¿Qué ha pasado hoy, 24 de febrero, en Extremadura?
Cristina Sánchez, de la empresa Conyser, toma una muestra en la piscina del parque del Príncipe, en Cáceres. Armando Méndez

«Tener la piscina pública limpia es bastante caro»

Cada vez que un usuario defeca o vomita en el agua se inicia un protocolo que puede llegar a triplicar el coste diario de mantener la pileta salubre

Sábado, 12 de agosto 2023, 21:05

Un niño se ha hecho caca en la piscina infantil. Cada vez que se produce un hecho tan natural como este, se resiente el bolsillo ... del dueño de la instalación, o sea, del ayuntamiento en el caso de las piscinas municipales que este verano se llenan de gente, más aún en estos días de calor genuino que agosto está regalando. Y el coste es mucho mayor si el episodio ocurre en la pileta de adultos, donde son menos frecuentes pero también suceden, ya sea por la estupidez adolescente de un reto viral como ocurrió hace unas semanas en Miajadas o debido a algo tan humano, incómodo e inoportuno como un apretón.

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«Es muy difícil cuantificar el coste de este tipo de episodios, pero pueden llegar a duplicar e incluso triplicar el coste diario del tratamiento necesario para mantener la salubridad de la instalación». Quien pone el asunto en su contexto es Cristina Sánchez Rodríguez-Arias, responsable de las piscinas municipales de Cáceres para Conyser, la empresa adjudicataria de este servicio. En total son seis: parque del Príncipe, Aldea Moret, San Jorge, Agustín Ramos Guija (en Cáceres El Viejo), la entidad local menor de Valdesalor y el barrio pedáneo de Rincón de Ballesteros.

Ella conoce al dedillo los protocolos y exigencias legales que han de seguirse cuando se tiene la responsabilidad de atender una piscina pública, es decir, un recinto por el que pasan cientos de ciudadanos cada día. «La ley sobre piscinas –afirma Sánchez– es bastante estricta e incluye unas obligaciones que nosotros seguimos a rajatabla».

Cinco muestras cada día

Y eso significa asumir una serie de rutinas, como tomar muestras cinco veces al día aunque la normativa vigente exija menos. O disponer de fotómetros que proporcionan información rigurosa sobre algunos de los parámetros que indican la salubridad del líquido en el que niños y mayores se bañan cada día de calor. «El coste de mantenimiento de una piscina siempre es alto, por los medios, el personal y la dedicación que requiere», resume Sánchez, que añade que «además, nuestros técnicos de mantenimiento –afirma– tienen la formación de base necesaria para saber cómo deben actuar en cada situación».

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¿Y qué es lo que hacen cuando un niño defeca en la pileta infantil? La primera respuesta es que harán lo que marca la ley. Porque la normativa recoge cómo se debe proceder. «Cuando se da una contaminación, aplicamos un tratamiento de choque que es distinto en el vaso infantil y en el de adultos», sitúa la responsable de Conyser. «Desalojamos el vaso –explica– y procedemos a depurar el agua, utilizando un cloro específico para piscina, registrado por Sanidad». Que los críos tengan que esperar 15 minutos ó 20 o media hora para poder volver a meterse en el agua dependerá de las características del residuo orgánico, entre ellas la cantidad liberada o su consistencia». Porque no se actúa igual ante una hez sólida que ante una líquida de tipo diarréico, que suele ser sinónimo de infección. Lo común es emplear biocidas, o sea, compuestos químicos que destruyen seres vivos, particularmente los nocivos para el ser humano.

El protocolo a seguir es distinto si el episodio de contaminación ocurre en el vaso infantil o en el el de los adultos

«Que un episodio de heces o vómito ocurra en el vaso para adultos –comenta Cristina Sánchez– es mucho menos frecuente que en el infantil, y el tiempo en el que hay que mantener la pileta desalojada es mayor». En ese caso, además de desalojar el vaso se aplican dos tratamientos. Uno nada más detectarse la presencia del residuo orgánico y otro por la noche que dura doce horas. Y además, se vuelven a tomar muestras que se envían a laboratorios acreditados, para obtener los valores físicoquímicos y microbiológicos del agua. Esto se hace al menos una vez al mes, y también tras estos episodios de aparición de heces, vómitos u otros restos orgánicos.

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Hay que ser cuidadoso, porque los excrementos humanos pueden contener bacterias y otros elementos que si entran en el organismo pueden generar diarreas u otro tipo de afecciones.

El trabajo que hay detrás

«Quizás hay quien piensa que la salubridad de la piscina pasa por echar el cloro, encender las máquinas y que el socorrista esté atento, pero es mucho más que eso», condensa Sánchez, que también vigila que a la entrada de las piscinas no falte en un lugar visible la información que la ley exige mostrar al usuario.

El coste de todo lo que implica mantener una piscina pública es lo suficientemente importante como para que algunos ayuntamientos lo tengan previsto en sus presupuestos. Es el caso de Plasencia, cuya piscina municipal tiene tres piletas y un aforo de mil personas.

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Isa Blanco, concejala de Deportes, Inclusión y Diversidad, conoce bien estos números. «En la piscina de verano –detalla– hacemos una propuesta para la temporada, e incluimos en ella partidas como 20.000 euros para cloro minorador de ph, 5.000 para productos específicos de limpieza u otros 5.000 para averías que puedan surgir». «Además, cada vez que una analítica presenta algún valor anómalo y hay que repetirla, nos cuesta unos mil euros», completa la edil, que añade que «cada vez que aparecen heces en el agua, nos toca desalojar el vaso durante dos horas para hiperclorar».

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