En abril personal de la Junta de Extremadura acudió al arroyo de la Vid y el río Barbaón, que vierten al Tajo, a capturar siluros ... . Los peces estaban organizados para iniciar su emboscada, esperando con la boca abierta a los barbos que ahora remontan el cauce para desovar. Hubo que usar descargas eléctricas para adormecer a estos inmensos depredadores que superan fácilmente el metro de longitud y cuyos coletazos asustan. Gracias a arpones especiales sacaron de allí unos 24 ejemplares.
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Esto ocurrió hace un mes. Hace un año del acuario central del Centro de Acuicultura de las Vegas del Guadiana, a las afueras de Badajoz, expulsaron al siluro. No solo se estaba comiendo al resto de ejemplares sino que se decidió no dar relevancia a especies invasoras. De esta piscina acristalada que asombra a los escolares de visita también desterraron al pez gato, la lucioperca y al alburno por no ser autóctonos.
De todos ellos el siluro es el más impresionante por su tamaño. Y el más dañino. Se estima que fue introducido por pescadores en la región en torno al año 2000 por puro espectáculo, para vacilar en las fotos sosteniendo a un animal que puede llegar a pesar más que el propio pescador.
Ahora la relación de este pez con Extremadura da para un guion de serie B, en el que una bestia monstruosa arrasa lo que encuentra a su paso mientras los humanos tratan de diseñar sin éxito un plan para contrarrestar sus efectos devastadores. «De momento, está en la cuenca del Tajo, y en la de Guadiana he escuchado que ha llegado a Alqueva, pero como Administración no nos consta», dice preocupado César Fallola, jefe de la Sección de Pesca, Acuicultura y Coordinación de la Dirección General de Política Forestal de la Junta de Extremadura. Palangres, redagallas, trasmallos ... aún no han dado con el método lo suficientemente eficaz y selectivo.
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El siluro es originario de los grandes ríos de Europa central y fue introducido en España en los años 70. La gran cantidad de agua embalsada que tiene Extremadura ha favorecido su proliferación y empresas de pesca hacen negocio con este pez aprovechando la vanidad de algunos pescadores, lo que afecta negativamente a otras poblaciones autóctonas. «El barbo y la carpa son hasta ahora los únicos supervivientes ante la supremacía del siluro, pero hemos visto que acecha a los barbos en la freza y esto es un problema porque lo hace en equipo y se concentra allí donde sabe que van a acudir los barbos», apunta Fallola. Su equipo tiene en la agenda más misiones de rescate de barbos, en el río Almonte y en las colas del embalse de Alcántara.
Nadie lo acecha y es la especie dominante en cada vez más tramos embalsados, así que desde hace cuatro años la Junta ensaya métodos para reducir su población. «Pero no es sencillo –admite César Fallola– porque la ley no ayuda, ya que el siluro no se puede ni vender ni pescar».
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Lo ideal, prosigue, sería abordar el problema como se hizo con el cangrejo rojo, otra especie exótica invasora que, al igual que el black bass o el lucio, fueron introducidos legalmente. El cangrejo rojo americano empezó a propagar un hongo que mataba al resto de cangrejos europeos y urgía controlar su población. La ventaja es que alrededor de esta especie hay un tejido empresarial. «Solo en Extremadura hay unas 300 personas que viven de la captura de este cangrejo en la cuenca del Guadiana», apunta Fallola.
César Fallola | Jefe Sección Pesca
A su favor jugó una sentencia del Tribunal Supremo que permitía bajo ciertas condiciones su pesca y comercialización pese a ser especie no autóctona. Su captura, transporte y la inscripción de varias empresas en un plan de control para asegurar la trazabilidad del producto consiguieron que la estrategia de la Junta estuviera amparada legalmente. Ahora Extremadura saca de las aguas de los ríos en torno a 1,2 millones de kilos de cangrejo rojo. La gran diferencia, a priori, es que el cangrejo tiene demanda gastronómica y al siluro hay que buscarle una salida que aún no está clara.
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En 2017 la Junta de Extremadura y la Fundación La Caixa firmaron un convenio para el control y erradicación de especies piscícolas invasoras. Aquello dio lugar a un proyecto piloto con varias fases: estudio de campo (en la cuenca del Guadiana entre la presa de Montijo y el azud de Badajoz, y en la del Tajo en el embalse de Arrocampo), formación del personal para la captura, divulgación de las posibilidades del agua como sistema productivo, ensayo de artes de pesca y, lo más importante, qué destino dar a esas capturas.
Gracias a una nueva remesa de fondos de La Caixa en 2019, la Junta retomó el plan y concretó las mejores artes de pesca tanto para el siluro como para el pez gato. Para el primero el trasmallo (sistema de redes superpuestas), para el pez gato unas nasas (recipientes sumergibles) cilíndricas. Aquel programa al que La Caixa aportó en torno a 25.000 euros se ha retomado este año y, según explica César Fallola, tienen dos frentes abiertos.
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Uno es evitar la promoción del siluro como ejemplar atractivo para pescar. Guadalupe de la Cruz es biotecnóloga de la empresa Fotex que se encarga de monitorizar en Internet qué tipo de empresas hacen negocio guiando a clientes para pescar siluros. «Hemos detectado en Extremadura unas 16 que se promocionan de manera visible, pero hay más. Al explicarles el daño que causa esta especie y por qué no hay que promocionarla algunos tienen una reacción positiva, pero otros no hacen ni caso».
Guadalupe de la Cruz | Biotecnóloga
El otro desafío es qué hacer con el pez una vez capturado. Se permite su enterramiento, pero desde la Junta trabajan para encontrarle un aprovechamiento, ya sea en los muladares o para la industria. «Estamos estudiando si sirve para harina para piensos, o incluso para consumo directo fileteado, pero para eso hay que hacer análisis previos y tener en cuenta la normativa nacional, que no permite la comercialización, por lo que no es fácil solucionar el problema».
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Antes incluso de decidir qué se hace con estos residuos animales que pueden llegar a rondar los ochenta kilos faltaría regular las capturas, pues los agentes de la autoridad no siempre consiguen la prueba de que la pesca sea intencionada.
De momento, insisten en afear a quien posa con un gran siluro y explicar las consecuencias– «acaban con la biodiversidad autóctona», recalca Fallola–, pero lo cierto es que hay dudas sobre qué hacer con una siluro que pique el anzuelo. Miguel Ángel Cotallo, jefe de la sección de Pesca, lo explica: «Hay que participar en su retirada. Si es uno o pocos, basta con dejarlo en la orilla y ya los buitres o algún jabalí lo eliminarán, y nunca fotografiarse con ellos», señala.
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