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A Tomás García Verdejo, uno de los nombres de la semana en Extremadura, le gustaba el barro. Trabajarlo con las manos. Durante años fue ... a clases, y a la hora de elegir cómo ilustrar la portada del folleto sobre una exposición colectiva en la que participaba, se eligió una obra suya. «Todo lo que hacía, lo hacía bien», dice Manuel Román, uno de sus mejores amigos. «Todos los que tuvimos la suerte de tenerle cerca le echamos mucho de menos, porque era una persona entrañable, que todo lo hacía por el bien de la comunidad». Cierto que es su amigo, pero esa declaración de Román la firmarán unos cuantos en Plasencia, la ciudad donde hizo su vida Tomás García Verdejo, el profesor extremeño fallecido antes de la cuenta que durante 15 años dio nombre a unos premios educativos, hasta que la Junta de Extremadura decidió la semana pasada cambiar la denominación. Un decisión adelantada por HOY que levantó tal polvareda que al Gobierno regional acabó reculando. ¿Pero quién era García Verdejo? Lo cuentan algunas de las personas que trabajaron con él.
«Si algo le caracterizó siempre fue su empatía», le define Paloma Osorio, docente con quien coincidió en los años ochenta en el CPR (Centro de Profesores y Recursos) de Plasencia. «Era capaz de colocarse en el lugar del otro independientemente de su posición o ideología, y creía firmemente en el poder transformador de la educación y en la equidad de la educación pública», le cuenta Osorio a Elena, una de las hijas de García. Ella ha recopilado testimonios de quienes compartieron horas con su padre, entre ellos el de Osorio, que destaca que en todos los años que compartió con Tomás, «nunca tuvo un conflicto con nadie».
Él ayudó a consolidar el CPR placentino, que en esa época atendía a más de 1.500 docentes del entorno de la ciudad del Jerte, Las Hurdes, Sierra de Gata y Coria. García se especializó en el área de Ciencias Sociales, donde aplicó una virtud que destaca Osorio, la de «ser un maestro del consenso».
Ese activismo que le caracterizó desde joven volvió a aflorar a los 27 años, cuando le diagnosticaron diabetes tipo uno. No tardó en formar un equipo y fundar la Asociación cultural de diabéticos de Plasencia y el norte de Extremadura. Organizaban charlas en los pueblos y viajes con pacientes y sus familiares. En el grupo que le ayudó a constituir la asociación estaba Sofía Dávila, que admite que aún siente un nudo en el estómago al recordar a Tomás. «Todo el mundo le apreciaba», resume Dávila, que recuerda que García Verdejo habló con el director del ambulatorio Luis de Toro de Plasencia y consiguió que les cedieran un despacho en el que la asociación dio sus primeros pasos.
En los años 90, el profesor fue destinado a Casas de Castañar, en el Valle del Jerte. Allí ejerció como maestro de pueblo, que según cuenta su hija Elena, era como le gustaba autocalificarse. «Lo que yo diga se quedará corto para cuantificar su calidad personal como compañero y profesional como maestro y director», dice Ana Bordallo, que trabajó con él en esa época.
El equipo de entonces puso en marcha el CRA (Centro Rural Agrupado) Los Riscos de Villavieja, en el que estudiaron niños de Casas del Castañar, Barrado, Cabrero y Valdastillas. «Sin un director como él, no se habría resuelto todo de forma tan rápida y limpia», aprecia Bordallo, que no ha olvidado el talento de García Verdejo para captar y retener la atención de los alumnos en sus clases de matemáticas. «Todo a su alrededor le valía: la época de las castañas, la de las cerezas o las fiestas locales», ilustra Bordallo, que recuerda otra idea de su excompañero: la creación de un periódico trimestral. Lo sacaron adelante con poco más que un ordenador y una fotocopiadora.
En su siguiente destino, el colegio El Pilar en Plasencia, Maricruz Muñoz, entonces jefa de estudios, recuerda a García como «un firme defensor de la escuela pública, que fomentaba el consenso entre la comunidad educativa y promovía la armonía entre compañeros». Ensalza también «su don de gentes, capacidad de diálogo y humildad». Armas que le ayudaron a conseguir que El Pilar fuera el primer colegio de la ciudad con sección bilingüe.
Además, insistió en dinamizar la biblioteca del centro El Pilar, al frente de la cual estaba Carmen Hoyas. «Tomás marcaba el camino, el de hacer las cosas bien, con ilusión, esfuerzo y con ganas de innovar y de impulsar el trabajo en equipo». Al hablar de él, incluye Hoyas una palabra que también aparece cuando le recuerdan Osorio, Dávila y Bordallo. Es consenso. «Es un hecho indiscutible –aprecia Hoyas– que su antiguo compañero tenía esa virtud, entre otras».
En el año 2005, García Verdejo, que era militante socialista, fue nombrado director general de Calidad y equidad educativas, con Rodríguez Ibarra al frente de la Junta de Extremadura. Dos años después, murió en un accidente de tráfico cuando regresaba de Portugal. Tenía 50 años. Dejó viuda y dos hijas. En 2009, el Gobierno regional creó los premios a las buenas prácticas educativas que llevan su nombre. La actual Consejería de Educación anunció la semana pasada el cambio de denominación. Pero a los diez días rectificó, de modo que el premio seguirá honrando la memoria del maestro de pueblo que dejó huella.
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