La ruta de los altares atrae a los templos a miles de personas

Sergio tiene 3 años. Vive en Suerte de Saavedra y este lunes pudo disfrutar por primera vez de una ruta de los altares. De la mano de su madre, Carmen Risco Meneses, visitó varios templos en el Casco Antiguo de Badajoz. No había colegio y junto a su hermano David, que tiene 9 años, y a su padre, Luciano Tejada Carvajal, pudo ver de cerca algunas de las imágenes que esta Semana Santa de 2021, por segundo año consecutivo, no podrán salir en procesión.

La visita empezó en la ermita de la Soledad, donde se venera a la Patrona de Badajoz. En estos días ha sido suprimida la misa de la mañana para que todos los fieles que lo deseen puedan contemplar los pasos, que han sido montados como si fuesen a salir a la calle.

Carmen y Luciano se casaron en la Soledad hace 12 años. Los dos han heredado de sus padres al amor a la Patrona y, aunque nunca han salido de nazarenos, acostumbraban a contemplar cada año el paso de los desfiles. «Salvo las procesiones de madrugadas, que son muy tarde para los niños, no nos perdíamos ni una».

Este 2021 las imágenes no procesionarán, pero en casa de Sergio y David no faltarán las procesiones. «Es muy gracioso porque Sergio se pone una mesita pequeña en la cabeza y la levanta como si fuese un costalero. Les divierte mucho», cuentan sus padres.

Ellos, al menos, tendrán la posibilidad de sentirse protagonistas de una procesión, algo imposible para Daniel Retamal, que con 18 años recién cumplidos soñaba con sacar por primera vez el paso del Ecce Homo desde la ermita de la Soledad. «Mi padre es costalero de este paso desde hace 13 años. Cuando yo era niño me ponía a su lado y él me daba la mano desde debajo del paso, es algo que llevo esperando toda mi vida».

Pero este Jueves Santo no podrá estrenarse Daniel, que este lunes pasó buena parte de la mañana a las puertas de la Soledad. «Me da mucha rabia que por culpa de la pandemia no podamos salir. Yo estoy en 2º de Bachillerato y cuando le cuento a mis amigos que quiero ser costalero algunos no lo entienden. Yo les digo que la Semana Santa no es solo cuestión de fe, también es una oportunidad de disfrutar de las imágenes, del arte, de la música... Es algo que le puede gustar a cualquiera, sea o no cristiano».

Esa devoción por la Semana Santa la comparten Cándida Ontiveros y María Jesús Sánchez. Las dos recorrieron este lunes las iglesias del centro de Badajoz para ver las imágenes de cerca. «Cuando he mirado al Cristo de la Caridad me ha parecido que estaba vivo. Se me han saltado las lágrimas», confesaba María Jesús, conocida en los ámbitos sanitarios por haber trabajado en el hospital Universitario de Badajoz.

«En estos tiempos de pandemia yo no tengo miedo a nada –añadía Cándida, que ha sido profesora en el colegio de los Salesianos–. Tengo tanta fe en Dios que pienso que no me puede pasar nada malo», decía emocionada tras contemplar la imagen del Cristo Yacente, sin urna, colocado justo delante de la Virgen de las Lágrimas.

A las siete y media de la tarde Montaña Ramajo se acercó hasta la plazuela de Santo Domingo, en Cáceres, para contemplar al Cristo de la Salud dentro de la iglesia. Es una apasionada de la Semana Santa cacereña y, en particular, de este desfile. «Es muy triste que nos quedemos sin procesiones por segundo año», lamentaba. A esta hora, cada Lunes Santo, esta zona del casco viejo suele ser un hervidero de gente. Ayer el ambiente era distinto.

El atrio de Santo Domingo se vistió de gala. Balcones decorados en la plazuela, flores en el enrejado del templo y dos fotografías en la calle con las imágenes de sus titulares. El Cristo de la Salud y la Virgen de la Estrella se quedaron dentro de la iglesia. No hubo lluvia de pétalos en la calle, ni saetas desde las alturas. Los costaleros tampoco se metieron bajo los pasos. Esta vez, como gesto simbólico, depositaron sus costales cerca de las imágenes. El acceso al templo estuvo controlado por hermanos de la cofradía para garantizar el cumplimiento de las restricciones.

A pesar de no haber procesión, la cofradía no ha prescindido de los estrenos. La imagen del Cristo lució un broche pectoral de plata, amatistas y cristal que guarda en su interior peticiones de hermanos y fieles. Y la Virgen, que salió a la calle por primera y única vez, de momento, el Lunes Santo de 2019 llevó un nuevo puñal de nácar y plata dorada.

El Lunes Santo es una jornada de contrastes en Cáceres, en la que conviven los dos estilos que tienen las cofradías de la ciudad de sacar sus imágenes a la calle: con costaleros, bajo el paso, y con hermanos de carga, a hombros. A pocos metros de Santo Domingo, en la plaza de Santa María, no se escuchó el impacto de las horquillas sobre el suelo, un sonido que marca el avance de los desfiles y que es una de las bandas sonoras de la Semana Santa.

«Está todo más frío. No hay el ambiente de otros años», confesaba desde la concatedral de Santa María Inmaculada Hernández Paz, mayordoma de la cofradía del Cristo de las Batallas, la otra hermandad que vertebra el Lunes Santo cacereño. A falta de procesión, las tres imágenes que articulan esta procesión se pudieron contemplar en altares. Entre ellas está la talla del Cristo de las Batallas, pendiente de restauración después de que el pasado mes de diciembre la imagen sufriera daños en su pintura por motivos que todavía no se han esclarecido. A las ocho de la tarde se realizó una ceremonia de veneración a estas tallas en el transcurso de la cual se bendijo un incensario donado a la hermandad por el artesano José Manuel Rubio.