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¿Qué ha pasado hoy, 7 de febrero, en Extremadura?
Rotonda de la Cruz de los Caídos de Cáceres, poco antes de la medianoche, y plaza de Minayo, en Badajoz. FOTOs: L. CORDER -C. MORENO / VÍDEO: MARTA MUÑOZ

«Solo he visto policías, ambulancias, coches fúnebres y algún despistado»

Extremadura cumple, salvo en contadas excepciones, el confinamiento en las primeras noches

Álvaro Rubio y José M. Martín

Cáceres | Badajoz

Martes, 27 de octubre 2020, 08:10

Luces de semáforos, de coches policiales, taxis, ambulancias y camiones de la basura. Solo el agua con la que los operarios de limpieza regaban las calles desiertas interrumpía el silencio en la noche de este martes. Extremadura afronta su primera semana de toque de queda y lo está cumpliendo, salvo contadas excepciones. Un paseo desde las doce hasta las seis de la madrugada por Cáceres y Badajoz es suficiente para darse cuenta de ello. «Solo he visto policías, ambulancias, coches fúnebres y algún despistado que otro», decía Iván Magariño desde su taxi. «El lunes no hice prácticamente ningún servicio, solo alguna urgencia al hospital. Este martes voy por el mismo camino. Si esto se alarga mucho será la ruina», comentaba en la parada de la Cruz de los Caídos de la capital cacereña.

Allí, minutos antes de la medianoche, las calles empezaron a vaciarse. Las pocas personas que había por el centro de la ciudad sabían que el toque de queda se iniciaba a las 00.00 horas. A las 23.30 ya se veía poco movimiento. El lugar en el que más actividad había era la avenida de Alemania, donde hay un establecimiento que se mantiene abierto todo el día y vende productos de alimentación y tabaco. Incluso se pueden hacer fotocopias. «No vamos a cerrar. Estaremos igual que siempre», comentaba Estefanía Guillén, encargada del local Punto 24. Reconocía que a partir de las doce la afluencia de clientes baja. Ya lo notaron en la madrugada del domingo al lunes. «Vino muy poca gente y los que lo hicieron fue porque salían de trabajar de servicios básicos como la Policía, Cruz Roja o los basureros. Vienen a por un café o una botella de agua», detallaba mientras atendía a un cliente.

El reloj marcaba las 23.45 y por la puerta entraban dos universitarios. Con ropa de deporte decían que venían de andar. «Siempre solemos salir a esta hora, lo que pasa que hemos tenido que parar aquí porque nuestro compañero de piso tiene que entregar un trabajo y necesita imprimirlo», contaban apurados. Estaban nerviosos por si se demoraban un poco más de la cuenta. No podían perder ni un minuto.

Además, dentro del establecimiento había dos policías nacionales tomando un café. Se estaban preparando para empezar un servicio que se esperaba tranquilo. Ya en la calle un grupo de cuatro jóvenes caminaba a paso ligero. Uno de ellos miraba al reloj al percatarse de que un coche policial estaba parado en el semáforo del paso de peatones que iban a cruzar. Aún eran las 23.50. Tenían tiempo de llegar a casa.

En el bar de al lado ya estaba todo recogido. El suelo fregado y las mesas y sillas apiladas. Listo para bajar la persiana. «Solemos cerrar sobre las doce y media, pero hoy toca antes. Creo que esta medida no me afectará mucho económicamente. El problema lo tienen los que cierran más tarde», contaba Regino Pavón, propietario del restaurante Aljibe, mientras un cliente apuraba una copa en la barra. Tenía que darse prisa para llegar a casa antes de las 00.00 horas.

«En la primera noche de las limitaciones vino muy poca gente; los que lo hicieron fueron trabajadores de los servicios básicos»

Estefanía Guillén, encargada de Punto 24 de Cáceres

«El lunes no hice prácticamente ningún servicio y hoy voy por el mismo camino; si esto se alarga será la ruina»

Iván Magariño, taxista de Cáceres

A algunos no les dio tiempo y ya pasaba la medianoche cuando aún caminaban por la ciudad. «Salgo de trabajar y no llevo el salvoconducto. Pero bueno, es la primera noche», decía sin percatarse de que ya era la segunda madrugada con toque de queda y se podía enfrentar a una multa.

En las vías del centro, se vieron pocos coches. Cuando dieron las doce, el tráfico se esfumó casi por completo. De cuatro vehículos que había circulando, dos eran de policías, otro camuflado de las Fuerzas de Seguridad y uno de un taxista.

Las gasolineras sí estaban abiertas, pero las mangueras fueron descolgadas de los surtidores en pocas ocasiones. «Por ahora solo ha pasado por aquí la Policía y algún cliente poco antes de las doce», comentaba Juan Mirat, empleado de la gasolinera Mirat. Lo decía antes de atender a Luis Miguel Cerro, un joven que acababa de salir de trabajar de un establecimiento de comida rápida.

