LA presentación esta semana por parte de Fernández Vara de una iniciativa parlamentaria para modificar la ley y permitir la instalación en Extremadura de grandes parques de ocio ha coincidido con la reaparición pública de Alfonso Gallardo, un empresario al que teníamos olvidado desde que se dio carpetazo a la refinería. La fundación del empresario jerezano ha instituido un premio a los jóvenes emprendedores y el jueves entregó el primero a la empresa IT-Corte Extremadura.
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Gallardo, genio y figura, demostró estar en buena forma incluso para reivindicar su gran sueño nonato, la refinería Balboa, el mayor proyecto industrial que se ha manejado nunca en Extremadura. La DIA negativa dictó su sentencia de muerte en 2012. Y desde entonces no habíamos conocido ningún proyecto tan ambicioso como el que, todavía con mucho misterio, ha anunciado Fernández Vara estos días: grandes centros de ocio familiar, algo que incluiría desde amplios complejos deportivos y de vacaciones al juego y el entretenimiento.
La comarca de La Siberia parece ser la zona que los promotores están evaluando para instalarse, pero falta conocer todo lo demás: las empresas promotoras, los estudios que avalan la viabilidad del proyecto, los plazos de ejecución.
Sabemos que la Junta está dispuesta a modificar las leyes actuales para facilitar la inversión y que para ello cuenta con el apoyo del PP. Monago ha dicho que está dispuesto a colaborar siempre que la iniciativa cuente con la seguridad jurídica que le faltó a la isla de Valdecañas, por ejemplo. Es decir, que las cosas se hagan bien para que una demanda en los tribunales no pueda tumbar un proyecto que, objetivamente, es bueno para la zona. Todavía está el complejo de Valdecañas pendiente de la definitiva decisión de los jueces sobre si se mantiene o se termina derribando.
La primera duda que surge ante el nuevo proyecto de La Siberia es si se hará realidad o acabará enterrada en el cementerio de iniciativas frustradas que acumula Extremadura. El recelo es comprensible. Faltan demasiados trámites para que podamos llegar a la convicción de que el asunto está hecho. Ni mucho menos.
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Pero, sin conocer los detalles, y asumiendo que es un proyecto empresarial que puede crear empleo y riqueza en una región necesitada de ambos, ojalá salga adelante. Ojalá hubiera salido la refinería a la que una DIA muy dura y otros muchos intereses en juego, condenaron a muerte.
Y sé que para muchos defensores a ultranza del medio ambiente esto que digo es una herejía. Aceptar una industria 'sucia' como es una refinería, por más elementos correctores que se le apliquen, es inaceptable para los adalides de una Extremadura inmaculada. Yo también defiendo una región respetuosa con el medio ambiente, pero creo que 'estropear' unas cuantas hectáreas con una industria fea a cambio de crear empleo (tenemos un 25% de paro) es un precio que merece la pena pagar. Especialmente en una comunidad que tiene una extensión de 42.000 kilómetros cuadrados que, en su inmensa mayoría, están incontaminados y con las aves como únicos y privilegiados habitantes.
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En su reaparición pública Alfonso Gallardo animaba a los jóvenes a emprender y a las instituciones a apoyarles; y traía a colación un tópico que, por desgracia, tiene mucho de verdad: los extremeños no se quejan, emigran. Los jóvenes, titulados o no, que están saliendo silenciosamente mes tras mes de Extremadura porque aquí no encuentran trabajo no montan bulla en la calle ni queman contenedores exigiendo un empleo. Simplemente se van. Contratan un blablacar (no tenemos un tren decente ni para irnos) y hasta luego, Extremadura. A buscarse la vida en cualquier parte donde les ofrezcan más oportunidades.
El acuerdo entre Vara y Monago hace pensar que en esta ocasión no va a haber demasiadas zancadillas políticas que hagan inviables los proyectos. Lo cual no significa que todo el mundo tenga que aplaudir o estar de acuerdo con la idea. Habrá oposición social o política, y quien rechace el proyecto está en su derecho a hacerlo. En una sociedad diversa no hay unanimidades. Tampoco hay que pretenderlas. A los políticos les corresponde arrostrar las críticas y defenderlos si creen que merece la pena.
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Tanto Monago como Vara son conscientes de lo difícil que es crear en Extremadura un simple empleo neto que no dependa de la administración. Ambos se han enfrentado a cifras de desempleo desalentadoras y, como presidentes, antes Monago, ahora Vara, tienen que aguantar que se les eche la culpa de la falta de empleo y se les acuse de que no son capaces de revertir una situación que parece una maldición bíblica. Por eso, si ambos están convencidos de que esta es una oportunidad, deberían dejar a un lado sus diferencias y su rivalidad política y colaborar sin complejos para hacerla realidad.
El proyecto de la refinería es el pasado, los parques de ocio, los 'extrevegas' de La Siberia, podrían ser una parte del futuro.
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