«La atención primaria está exhausta y cada vez lo tiene más difícil para dar sus servicios». Así resume Pedro Hidalgo, presidente del Colegio de Médicos de Badajoz, el sentir de los facultativos que ejercen la medicina de proximidad y que a estas alturas está al borde del colapso. Si en la primavera de 2020 todo el mundo puso la mirada en los hospitales, ahora parece que los ambulatorios sostienen todo el peso del azote vírico. Y lo hacen, además, con un clima de descontento social creciente.
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Tres recientes agresiones a médicos en centros de salud de la región (en Almendralejo, Navalmoral y Llerena, cada uno de ellos con una casuística diferente) han vuelto a poner el foco en los riesgos para la integridad de esos profesionales que están en primera fila.
A la tensión acumulada durante casi dos años de pandemia se añadió en diciembre una sexta ola de contagios provocada por la variante ómicron, con un crecimiento exponencial de los casos que ha vuelto a colapsar una atención primaria que iba recuperándose del cuello de botella. La urgencia de los nuevos casos de covid ha vuelto a desplazar otro tipo de consultas. Se aplazan citas, es complicado coger hora en algunos centros para el médico o el pediatra y, mientras tanto, se multiplican las colas para los cribados de antígenos y todo se descontrola. En Cáceres tuvo que llegar a intervenir la Policía Local para restablecer el orden en el cribado del centro de salud de Mejostilla. Todo el mundo quería tener la certeza, test por delante, de poderse sentar a cenar con sus seres queridos. No son unas fechas cualquiera.
«La pandemia empezó con la aceptación social de una situación inédita, se produjo una compenetración magnífica entre el sistema sanitario y la población, eso ha durado bastante, pero con el paso del tiempo han ido apareciendo tensiones crecientes», reconoce Ceciliano Franco, uno de los máximos responsables de la gestión de la crisis sanitaria en la región como director-gerente del SES. El asunto, señala, «ha emergido porque ha habido agresiones graves que son noticiables, pero tenemos quejas casi permanentes de los sanitarios de un aumento de la tensión social, quejas como malas palabras de pacientes con los que tienen una magnífica relación, que han perdido los nervios y les han buscado las vueltas».
¿Es posible en un centro de salud que alguien deje sonar un teléfono sin contestarlo? Franco tilda de puntual la queja de que algún usuario haya visto a un trabajador no responder una llamada pudiendo hacerlo. «En la gran mayoría de los casos el motivo es la masificación de la asistencia, no dar abasto», justifica el gerente del SES. «Los profesionales sanitarios han actuado con una profesionalidad exquisita, de hecho muchos de ellos han anulado sus vacaciones en vista de la sobrecarga que íbamos a tener, a ellos no se les puede achacar nada».
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Franco cree que el cierre de los centros del salud en los primeros momentos de la pandemia y la sustitución de las consultas presenciales por telefónicas fue algo que la sociedad «no comprendió, es difícil de explicar».
«Es la atención primaria, la más cercana, la que está siendo más agredida», se lamenta por su parte Pedro Hidalgo. «No hay ninguna circunstancia que pueda justificar una agresión, las negligencias, quejas o demandas se encauzan de otra forma, por eso existe la defensora del paciente del sistema público».
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Para él la solución «no es poner cámaras en la consulta» porque sería un atentado contra la intimidad de los pacientes. Tiene que haber, a su juicio, una lucha contra la impunidad a través de las denuncias y, además, «tolerancia cero, en una consulta solo puede existir la relación médico-paciente».
Hidalgo considera que los aplausos en los balcones iniciales eran un espejismo. «Vimos los aplausos para espantar los miedos pero no por el sentimiento de que éramos esenciales, nadie ha venido a dar las gracias ni aplaudir a una profesión que ha puesto más de 125 muertos encima de la mesa».
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«Esto no puede seguir así, se responsabiliza al médico de todo, hay que pararlo de alguna manera». María José Rodríguez Villalón es médico de atención primaria en el centro de salud Sebastián Trabas de Nuevo Cáceres y secretaria general del Sindicato Médico de Extremadura (Simex). Bajo su punto de vista la crispación que sufren los médicos puede contribuir a incrementar las bajas por estrés, aunque considera que el nerviosismo social por la pandemia no impacta solo en el sistema sanitario. «Pasa también con los bancos, si a una persona le ponen trabas, se enfada y es algo comprensible, la gente está más alterada, lo que hay que intentar es no entrar en un círculo vicioso que va a más».