En la noche, silencio y quietud. Solo el grito de un hombre rompió esa calma. «Salir a la calle es ilegal», se escuchó desde la ventana de un edificio de la avenida Isabel de Moctezuma mientras pasaba un coche.

Los cacereños están concienciados. Al menos a juzgar por lo que se pudo ver en la noche de ayer. Incluso no había gente en la puerta de los centros hospitalarios. En el Punto de Atención Continuada ubicado en el antiguo hospital Virgen de la Montaña no se vio a nadie haciendo cola. En las Urgencias del hospital San Pedro de Alcántara tampoco. En su alrededores solo estaba un operario de los servicios de limpieza regando la calle. «Estoy casi yo solo por la ciudad», decía. En el centro, un coche de la Policía Nacional seguía patrullando. «Todo tranquilo», comentaban los agentes. Tal y como se esperaba.

Coche de Policía Local patrullando por la avenida Juan Carlos I de Badajoz. C.MORENO

Badajoz

En la capital pacense, repartidores de comida a domicilio apuraban sobre sus motocicletas los últimos pedidos del día a pocos minutos de la medianoche. Al mismo tiempo, los empleados del servicio de recogida de basura iniciaban su jornada laboral a bordo de sus camiones, algunos vecinos adelantaban la salida nocturna con sus perros y desde el interior de bares y cafeterías los trabajadores se preparaban para cerrar. «Hoy he empezado a recoger un poco antes para que no me pille la hora», decía un hostelero que se disponía a bajar la persiana.

Y con el toque de queda, las calles de Badajoz vacías y silencio. «La noche está tranquila, aunque ya hay algunas propuestas para sanción», reconocía cerca de las dos de la madrugada un agente de la Policía Nacional desde su vehículo. No es la norma. El confinamiento nocturno se está cumpliendo en la inmensa mayoría de los casos.

Así lo atestiguan quienes están acostumbrados a ver la ciudad de noche. «Ayer aguanté, pero hice pocos servicios; hoy me iré antes si todo sigue así», aseguraba al volante de su taxi Eduardo Barril, que en la primera noche del toque de queda llevó a clientes que todavía no sabían que ya estaba en vigor y que tuvo algún viajero más debido a que fue hasta el aeropuerto a altas horas de la noche por el retraso de un vuelo. En la parada de la avenida Juan Carlos I tampoco eran optimistas. «No hay nada de nada», advertía otro taxista, aunque pocos minutos después bajaba la bandera gracias a una pareja de viandantes. «No viene nadie, antes del toque de queda había más clientes por las noches», indicaba Luis Cuarto, trabajador de la gasolinera Las Bóvedas. La misma situación se repetía en otras estaciones que están abiertas las 24 horas. «Perderemos a los clientes que solían venir tarde sabiendo que estábamos abiertos, pero las urgencias las seguiremos atendiendo», decía, tras el cristal de la farmacia Alarcón, en la plaza de la Autonomía, una farmacéutica que ya notaba el menor trasiego de personas por la calle cuando apenas había transcurrido media hora de confinamiento nocturno.

Ante esta coyuntura permanecían cerrados otros establecimientos de horario ininterrumpido, como estancos o tiendas, que habitualmente están abiertos todo el día.

Ni siquiera en las proximidades de los hospitales se veía movimiento. Tanto el Universitario como en el Perpetuo Socorro daban la impresión de haber suspendido su actividad.

«La empresa nos ha dado justificantes para no tener problemas al ir a casa tras cerrar el bar»

María Jesús Ledesma, camarera de Cien Montaditos

«No viene nadie, antes del toque de queda había más clientes por las noches»

Luis Cuarto, empleado de gasolinera Las Bóvedas

El escaso movimiento que se detectaba a partir de las doce de la noche era casi exclusivo de vehículos. Coches de policía, activos en su papel de controlar la movilidad; camiones de limpieza, que estas noches están teniendo más facilidades para hacer su trabajo; o taxis eran prácticamente los únicos que circulaban. «La policía está parando a los taxis para identificar a sus pasajeros», informaba Barril.

Los pocos transeúntes que se veían por las aceras tenían permiso para hacerlo. «La empresa nos ha dado un justificante para no tener problemas», señalaba con el documento en la mano María Jesús Ledesma, trabajadora del bar Cien Montaditos, en la plaza de España, que se dirigía a su domicilio justo después de las doce tras cerrar el negocio. En este tipo de establecimientos también han notado un descenso en sus clientes en las últimas horas del día. «Muy poca gente, tanto ayer, que suele ser un día fuerte, como hoy», añadía Ledesma con una voz preocupada que parecía resumir el sentir general de empresarios y empleados de la hostelería ante lo que les espera con el confinamiento nocturno.

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