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En febrero del pasado año entrevisté a Rafael Bardají, el sociólogo badajocense ideólogo de Vox y antes suministrador de argumentos a José María Aznar para justificar la guerra de Irak, aquel conflicto cuyas secuelas de muerte y destrucción todavía está pagando el mundo. El titular de la entrevista era: «No me importaría que alguien como Trump gobernara en España». Bardají argumentaba sus simpatías por el mandatario norteamericano diciendo que «España necesita un gobernante que no sea prisionero de lo políticamente correcto y llame al pan, pan y al vino, vino. Aquí hemos caído en una forma de hacer política teatral, orientada a los gestos y a los medios, en lugar de a los intereses de los españoles. Sacudir este esquema vendría bien».
Lo he recordado estos días a la vista de las grandes manifestaciones habidas en los Estados Unidos y en otros países, incluido el nuestro, tras la muerte de George Floyd a manos de la policía. No voy a acusar al partido de Abascal de cosas que no ha hecho, pero me parece bastante útil no dejar pasar que el partido que con sus 52 escaños en el Congreso de los Diputados es la tercera fuerza parlamentaria de nuestro país, considera una de sus fuentes de inspiración a Donald Trump. El presidente de la primera economía del mundo, el comandante de la mayor potencia nuclear del planeta –digo esto para que no se olvide cuál es el peso de su responsabilidad–, está exhibiendo estos días un comportamiento incendiario, sembrando el odio entre los ciudadanos de su país a la vez que blande la Biblia, insinuando que la respuesta adecuada a los saqueos son los disparos y mostrándose partidario de sacar el ejército a la calle para sofocar las manifestaciones que expresan su repulsa porque un policía blanco asfixió a un hombre negro por el salvaje método de cortarle la respiración, durante más de ocho minutos, con la rodilla en el cuello. Pues bien, este sujeto es modelo para un partido que no pierde ocasión de convocar manifestaciones cuyos asistentes van envueltos en un símbolo que representa justo lo contrario, como es la bandera constitucional, y promueve caceroladas al grito de 'libertad'.
Como decía, no puedo asegurar que Vox actuara como lo está haciendo Trump ante el caso de un agente de policía cuyo comportamiento se asemeja más al de una bestia que al de una persona que representa la ley de un país civilizado. Pero su acreditada posición contra los musulmanes o contra los inmigrantes pobres, muchos de ellos de piel negra, además de otras coincidencias con Trump en lo que se refiere a escoger siempre el bando de los fuertes, o tratar de solucionar el problema migratorio levantando muros (precisamente Rafael Bardají abogaba en la mencionada entrevista por levantar uno más grande en Ceuta y Melilla, al estilo del que sueña Trump para la frontera con México), es por lo que no dejo de pensar en qué situación está dejando a los Estados Unidos su presidente y de cómo estos episodios deberían servirnos de enseñanza para que ni siquiera la sombra de Trump tenga la más mínima oportunidad de decidir nada aquí.
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