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Es muy difícil engañar a mi suegra, pero lo conseguimos. La semana pasada cumplió 90 años y le preparamos una comida sorpresa. Era complicado convencerla para que fuera a la peluquería sin decirle que había fiesta, pero bastó un poco de presión: «No puedes estar con esos pelos». Y fue a la peluquería.
Lo de mi suegra con los peluqueros y las peluqueras da para un monólogo humorístico. Mi suegra es la persona más infiel que conozco con las peluquerías. Cambia cada mes. Me intriga esa falta de constancia peluquera, pero ella no acierta a darme explicaciones racionales, es como si cada cambio de peluquería significara un cambio más profundo. Peluquería nueva, vida nueva.
Ahora estoy a la espera de su próxima traición porque ha llegado al barrio un peluquero nuevo. ¡Y viene directamente de Miami! Es de Cáceres, pero se marchó muy joven a Estados Unidos, donde ha triunfado. Ahora ha vuelto a su ciudad un tiempo para estar con la familia y, mientras llega el momento de volver a Florida, ha ocupado la peluquería de Tejerina, el anterior profesional del barrio, ya jubilado, y parece ser que es toda una revolución porque ha redecorado el salón, es muy moderno y divertido y su cosmopolitismo hace que el corte, el lavado y el mechado sean toda una experiencia. Además, ha sido peluquero de famosas y, mientras esperas tu turno, puedes echar un vistazo a unos álbumes muy chulos en los que salen actrices y cantantes de moda exhibiendo cabelleras glamurosas tras pasar por sus manos. Así que estoy deseando que mi suegra vuelva a cambiar, escoja al de Miami y nos cuente.
El caso es que, con el cabello arreglado, la llevamos, entre trampas y mentiras, hasta su restaurante favorito, donde la esperábamos todos: hijos e hija, nueras y yerno, nietos y nietas... Solo faltaban los nietos y bisnietos americanos porque en nuestra familia, como en casi todas las extremeñas, hay jóvenes profesionales emigrados: la clásica ingeniera formada en Extremadura que dirige la construcción de autopistas inteligentes en Tejas. En fin...
Al entrar en el restaurante, mi suegra se encontró con toda la familia gritándole felicidades y al principio no reaccionó, se quedó quieta, literalmente pasmada. Algún sobrino malvado se preocupó: «A ver si en vez de comer, vamos a acabar llamando al 112». Pero mi suegra es una mujer fuerte y fría, se rehízo, se emocionó lo justo y se sentó a comer.
El restaurante favorito de mi suegra, de mi madre y de tantas madres y suegras de Cáceres es uno oriental que hay en el barrio R-66. Perdón, en el residencial R-66, que se trata de una zona fina y más de una vez me han escrito algunos de sus vecinos para precisar que el R-66 no es barrio, sino residencial. El restaurante chino-japonés de Liu se llama 'Big House' y mi suegra, mi madre y sus amigas dicen que es el más lujoso y entretenido de Cáceres porque todo lo que comes es sorprendente y raro. Se divierten mucho con las construcciones de madera llenas de sushi, con el pato pekinés rodeado de salsas, crèpes y aderezos, con los arroces extraños y las sopas y ensaladas imprevistas.
Varias familias habían tenido la misma idea que nosotros porque, a los postres, tres mesas más cantaron el 'Cumpleaños feliz' a un abuelo o a una abuela. Todo resultó muy entrañable y mi suegra, que no suele entusiasmarse por nada, lo de la felicidad obligatoria le da grima y lo de manifestar emociones le parece de mala educación, fue razonablemente feliz. 90 años ya y ahí sigue, inspirándome cada día. Como me dicen los lectores: «Tú, sin tu suegra, no serías nadie en el HOY».
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