Barça-Atlético y Real Sociedad-Real Madrid, en semifinales de Copa

Las elecciones de 2011 las ganó Rajoy porque Rodríguez Zapatero no solo había negado la crisis sino que nos había puesto al borde del rescate europeo; las de 2015 y 2016 las volvió a ganar el PP (eso sí, con unos resultados endiablados) porque la mayoría creyó que Rajoy, mal que bien, había gestionado la salida de la recesión con cierta solvencia. La economía, siempre la economía, determinó los resultados electorales. Incluso para que Podemos alcanzara una relevancia inesperada con su promesa de representar a los perdedores de la crisis.

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Sin embargo, estamos en vísperas de otras elecciones generales y yo no oigo hablar de economía. ¿Será que España va tan bien que los programas económicos ya no son importantes? ¿Va la economía española como un tiro y no me he enterado?

No se habla de economía ni de paro (como si hubiéramos alcanzado el pleno empleo) y seguimos entretenidos en el monotema catalán. Parece que solo el futbolista Gerard Piqué no está al tanto de las miles de horas y las miles de páginas que prensa, radio y televisión le dedican a la vista del Tribunal Supremo contra los cabecillas del procés. Si no, no se entiende que tenga el cuajo de decirle a los periodistas que en lugar de ocuparse del VAR se dediquen a informar del juicio «superinjusto» al que están siendo sometidos los «presos políticos» (Piqué dixit). Nada nuevo. Ya sabemos que el independentismo no pierde ocasión de practicar el victimismo, aunque para ello haya que negar la evidencia. Las creencias y los sentimientos por encima de la realidad.

En esta larguísima precampaña no se habla de economía, pero se habla del larguísimo procés, aunque probablemente todos estemos agotados por un conflicto al que nadie le encuentra solución.

¿Pesará mucho, poco, algo, la crisis catalana en las próximas elecciones? Es decir, ¿habrá muchos españoles que decidan su voto en función de la opinión que tienen de los partidos y su relación con el independentismo? En Andalucía parece haber tenido su influencia, pero está por ver si dentro de dos meses ocurre lo mismo. Se habla también de asuntos nada centrales en la política española pero muy ideologizados: la caza, por ejemplo. De repente, temas secundarios prenden en la opinión pública y levantan un revuelo desproporcionado. Y se desentierran asuntos sobre los que parecía haberse llegado a un consenso en la sociedad española, como la ley del aborto o la de violencia de género.

En tiempos de poco sosiego las consignas simples (como que la caza está en peligro porque ganan terreno los prohibicionistas) se imponen a cualquier programa económico complejo.

Los gurús de las campañas se dedican más que nunca a inventar eslóganes felices, a buscar el color perfecto para las fotografías de sus líderes, sin importar que detrás no haya una sola idea sólida. Mandan más los publicistas que los catedráticos capaces de elaborar un plan económico solvente.

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Van a ser unas elecciones atípicas porque cerramos con ellas una legislatura atípica que ha tenido dos presidentes: Mariano Rajoy, que, aunque casi no nos acordamos, gobernó porque el PSOE que tumbó a Sánchez le permitió llegar a la Presidencia con su abstención; y Pedro Sánchez, que renació de sus cenizas, se hizo de nuevo con su partido y descabalgó con una moción de censura a Rajoy. Puro malabarismo político.

El 28 de abril los electores juzgaremos a Sánchez, un trapecista de la política que tiene la suerte de cara; al PP postRajoy que vira a la derecha; a un Ciudadanos que va y viene del centro a la derecha, sin que se sepa muy bien qué espacio quiere ocupar; a un Podemos cuya crisis es un regalo para el PSOE; y al emergente y provocador Vox que quiere recoger todos los malestares. Quizá no deba extrañarnos que en un situación de alto voltaje ideológico los debates económicos queden aparcados. Hablar de presupuestos, deuda, déficit o impuestos aburre en un ambiente en el que vuelan como cuchillos apelativos de facha, rojo, bolivariano, felón o vendepatrias. ¿O es que en las tabernas se discute de economía?

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