La zozobra vuelve a instalarse en el sector agroalimentario extremeño por culpa de Donald Trump. Su anuncio de implantar un radical proteccionismo promete imponer aranceles mínimos de un 10% a cualquier producto que quiera entrar en Estados Unidos a partir del próximo enero, cuando empiece ... su mandato.
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Llueve sobre mojado. La aceituna de mesa negra ha notado un descenso abrupto de las ventas desde 2017, cuando Trump ya la gravó con un 35%. Ahora la desazón se traslada al aceite de oliva, la aceituna de mesa verde y en general a cualquier artículo que vaya a llegar a las estanterías de los norteamericanos.
Extremadura exportó en 2023 por valor de 45,1 millones de euros a Estados Unidos. Fueron tapones de corcho aglomerado, aceitunas, tomate y fundición de hierro y acero, básicamente.
«Tenemos un buen mercado allí. Por el momento no tengo inquietud con Trump porque el tapón de corcho aglomerado que vendemos en Estados Unidos no tiene sustituto allí», explica a HOY Joaquín Herreros, director de calidad de la empresa Corchos DIAM, de San Vicente de Alcántara.
Según el Instituto de Estadística de Extremadura, las ventas regionales de este producto en EE UU rozaron los 16 millones de euros, una tercera parte de las exportaciones extremeñas.
Frente a la aparente tranquilidad de Herreros, Manuel Zambrano, responsable de la sección de aceituna de aderezo de Viñaoliva, el principal grupo agroalimentario de Extremadura por facturación, no esconde su desazón.
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«No sabemos cómo va a reaccionar Trump. En campaña electoral ha dicho que pondría un arancel general de un 10% a todos los productos agroalimentarios, un 25% en el caso de los procedentes de México. No sabemos si eso quiere decir que se sumará al 35% o al 31%, en el menor de los casos, que ya tiene la aceituna negra. Significaría un 45% de arancel. Un mayor desastre aún», anticipa Zambrano.
Los productores de aceitunas que se tratan industrialmente como negra oxidada o al estilo californiano están alarmados. En Extremadura, gran parte de ellos son de la provincia de Cáceres. Se recuerda lo que hizo Trump y «ahora llega con un discurso proteccionista muy agresivo».
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Los aranceles a la aceituna negra española llegaron en 2017, con Trump. Dos grandes empresas estadounidenses, Musco y Bell -Carter, se quejaron ante su Gobierno por los bajos precios con los que entraba la aceituna española. Y Donald Trump penalizó al producto procedente de Francia, Alemania y España.
España llevó este asunto a la Organización Mundial del Comercio, que en dos ocasiones dio la razón a nuestros productores. Llegó Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos pero en la práctica siguieron los aranceles. Eso ha hecho que España haya perdido un 64% de las ventas a EE UU en siete años.
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«Hemos perdido mucha cuota de mercado», reconoce el responsable de Viñaoliva. Estados Unidos es el principal importador de aceituna negra. Los productores españoles han perdido 280 millones desde 2017 por los aranceles.
«Pero EE UU no ha dejado de consumir ese producto sino que se lo ha comprado a otros países como Egipto, Turquía o Portugal», clama Zambrano. Actualmente, España vende 23.000 toneladas mensuales de aceituna negra a Estados Unidos. De ellas, unas 2.000 son extremeñas.
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La guerra comercial entre EE UU y parte de la UE se relajó con Biden. Se acordó una especie de moratoria de cinco años para que EE UU no pusiera nuevos gravámenes, en este caso a la aceituna de aderezo verde y al aceite de oliva español.
«De estos cinco años, llevamos tres. Y ahora llega Trump», relata Zambrano. Los aranceles americanos están propiciando la deslocalización de algunas empresas españolas para poder vender allí sin cortapisas. «Están montando fábricas en otros países», expone.
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El secretario general de la Asociación de Exportadores de Aceitunas de Mesa, Antonio de Mora, advierte que la victoria de Trump es una «amenaza para todos los productos». Y mira a la UE. «No ha tomado las medidas ni actuado con la contundencia que debería. Ahí están las consecuencias».
Mientras, Juan Metidieri, presidente de Apag Extremadura Asaja, indica que lo que más le preocupa «no es el proteccionismo de Trump sino las políticas que aplican los burócratas europeos porque siempre somos los más perjudicados y nos utilizan como moneda de cambio en todas las transacciones internacionales».
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