El catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura (UEx) –ovetense de nacimiento pero afincado en Cáceres desde hace tres décadas–, autor de una veintena de libros y Premio Nacional de Historia en 2017 por 'Historia mínima de la Guerra Civil española', califica de «honor profesional» este nuevo escalón que acaba de subir antes de cumplir los 60.
La actividad de Moradiellos en la Academia tendrá una doble vertiente: por un lado contribuirá a los debates propios de esta solemne institución aportando principalmente sus conocimientos sobre el periodo de la Segunda República española, la Guerra Civil, la II Guerra Mundial y la etapa del franquismo.
«A la divulgación de conocimientos en nuestro país a veces le ha faltado oportunidad y respaldo político»
Por otro, se suma a una tarea que ya está en marcha en la propia institución: «La Academia quiere que se conozca la riqueza patrimonial que alberga a través de la celebración de exposiciones, conferencias, congresos, cursos...». Desde el propio palacio madrileño que alberga la institución (obra del arquitecto Juan de Villanueva) hasta libros, pintura, depósitos de archivos –todo de incalculable valor, como las glosas emilianienses del siglo X o uno de los códices de las biblias mozárabes del Beato de Liébana– es un patrimonio extraordinario que se quiere difundir para un mejor conocimiento por parte de la sociedad.
El Disco de Teodosio (un objeto ceremonial del Imperio Romano) que fue hallado cerca de Almendralejo también lo custodia la Academia de la Historia, que en los últimos años ha puesto el acento en difundir personajes de España y del mundo hispánico a través del diccionario electrónico, con 50.000 entradas a cargo de unos 400 investigadores.
Promover la reflexión
Para Moradiellos, el objetivo último de su paso por esta institución es «promover que la gente reflexione, que vea el mundo históricamente, que no use parámetros actuales, que consideramos eternos, para medir con varas inapropiadas lo que en otros tiempos ni se concebía. Eso me parece importante, porque en la sociedad actual, por las nuevas tecnologías, que nos hacen tan presentistas, se necesita la Historia, pensar en profundidad y mirar en tiempo y lugar», argumenta.
«Se necesita tener conciencia histórica para poner las cosas en su tiempo», añade el catedrático. «Igual que todo el mundo deber tener nociones de ciencia, tan importantes ahora, se requiere una ciudadanía informada para que haya una democracia que funcione».
Pero esa divulgación de la Historia o de cualquier otra rama del conocimiento tiene obstáculos. «Puede haber voluntad, pero si a mí no me dan ocasión, tiempo o dinero para dar una conferencia es complicado. A la Academia de la Historia a veces le faltó financiación, como a la de la Lengua, a veces le faltó oportunidad, respaldo político, y eso es un error. Eso no pasa en Francia, solo hay que ver cómo tratan allí a la academia de Cine, de Ciencias, a los escritores, poetas; no digo que tengamos que ser como Francia, aunque no entiendo por qué no, pero sí acercarnos a ellos».
«No hay nada más gratificante que pasar dos horas explicando la ONU y que los alumnos digan que lo entienden»
Moradiellos mantiene el equilibrio entre la investigación y la docencia. «Las dos facetas se combinan, la investigación es seguir la pista y explicar a tus lectores lo que quieres, pero para hacer eso la práctica que más me ha ayudado es ir a clase y tenerles que explicar quién era Adolf Hitler, qué fue el stalinismo; preparar una clase obliga a una labor de reflexión, de lectura, de meditación, no es un discurso improvisado. La investigación se refuerza con la docencia, no hay nada más gratificante que después de pasar una o dos horas explicando la ONU que los alumnos me digan que lo entienden».
Antes de llegar a la Universidad es fundamental el papel de la asignatura de Historia en la etapa de la Secundaria, que a su juicio debería tener más presencia en los currículos. Esa base histórica es el inicio de todo, lo que sienta las bases. «Los profesores de este nivel son los responsables junto a la Universidad y la Real Academia de que se mantenga la llama del conocimiento y de la conciencia histórica racional y anti-mítica entre la ciudadanía, porque como dice una frase antigua, el que no cree en nada, acaba creyendo en todo», remacha el nuevo académico de la Historia.