Tanto Reem, a la izquierda, como Alaa, a la derecha, consultan las últimas noticias de Siria. Casimiro moreno
Tragedia en Siria y Turquía

Dos refugiadas sirias en Badajoz: «Solo siento impotencia por no ayudar»

Hasta el momento se habla de 1.832 fallecidos por el terremoto en Siria, en Turquía 4.544. Hay más de 30.000 heridos entre los dos países

josé tomás palacín

Martes, 7 de febrero 2023, 21:27

Sobre las cuatro de la madrugada del lunes, un terremoto de magnitud 7,8 en la escala de Richter azotó el norte de Siria y el sureste de Turquía. Poco después se produjo otro seísmo, de magnitud 7,6, a 80 kilómetros al norte del ... epicentro del anterior. En ese mismo momento, a más de 4.000 kilómetros de distancia, Reem Mohamad Salha y Alaa Mohamad Radwan Jamal Al Din, dos refugiadas sirias en Badajoz, dormían.

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Se reúnen con el diario HOY en las oficinas de la Cruz Roja, la organización que les ha ayudado desde que llegaron a España hará cosa de un año. Reem, de 31 años, habla un poco de castellano y no pone reparos en dejarse fotografiar. Alaa, de 23, más joven, lo hace tímidamente y se niega, con educación, a ser retratada.

Ambas salieron de Siria en 2012, un año después del inicio de la guerra civil que todavía asola al país. Fueron al Líbano, a un campo de refugiados. Allí, al principio, estaban todo lo bien que se puede estar en esa situación. Pero las constantes tensiones en Oriente Próximo, el precio de la vivienda o la perenne crisis en la que está sumida esta zona les hizo salir hacia España. Y llegaron a Extremadura. Un periplo largo y duro en el que han ido dejando familiares y amigos.

«De mi familia solo ha salido afectado un hermano que vive en Latakia, donde es profesor. Estaba con los niños»

Reem Mohamad Salha

Refugiada siria de 31 años

«Imagina ver un terremoto de esa magnitud, llamar a la familia para saber si están bien o no y ellos sin electricidad ni Internet»

Alaa Mohamad Radwan Jamal Al Din

Refugiada siria de 23 años

«Gracias a Dios no ha habido nadie de mi familia que haya salido herido. Solo un hermano que vive en Latakia, donde es profesor. Estaba con los niños, asustados por el terremoto. En Damasco también tengo familiares y lo sintieron, pero de forma mucho más leve. En otras zonas ha sido terrible», relata Reem, al principio en español, y luego a través de la traductora, Hanane Baino, en su idioma materno, el que hablaba en Siria. En su hogar.

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La refugiada cuenta que se levantó a las siete de la mañana con un mensaje de su hermano. Ponía «Reem». «Solo siento impotencia por no poder ayudar, ojalá pueda hacerlo de algún modo. Después de la guerra lo que menos esperaba era una cosa como esta. Es muy duro».

Alaa solo dice una frase en su idioma. Y llora. Reem también. La mira, hablan y, junto a la traductora, la tranquiliza.

–¿Qué ha dicho?

–Que si te imaginas levantarte un día y encontrarte con una noticia como esta.

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Alaa se recompone y continúa: «Imagina ver un terremoto de esa magnitud, llamar a toda la familia para saber si están bien o no. No tienen electricidad, no tienen Internet. Solo ves una tragedia terrible y nadie sabe lo que pasa». Dice que solo veía fotografías, quizá buscando alguna cara familiar. Tardó, pero al final pudo localizar a sus padres: como los de Reem, están a salvo.

Una desgracia tras otra

En febrero del 2011, las protestas en Siria dieron pie a la actual guerra civil: en un bando, la república; en otro, la oposición, apoyados por Turquía; en medio, el temido Estado Islámico. A este país, destrozado, solo le faltaba sufrir un terremoto para terminar de resquebrajarse. Y el ser humano siempre tiene cabida para una pena más. Aunque también le queda espacio para el optimismo.

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Tanto Ucrania como Rusia, también en guerra, han enviado brigadas de emergencia a Turquía y Siria. Puede que la desgracia, aunque dura, traiga una buena nueva. O eso espera Reem: «Cuando muere algún familiar todo el mundo se acerca, se reconcilia. Con lo que está pasando, espera que sea así. Ojalá acercar posturas entre el gobierno y la oposición apoyada por Turquía para que se pueda arreglar. Aún tengo esperanza».

Un nuevo hogar

De vuelta a la tragedia, Reem vuelve sobre sus pasos, solo piensa en el terremoto, en qué debería hacer si estuviera allí. «¿Qué han hecho ellos? ¿Correr, esconderse? Gracias a Dios, mi familia está bien y eso alivia. Y si tengo que pensar que voy a morir a cada paso que doy, que mi familia o mis compatriotas van a morir yo no podría avanzar», confiesa. «Pero tenemos que hacerlo. En España todo está bien, estoy tranquila. Sigo avanzando sin olvidar, porque nunca podremos hacerlo. Sin embargo, hay que seguir hacia adelante».

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Por su parte, Alaa, tras el llanto y más tranquila, cuenta una conversación que tuvo con su marido. Habían salido de Siria, Líbano, y ya estaban en España. «¿Qué vamos a hacer si pasa algo aquí, adónde vamos?», se preguntaba. «Tranquila, nos quedaremos aquí para siempre. En nuestro nuevo hogar».

Ni Reem ni Alaa quieren volver a Siria. Ni aunque mejorara todo tras el terremoto o la guerra. Ambas tienen su familia en España: la primera, un hijo de 13 años; la segunda, dos, de 4 y 3. Están seguras, tienen planes.

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«Aquí no nos sentimos rechazadas, al revés», asegura la joven Alaa. Con un futuro en el país, quieren traer a sus padres de vuelta sin olvidar de dónde vienen. Sin dejar de lado su pasado. «Y como vosotros, que habéis abrazado a la gente de la guerra, devolver de algún modo todo lo que hemos recibido aquí. Unidos», augura.

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