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Piscina natural de la localidad. Andy Solé
Rincones con encanto de Extremadura

El Gasco, donde la carretera se acaba

La CC-63, que nace en Nuñomoral, pasa por Martilandrán y Fragosa y muere en esta localidad hurdana

Lunes, 12 de agosto 2019, 07:55

Al llegar en coche a la plaza de El Gasco, al conductor no le queda más opción que dar la vuelta y desandar el camino. En este caso, la carretera CC-63, que nace en Nuñomoral, pasa por Martilandrán y Fragosa y muere en El Gasco. Muere en sentido literal. A partir de la plaza de este municipio de Las Hurdes no se puede seguir si no es andando. Ahí, junto a una fuente de agua fresca, termina la vía y surgen dos calles estrechas, una de bajada hasta 'El chorro', que es como se nombra en los carteles la piscina natural del municipio, y otra de subida, que lleva hasta la zona más auténtica de la población.

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Calle arriba por la calle Arriba, que así se llama la vía que asciende, surge el olor a campo y se oye el tintineo de los cencerros de las cabras moviéndose en los establos. Uno de estos, que no tiene la tradicional puerta de madera, cobija a un caballo blanco que mira hacia la calle. Un pastor y una mujer aparecen al final de la calle empinada y la atraviesan a buena velocidad acompañando a una docena de cabras. Al rato pasa un hombre con tres mulas.

El pueblo mantiene aire propio de los lugares donde la ganadería sigue siendo un pilar económico. El río Malvellido pasa junto al municipio, em algunos tramos con el agua deslizándose despacio. Andy Solé

El Gasco mantiene un aire de vida tradicional que le diferencia de otros pueblos cercanos. Y en su zona alta hay algunas casas que son buena muestra de la arquitectura hurdana. Un tipismo que convive en armonía con un cierto bullicio de sitio de veraneo. Turistas con su cámara de fotos al cuello, excursionistas que a primera hora del día hacen la ruta hasta el chorro de la Meancera, terrazas en las que no falta alguien tomando una cerveza... Hay varios restaurantes en el pueblo, entre ellos La Meancera, que sirve carne a la piedra caliente y luce una decoración moderna, con el cocinero a la vista de los comensales.

Parte del trasiego que hay en el pueblo se explica por la piscina natural, que tiene su chiringuito. A esta altura de su cauce, el río Malvellido baja deslizándose entre rocas pulidas, junto a bancales con huertos ordenadísimos y cuidadísimos. Frente al charco, un pastor charla con una familia de turistas catalanes. Al rato, un ganadero y sus dos mulas pasan junto a ellos, mientras arriba, los coches llegan a la plaza de El Gasco y dan la vuelta.

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