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En febrero del año 2003, viajé a Madrid para entrevistar a la fotógrafa Queca Campillo. No imaginaba esa fría tarde de invierno, sentados en un ... sofá en su casa, frente al parque del Retiro, que, 19 años después, aquella cacereña amable, entusiasta y sencilla se convertiría en una de las protagonistas de una serie documental de tres capítulos sobre Juan Carlos I que es motivo de conversación nacional. Se puede ver en HBO y no deja indiferente, sino que te atrapa en el sillón y ves de un tirón los tres capítulos, que, por cierto, están bien hechos, son rigurosos y no se basan en conjeturas sino en testimonios, declaraciones y documentos.
Una de las sorpresas de 'Salvar al rey', que así se titula el documental, es la aparición de la fotoperiodista cacereña, una de las musas de la Transición por sus trabajos publicados en periódicos y revistas durante los 80 y los 90 del pasado siglo. Descendiente de una familia muy popular en Cáceres, una saga de prestigiosos altos ejecutivos, médicos y deportistas, en el documental se cuenta con detalle, a través de sus palabras, las de su hija y otros documentos, la estrecha relación de Queca con don Juan Carlos, una amistad íntima que solo la periodista Rosa Villacastín, en un momento de la serie, califica como relación de amantes.
Pero más allá de chascarrillos y cotilleos, importa la confianza que tenía el rey emérito con la extremeña, que fue su amiga íntima más constante y leal hasta su fallecimiento en 2015. También llama la atención la perspicacia de la fotoperiodista para intuir enseguida el peligro que la relación con la empresaria Corinna Larsen entrañaba para el monarca.
He de reconocer que, cuando concerté con ella una entrevista, no tenía la menor idea de su relación con el rey. Mi intención era la clásica en un colaborador periodístico de provincias: charlar sobre su relación con Cáceres y contar cómo una extremeña había triunfado en Madrid y se había convertido en un icono de los agitados y emocionantes años de la transición.
Queca charlaba relajada y sin distancia. Me contó cómo era el mítico director del diario 'Pueblo' Emilio Romero, su vecindad en la calle Pez Volador con Felipe González, que Aznar había querido que le hiciera las fotos de sus dos últimas campañas electorales porque lo saco como es« o que se llevaba fenomenal con Rodríguez Ibarra, »al que le va bien esa especie de cabreo permanente porque la gente lo vota. Bueno, los extremeños somos un poco así«.
No le pregunté por el rey, pero ella sí me contó que era el único fotógrafo que subía al yate Bribón y una curiosa escena de celos sucedida en una cumbre latinoamericana, cuando iba a fotografiar al presidente de Argentina, Carlos Ménem, con el rey. Ménem se vino hacia ella, la agarró por la cintura y le dio dos besos. «Si no lo aparto, me morrea». El Rey se puso serio y le dijo que no sabía que tuviera esa confianza con Ménem, ella confesó que no lo conocía de nada y don Juan Carlos le dio un consejo: «La próxima vez le pegas en la cabeza con la cámara».
Queca Campillo estudió en las Carmelitas y en las Josefinas de Cáceres, fue medalla de bronce en el Campeonato de España de Media Maratón de 2001 y no soltaba tacos: durante la entrevista se le escapó el denuesto «leche» y pidió perdón al instante. Me preguntó si se notaba que era feliz y me explicó que era porque «llevo una vida sencilla, sola en Madrid, sin ningún novio estupendo. Soy lo que soy por haber nacido en Cáceres, donde me reúno con mis seis hermanos, una ciudad de la que no podría vivir lejos». Una ciudad a la que regresó para morir.
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