Cuentos de agosto
De Carmen Ibarlucea
Li ShiyuanCuentos de agosto
De Carmen Ibarlucea
Li ShiyuanMi nombre es Li Shiyuan. Soy una criada en casa de la familia Ch'eng-Shih. Nací pobre, y desde niña comencé a trabajar, junto a mi madre y mi abuela, que eran cocineras, como ahora lo soy yo.
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Desde que nací, hasta que muera, ... mi vida transcurrirá cocinando, limpiando y cuidando los hijos de mis empleadores.
Dicen que no tengo educación. No puedo estar de acuerdo.
He crecido en la cocina, atesorando las historias que cuenta mi abuela. He crecido aquí y he madurado como persona entre ollas y sartenes. Sé preparar deliciosos guisos de cereales. Sé hacer fideos de arroz y suanye, las frutas y verduras fermentadas que han dado fama a la ciudad de Nanning.
Cuando vienen los niños de la casa, se sientan y me piden que les cuente los cuentos que me enseñó mi abuela. No tengo educación, dicen. Soy una mujer que trabaja por un sueldo y que ha crecido entre mujeres.
Vivo en la región de Guangxi. Y nací cerca del río Li, pero me vine a Nanning siendo muy niña. La familia Ch'eng-Shih paga bien y nos trata con respeto.
La ciudad de Nanning es grande, desconozco la razón. Y verde, con árboles exuberantes, debido a la humedad. Los veranos son largos y húmedos. He escuchado hablar del frío a los viajeros que vienen a la casa del patrón, pero yo no lo he experimentado nunca.
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En la casa hay un niño, de nombre Tuan Ch'eng -Shih, que me pide siempre que le cuente los cuentos de mi abuela. El que más le gusta es la historia de 'Pies de loto' y yo se lo cuento tantas veces como él quiere.
Yo no tengo la belleza de Yeh Shen, ni los pies pequeños, ni he encontrado nunca la forma de liberarme de la carga del trabajo. Sin embargo, me gusta contar su historia y pensar que aunque no me suceda a mí, sí que puede suceder, porque ya ha sucedido.
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Desconozco la razón por la que al niño Tuan le gusta escuchar la historia de Yeh Shen. Pienso mucho en ello cuando me quedo sola en la cocina.
Tuan es varón, de una familia rica. Sabe leer, sabe escribir. Dedica gran parte de su tiempo a estudiar y tendrá una profesión respetada entre los hombres. Seguramente se casará, porque para los hombres es obligatorio tener herederos.
Soy una mujer que ha nacido pobre y morirá pobre. Que no sabe leer, que no será respetada, ni recordada. Mi linaje morirá conmigo porque he elegido quedarme a trabajar en vez de buscar marido.
Pero siendo tan diferentes, a él y a mí nos gusta la historia de Yeh Shen.
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Yo no cuestiono que el padre de Yeh Shen tenga dos esposas. Tampoco lo hace Tuan, que supongo que se imagina que así será su vida de mayor.
Mi padre no tuvo dos esposas, y mi madre quedó viuda muy pronto, como mi abuela. Y las dos trabajaban para ganarse la vida, sin necesitar a un hombre. Sin embargo, murieron pensando que era mejor ser esposa que ser sirvienta.
En el cuento, Wu, el padre, sabe que sus dos esposas son diferentes, y que una es buena y la otra es malvada. Que una es generosa y la otra es egoísta. Pero tiene una hija con cada una de ellas.
A mí me gusta contar el cuento y decir que Wu tuvo dos hijas. Siempre me detengo en este momento y lo disfruto. A veces lo repito «Wu tuvo dos hijas». En la historia parece algo tan normal, tan bueno, tan positivo. La realidad es que nadie se alegra cuando nace una niña. Y la costumbre dice que debes meter a la niña debajo de la cama durante tres días, y el tercer día el padre decidirá si la acepta en la familia o si la deja morir.
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Me gusta el cuento porque el hombre de las dos hijas no parece desgraciado, ni reniega de ellas.
Yo soy una sirvienta. Como todas las mujeres pobres tengo los pies grandes porque necesito caminar ligera para hacer las tareas de la casa. Solo si naces en una familia rica te vendan los pies para que seas hermosa. Es una costumbre cruel y el cuento lo dice claramente, «al morir la madre de Yeh Shen quedó la niña al cuidado de la segunda esposa, que envidiaba su carácter alegre y decidió convertirla en sirvienta. Y para que sufriera aún más la obligaba a calzar zapatos muy pequeños que le causaban un dolor inmenso al caminar».
Y de pronto, en la historia, el padre desaparece para siempre. No te da tiempo ni a pensar mal de él. Ante la maldad de la segunda esposa, el amor de la madre encuentra el camino de regreso reencarnándose en un pez dorado que va a conseguir, por medios mágicos, darle a su hija una vida feliz.
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Y al final, la justicia se impone, y la segunda esposa y su malvada hija, son encerradas en una cueva. Yo me imagino que esa cueva está en la cascada de Detian. Parece que el destierro no es suficiente para su maldad y una lluvia de piedras termina con sus vidas.
Me sorprende que al niño Tuan le guste esta historia de mujeres.
Me sorprende que a un hombre le guste una historia donde las protagonistas, buenas y malas, son mujeres. Donde la justicia la hacen las mujeres a su modo, y donde los hombres pueden desaparecer sin que nadie los extrañe.
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No me canso de contar, y no juzgo a quien me escucha.
Quizás esa sea toda la magia que se necesita.
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