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El 15 de febrero comenzó y este viernes pasado culminó la quinta temporada de excavaciones en el yacimiento de Casas del Turuñuelo, la nueva joya que explica parte de la protohistoria de la península ibérica, fechada en torno al siglo V antes de Cristo. «Las ... campañas duran entre dos y cuatro meses y nunca son en verano por el calor que hace y por los mosquitos en esta zona de regadío», explicaba esta semana con las botas llenas de polvo su directora, la arqueóloga de Villanueva de la Serena Esther Rodríguez. Un par de metros por debajo de ella, en el denominado corredor sur, varios peones de albañil más tres arqueólogos seguían sacando tierra, cubos que entregan a pulso a otros compañeros arqueólogos a través de un gancho al que irónicamente llaman grúa.
Unos van con casco blanco, otros con gorro de paja. En otra estancia anexa, aún sin cubrir, suena una radio mientras otras dos mujeres cepillan piedras con las cerdas fluorescentes de una escoba.
Se presentan cada mañana a las ocho y media y cada uno trae su almuerzo para reponer fuerzas a las once. Antes de las tres, se sientan todos juntos en un restaurante de Guareña a comer un menú y por la tarde, ya en Mérida, cada cual remata alguna tarea ya en el confortable Instituto Arqueológico de Mérida (IAM) que dirige Pedro Mateos.
El lugar donde ya se intuye una casa monumental solo ha sido descubierto en un 30% y hay razones de sobra para reiniciar los trabajos, seguramente el año que viene.
Esos argumentos son cinco cabezas talladas en piedra, fragmentos de dos mujeres coronadas en muy buen estado de conservación, otra de un guerrero y otras dos figuras con menos piezas de momento. La hipótesis es que formen parte de un relieve, «y como es tradicional en el mundo clásico, cuentan una historia que aún no podemos contar», indicó el otro director de las excavaciones, Sebastián Celestino. Lo relevante, como se dijo en su presentación el pasado 18 de abril, es que por primera vez se ha visto que esta civilización representaba formas humanas como forma de arte, lo que obliga a reescribir parte de la historia.
La noticia ha dado la vuelta al mundo y ya hay reseñas periodísticas tanto en el Jerusalem Post de Israel como en el Daily Mail de Estados Unidos. Solo de medios españoles Esther Rodríguez calcula que habrá atendido a entre 40 y 50 periodistas en la última semana.
Allí, en el término del municipio pacense de Guareña, el proyecto 'Descubriendo Tarteso' metió la pala por primera vez en 2014 y nueve años después ha sacado a la luz cientos de vestigios ya catalogados y que confirman la existencia en Extremadura de esta civilización de hace más de 2.500 años de la que escribieron los griegos clásicos y sobre la que se sospechaba que pudiera ser una leyenda. Alrededor de la cuenca del Guadalquivir ya han aparecido restos. Ahora aquella civilización difuminada empieza a concretarse en Extremadura.
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Celestino J. Vinagre
Ánforas, semillas, pendientes, armas, utensilios de cocina, restos de tejidos, adornos de marfil, detalles constructivos, restos de banquetes y animales que explicarían sus rituales son solo parte de la colección que se ha ido interpretando y ordenando desde 2014 y que ya ha dado lugar a exposiciones monográficas sobre este yacimiento, como la celebrada en Badajoz este año en febrero y marzo y la que tiene lugar ahora, ampliada, en Alcalá de Henares.
En teoría, la siguiente muestra será más rica pues contendrá más piezas que a su vez ayuden a interpretar y poner en contexto las anteriores. «Ahora toca procesar las piezas en Mérida (en el IAM) porque tenemos cerámicas, metales, huesos, tejido, semillas,... y luego en verano dibujar planos, documentar piezas con bibliografía que está en los institutos de arqueología de medio mediterráneo», explica Sebastián Celestino junto a una montaña de piedras que, por los bordes engatillados de algunos, se supone que encajan unas con otras y podrían resultar cualquier otro elemento constructivo revelador, una tarea que ahora se hace escaneándolas con modelos en tres dimensiones a través de un programa y que a pulso sería imposible, dice antes recibir a dos ingenieros.
Los nuevos visitantes acaban de aparcar frente a una hilera de ciruelos frente a la casa de campo anexa a la excavación, hoy reconvertida en almacén, laboratorio y campo base junto a un yacimiento cubierto de chapa en cuyos resquicios se enroscan culebras y anidan insectos de todo tipo, lo cual no ocasiona molestia alguna. En cambio, en su interior a menudo hay que caminar agachado y unas lluvias intensas –esta temporada no ha sido el caso– obligan a recomponer parte del yacimiento.
Para evitar su deterioro, la próxima campaña habrá una novedad, de ahí la presencia de los ingenieros. Y es que la superficie excavable, de una hectárea aproximadamente, va a ser protegida con una cubierta nueva con postes que hay que diseñar y que permitirá que pase el aire o mantener una temperatura constante. «No es por estar nosotros más confortables, es para conservar mejor el yacimiento», explica ilusionado este experto sobre el proyecto que le va a mantener ocupado los próximos años y que seguramente siga dando que hablar en todo el mundo.
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