Cree que actualmente es necesario insistir con campañas de concienciación públicas para intentar que no se colapse la atención primaria. «Todos tenemos psicosis por la palabra covid, y si te dicen positivo yo entiendo las dudas, pero es necesario tranquilizar a la población con los datos que tenemos y lo que sabemos hasta ahora».
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El objetivo, que los casos asintomáticos y leves no obstaculicen los casos graves y que necesitan una mayor atención. «Si no, saturamos y no puede llamar nadie». Cree que, por más que las medidas preventivas sean muy conocidas por la sociedad actualmente, hay que insistir. «Hay que hacer un bombardeo al estilo casi de una campaña electoral», señala Rodríguez Villalón, que lamenta que la pandemia aleje aún más ese objetivo de los médicos de primaria de tener 10 minutos para atender a cada paciente. «Estamos atendiendo incluso por la tarde, fuera de horario».
Para Gonzalo Gallego, portavoz del sindicato de enfermería Satse en Extremadura, el caos actual se debe a la falta de medios. «El problema viene motivado por un déficit importante de personal en atención primaria, no es algo coyuntural de esta sexta ola». Coincide con el resto de profesionales en que la sobrecarga es enorme. «Se están haciendo cientos de test al día y no se puede atender la demanda que está llegando, muchas de las actividades que se están haciendo en los centros de salud se están posponiendo, hay quejas por los larguísimos tiempos de espera, esto está generando mucha crispación».
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Gallego cree que, a pesar del clima, «el grueso de la ciudadanía apoya la actividad que están haciendo todos los profesionales de primaria, pero hay individuos que en algunas circunstancias pueden llegar a las situaciones en las que hemos llegado en los últimos días». Más allá de la violencia física, considera que las malas formas han ido elevándose en los últimos años. «Y es algo que se ha incrementado en esa pandemia».
Entre los usuarios consultados por este diario se comprende la situación por la que atraviesan los sanitarios, aunque también hay situaciones, como la que relata Eva, una joven cacereña que, tras dar positivo por covid con un test de antígenos hecho en casa, intentó gestionar una baja en su centro de salud. «Llamé 30 veces, a veces me salía ocupado, otras me lo cogían y me colgaban».
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Cuando pudo contactar cree que la información que se le dio no fue suficiente. «Había pasado una noche muy mala y no me sentí bien tratada por la persona que me cogió el teléfono, entiendo que estén hartas de contar lo mismo, pero yo había dado positivo, para mí era algo nuevo y estaba preocupada», señala.
El Servicio Extremeño de Salud (SES) tiene establecido un convenio con las fuerzas de seguridad para activar la denominada policía sanitaria. Se trata de una «monitorización de las agresiones de todo tipo, verbales que son las más frecuentes y también las graves, como las tres últimas que han sucedido en Extremadura», explica el gerente del SES, Ceciliano Franco. «Los funcionarios sanitarios se consideran autoridad, un atentado a ellos es un atentado a la autoridad».
Actualmente, Policía Nacional y Guardia Civil vigilan los tres casos que ha habido en centros de salud. Se ha convocado una reunión en los próximos días con la Delegación del Gobierno en la que se ha convocado también a profesionales médicos.
Además de esto se tiene previsto implantar un sistema automático de alerta y medios físicos como cámaras. ¿Hay centros de salud que destaquen por ser especialmente conflictivos? El director gerente del SES, Ceciliano Franco, cifra en aproximadamente una veintena los centros de salud en los que se recibe un número mayor de notificaciones por agresiones a sanitarios, sobre todo los más grandes. En la capital cacereña destacan los centros de Nuevo Cáceres o el Manuel Encinas. También Miajadas, pese a que ha mejorado la situación recientemente. En Jaraiz y Moraleja también hay tensiones. En la provincia de Badajoz destaca Almendralejo. «En Llerena no, pese a lo que ha sucedido recientemente».
En todo caso, y más allá de protocolos de seguridad, indica que «tiene que haber una relación de mutua confianza entre el médico y el paciente, para nosotros lo más cómodo sería poner vigilantes de seguridad en los centros de salud que están siendo conflictivos, pero no es nuestra idea general», apunta. «Nunca hay justificación para ninguna agresión de ningún tipo, aunque haya tensión social», remarca Franco.
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