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El robo de 45 botellas de vino en la que es considerada mejor bodega de España, la del restaurante Atrio de Cáceres, sigue dando que ... hablar y con tres estrellas Michelin, más aún. Los clientes mejicanos vienen a Atrio con emoción porque el robo abrió sus telediarios durante semanas y de Portugal también llegan clientes que entran en la bodega con la sensación de pisar una de esas pirámides egipcias profanadas que tanto impresionan.
El robo de Atrio es el más mediático, espectacular e inspirador de series y documentales, que ya se están esbozando, pero no es el único robo gastronómico porque todo lo que envuelve de emociones y sensaciones el entorno de la cocina y los restaurantes incita. Lo que más se roba en los restaurantes son los cubiertos, seguidos por las tazas de café y las servilletas y los productos del aseo: jabones, cremas y jaboneras. A raíz de la confesión de Toño y José, otros chefs se han atrevido a contar que también ellos sufrieron hurtos de productos sofisticados perpetrados con premeditación y cálculo. A Dabiz Muñoz, por ejemplo, le birlaron de su restaurante más de 30 botellas de vino de Burdeos de nivel superior. Hasta ahora no se conocía ese robo.
Los más conocidos son los robos de jamones. Delitos de ese tipo estamos hartos de conocerlos en Extremadura. Es más, hay hasta una novela relacionada con el jamón ibérico y el timo de su sustitución por jamones húngaros: 'Heridas abiertas' (Tau Editores), escrita por la holandesa Ellen Gerretzen en Jerez de los Caballeros, donde vive.
Pero los robos gourmet más importantes suelen estar relacionados con los vinos caros. Hace dos años, fue desmantelada una red de ladrones de vino en Europa que ya había robado por valor de cinco millones de euros. En Burdeos, robaron 1.600 botellas que acabaron en bodegas particulares, muchas de ellas chinas. Pero no solo se roban vinos de Burdeos, también los Borgoña son codiciados por las bandas organizadas.
En Estados Unidos, hay bandas vinateras que, al igual que los ladrones de Atrio, roban vinos del Domaine Romanée-Conti. El robo más sonado tuvo lugar en un tres estrellas Michelin de California, de donde se llevaron en Navidad 70 botellas por valor de 300.000 euros. En la tienda Lavinia de Madrid robaron también vinos finos, pero los pusieron a la venta en Internet y los pillaron. En Francia, secuestraron a un bodeguero para que abriera su bodega magnífica, pero se negó y no se llevaron ni una botella de su cava de La Chapelle-Bâton.
Los ladrones de alcohol premium le dan a todo, ya sea champagne como el robado en Palafrugell, donde de la mejor tienda de vinos y licores del Empordá se llevaron siete botellas de Dom Pérignon, ya sea whisky o la botella de vodka más cara del mundo, hecha con tres kilos de oro y tres de plata. La robaron de un bar de Dinamarca, que con Francia y España conforma el triángulo europeo de las bebidas carísimas y tentadoras. La razón de tanto robo de bebidas caras es que son consideradas una de las inversiones más seguras y menos volátiles que existen. En las épocas de inflación, se revalorizan bien, del orden del 5% anual en el caso de los vinos de lujo.
En Atrio, a pesar del robo, siguen enseñando la bodega. Es como si visitáramos el museo del Prado del vino porque las joyas que hay allí son únicas y su valor es incalculable. La temperatura, la luz, entre el 75 y el 90% de humedad... Todo es perfecto en el paraíso estrellado de la gastronomía. Desde el robo, no se pueden hacer fotografías, pero no han prohibido las visitas de los clientes a la considerada mejor bodega de España por las revistas especializadas.
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