Su sonrisa es nuestro paraíso

El mundo parece haberse detenido ahí fuera, pero la vida sigue dentro como si no fuera con ella. Tiene 6 años y con su inocencia nos arranca todos los días de la desesperación y la angustia. Su sonrisa es nuestro paraíso. Sus hermanos también acuden al rescate, pero es difícil competir con la Play. Parece que no se da cuenta y ahí donde la ven, doña disposición se ofrece en plan Mulan tuneada para acabar con ese maldito dragón coronavirus. Con sus tacones, requetepinturreada y su ejército de 'pinypones'. A nosotros desde luego nos desarma y nos deja inmunizados. Es incansable, agotadora, sí, pero esa energía nos saca del desánimo.

La primera semana vivimos grandes aventuras en los confines de casa. El ratoncito Pérez, cumple, día del padre. La cosa prometía. Una ilusión. Nuestro universo se reduce al salón. Improvisado como aula, oficina, karaoke, pista de baile, sala de juegos, gimnasio... Es entrevistar por teléfono y amotinarse los niños. Nunca falla. Tienen imán. A veces te pueden los nervios por situaciones de tensión y estrés. Y cuando estás al borde del precipicio aparece con otro disfraz y nos envuelve en su fantasía.

El otro día Luis contaba por aquí que su refugio era llegar a casa. Y yo, en cambio, pienso en esa redacción solitaria y en silencio como una isla perdida del Caribe. Y es que un confinamiento cambia en función de las circunstancias. Suena paradójico pero estos días Netflix y esa trepidante lectura de Reina Roja me suenan a ciencia ficción. Parece otra vida. Cuando reparo en el móvil, por WhatsApp Luis suena más seco. Echo de menos sus grandes éxitos de 'Oído en la redacción'. Tengo que hacer una lista con las ocurrencias de los peques. A sus abuelos les encantaría. Luego pienso en estos ratitos que puede nunca vuelvan y recargo pilas. Para la próxima cuarentena, me pido niño.