La afición secreta de...
Pintor. ·
El decano de la Facultad de Medicina comenzó a pintar de niño y también es aficionado a la escritura, la música o la fotografíaSecciones
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La afición secreta de...
Pintor. ·
El decano de la Facultad de Medicina comenzó a pintar de niño y también es aficionado a la escritura, la música o la fotografíaL. E.
BADAJOZ.
Martes, 13 de agosto 2024, 07:31
–¿Cuál es su afición favorita?
–Yo no creo que tenga aficiones, en el sentido de pasatiempos o diversiones para llenar el tiempo libre, sino actividades que desarrollo en paralelo con mi trabajo, y que llego a tomarme tan en serio con el propio ... trabajo. Mis aficiones, en este sentido, no suelen ser fuente de relax y, de hecho, llegan a convertirse muchas veces en una obligación más. De todos modos, y por responder a lo que intuyo que es el espíritu de la pregunta, tengo que admitir que siento un gusto especial por la pintura, la literatura (tanto en el papel de lector como de escritor), la fotografía, la música y alguna otra actividad más. Lo cierto es que me cuesta inclinarme por una de ellas, pero dado que se han dirigido a mí en esta ocasión para que hable de pintura, dejaremos al margen las otras.
–¿Desde cuándo la practica?
–Desde niño me gustó dibujar. Había una papelería cerca de mi casa, a la que iba en la época del colegio a comprar cuartillas en blanco para dibujar, y lo hacía con tanta frecuencia que me llamaban el cliente. Creo que tenía catorce años cuando me puse a la tarea de pintar mi primer cuadro, para lo que compré, utilizando el dinero conseguido en mi cumpleaños, algunos tubos de pintura al óleo, un lienzo y un par de pinceles en la antigua tienda de la calle López Prudencio. Desde entonces, pintar ha formado parte de mi vida.
–¿Por qué?
–Vi en una ocasión pintar a uno de mis primos y me gustó mucho lo que hacía. Estoy seguro de que fue el afán de hacer lo mismo que él lo que me llevó coger los pinceles. ¿Envidia? Posiblemente. ¿Envidia sana? No sé si tal cosa existe.
–¿Se la inculcó alguien o algo en concreto?
–Mi padre fue responsable en gran medida. Él tenía contacto regular con Eva Callejo, pintora y esposa del también pintor Manuel Fernández Mejías. A la vista de mi interés, habló con ella para que recibiese mis primeras clases durante los meses de verano de Juan Manuel, uno de sus hijos, que había pasado mucho tiempo aprendiendo a pintar con sus padres. Ahí comenzó mi aprendizaje. Luego me incorporé a la Escuela de Artes y Oficios Artísticos Adelardo Covarsí, en la que estuve matriculado durante ocho años, aprendiendo a dibujar y a pintar con Isauro Luengo, José María Collado y con Fernández Mejías. Allí, en el aula de modelado, encontré finalmente a la persona que más habría de influir en mi futuro artístico: Guillermo Silveira.
–¿Participa o forma parte de algún colectivo?
–En sentido estricto, no, aunque me siento identificado en gran medida y mantengo contacto regular con mis compañeros de la Escuela de Artes y Oficios (Rafael Morera, Mila Galán, Alfonso Doncel, Ángel Luis Pérez Espacio, entre otros).
–¿Qué tipo de satisfacciones ha tenido?
–El arte me ha permitido entrar en contacto y gozar de la amistad de personas muy especiales. Aparte de los ya citados, tengo una relación entrañable con Marisol Silveira, hija de Guillermo, y con Fernando Saavedra, su marido, que me han acompañado en muchos momentos de mi vida artística, lo mismo que con Miguel Ángel Gartzía, el propietario de la galería Arte Joven, o con mi querida amiga Ana Marín, que se ha encargado de prologar algunos de mis catálogos. Hay muchos más, pero no puedo citarlos a todos. Un recuerdo especial, eso sí, para la familia Soler Martín, que siempre han acogido con cariño mis obras en su galería de Villafranca de los Barros, y también para la Fundación CB, que suele darme un trato preferente.
–¿Recomendaría la pintura?
–Yo no recomendaría acercarse al arte a nadie que no estuviese dispuesto a implicarse en una búsqueda personal y un proceso de aprendizaje que puede ser largo y complejo, plagado a menudo de sinsabores. En contra de lo que la gente tiende a pensar, la creación (ya sea pictórica o literaria) no es una actividad placentera si se trata de exprimir las entrañas y expresarse, sino todo lo contrario, aunque tenga sus compensaciones.
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