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Racismo y cristianismo

Xenofobia a la carta. Distinguimos blancos y negros, cristianos y musulmanes, latinos y africanos

Martes, 25 de marzo 2025, 07:30

En Extremadura, la 'empresa' que más empleo genera es la de los mayores que siguen viviendo en sus casas y necesitan cuidadoras, señoras latinas sin las que reinaría el caos: no habría sitio en las residencias, algunos hijos tendrían que dejar de trabajar y los que trabajaran, no tendrían tiempo libre ni ocio.

Como son latinas, hablan castellano y son católicas o eso suponemos, las miramos con buen ojo, no nos molestan y no desnudan nuestra miserias xenófobas y racistas, al menos no las desnudan del todo. Los partidos excluyentes, que creen que de fuera solo pueden venir criminales y asesinos en serie, las toleran mal que bien y España se latiniza sin mayores complicaciones.

Además, Extremadura es la región donde menos población latina residente hay: un 2,5% con respecto a la población total, es decir, unos 25.000. Nada que ver con el 15% de la población de la comunidad de Madrid, el 13% de Baleares o casi el 11% de Cataluña y Canarias. En Cataluña y en Madrid, hay más de 700.000 latinos. En España, hay 4.172.493 nacidos en América Latina. Al ritmo de crecimiento actual, este año, el 10% de la población de España habrá nacido en la América española y portuguesa: casi cinco millones.

Esta capacidad de absorber inmigrantes es una de las claves de nuestro crecimiento económico, por mucho que algunos se empeñen en presentar este fenómeno como una fuente de males y desgracias. Pero hasta ahora hemos hablado de inmigrantes aceptados por ser blancos, hispanohablantes y, en general, cristianos, aunque no todos sean católicos.

Hay otro grupo de inmigrantes más o menos bien vistos que son los ucranianos: son blancos, altos, rubios, los persiguen los rusos y los asociamos con el cristianismo. A finales de 2024, eran 313.221, establecidos, sobre todo, en la Comunidad Valenciana (14,6% en Alicante), Cataluña, Madrid y Andalucía. También blancos y aceptados sin mucha protesta son los rumanos. Llegaron a ser 900.000 en 2012 y ahora son 620.463. Se han asentado, fundamentalmente, en Madrid, Valencia, Castellón, Zaragoza, Barcelona, Toledo, Cuenca y Guadalajara. Su número disminuye a medida que su país se desarrolla y tienen allí buenas oportunidades de trabajo, así que no son utilizados para despertar rechazo, ira y reacción política.

Sobre los 200.000 chinos, nada que objetar. Son pocos, menos que los originarios de Francia o Reino Unido, tienen sus empresas y caen bien. Y llegamos al quid de la cuestión: África. Es decir, negros y marroquíes. En España, hay un millón de marroquíes. Aunque su fisonomía no se diferencie de la de muchos de nosotros, los asociamos con el islamismo y ahí ya saltan las alarmas y los resortes xenófobos. Además, muchos son menores, que, según nos cuentan los partidos xenófobo-alarmistas, son peligrosos criminales por definición.

Después están los africanos del resto del continente, unos 300.000 con Senegal (95.000) y Argelia (87.000) como principales emisores. No son blancos, no son cristianos, no hablan castellano así que nuestra desconfianza, o sea, racismo se desata desbocado. Y en esas andamos, enredados en discusiones políticas mientras renegamos de lo que nos enseñaron sobre amar al prójimo. Porque entre esos seis millones de inmigrantes, hay prójimos amables y detestables. Depende de si son blancos o negros, cristianos o musulmanes, ucranianos o africanos. Como ha dicho el Papa Francisco, todos los inmigrantes tienen una dignidad infinita y es indigno asociarlos con la criminalidad. Eso es ser cristiano y ser persona, en Marruecos, en Mali y en Mérida.

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