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Saldremos adelante

Carta de la directora ·

Manuela Martín

Badajoz

Domingo, 22 de marzo 2020, 09:52

P ARECE que ha pasado un siglo, pero llevamos solo una semana confinados en nuestras casas y ya sentimos lo frágiles que somos. La orgullosa sociedad desarrollada puesta en jaque en un solo mes por un virus al que todavía no conocemos bien. Amenazada nuestra salud y amenazada nuestra economía. Asustados ante el monstruo invisible. Pero esta semana ha servido también para darnos cuenta no solo del valor de esos sanitarios a los que aplaudimos a las ocho de la tarde, sino del valor de todos y cada uno de los trabajadores que aseguran que nuestra vida no se derrumba del todo. ¿Se han preguntado qué pasaría si los agricultores, los ganaderos, los carniceros, los fruteros, los panaderos que nos llenan todas las mañana comercios y supermercados dejaran de producir? ¿O si los camioneros parasen y no llevasen todo la mercancía a nuestra disposición?

En estos extraños días en que todo se derrumba no dejo de admirar la entrega de quienes siguen limpiando las calles cada mañana; y de quienes recogen la basura por las noches para que las calles no se conviertan en el escenario de una película medieval asolada por la peste; y no me olvido de quienes con el miedo metido en el cuerpo limpian hospitales y residencias y asean ancianos. Precisamente esos ancianos que han resultado ser las víctimas favoritas del cruel virus.

Solo estos días nos damos cuenta del valor del trabajo de todos y cada uno de los profesionales que se echan a la calle para asegurar que la comida, el agua, el gas y la luz siga llegando a nuestras casas. Y a quienes tenemos la tentación de quejarnos de lo neuróticos que nos pone el encierro y el teletrabajo se nos quita la tontería al momento cuando observamos al conductor del autobús, al policía, al militar, al taxista, a todos los que no tienen la suerte de poder quedarse resguardados en casa y se juegan un contagio por cumplir con su deber, por hacer su trabajo.

¿Qué sería de nosotros si además del paseo matutino o vespertino y otras rutinas cotidianas nos hubieran quitado la posibilidad de comunicarnos con nuestros amigos y familiares a través del teléfono? De repente, hasta el usuario más torpe se ha hecho experto en videoconferencias para poder mantener el contacto con sus hijos o sus nietos y que estos, en su inocencia, les ayuden a vencer la angustia con una sonrisa.

La sociedad resiste porque resisten las pequeñas piezas que la soportan. La empleada que limpia una y otra vez el mango de los carros de la compra; el joven que se ofrece a hacerle la compra y a darle conversación a través de la ventana al vecino anciano; la enfermera que aguanta horas de presión en hospitales sobrecargados; el periodista que pelea a diario contra los bulos que inundan las redacciones y trata de dar una información rigurosa, un bien de primera necesidad en unos tiempos en que el alarmismo cotiza al alza. También los políticos y gestores públicos más decentes, que los hay, que se han arremangado y, al margen de las imprevisiones y errores que se han cometido, tratan de achicar agua en medio de la tempestad.

Si esta situación no se convierte en una pesadilla aún mayor es porque muchos se creen el famoso himno de 'Resistiré' y continúan cumpliendo con su deber. Saldremos adelante, no lo duden. Tenemos la determinación que se precisa para conseguirlo. Mientras tanto, cuídense.

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