandonar en febrero de 2022 por los efectos secundarios. La toxicidad era muy alta. Cuando ya parecía que todo iba bien, en noviembre, en la revisión ven una mancha en el pulmón en el TAC. «De ahí me mandan un PET-PAC y los médicos detectan algo en el pulmón. Empiezo con otro tratamiento de quimioterapia... En diciembre me quitan el lóbulo superior del pulmón izquierdo; y vuelvo al tratamiento, quimio con inmunoterapia».
Tras esta recaída, hace un mes Verónica se preguntó por qué no apoyarse en el pilar que le brindaba la asociación de pacientes como ella. «Para mí ha sido un descubrimiento. Me han dado mucha luz. Con ellas compartes muchas experiencias, compartes esa sensibilidad».
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