DICEN los expertos que saben cómo se comportan las pandemias que hay que tomar las medidas duras justo cuando a la mayoría de la gente le parecen prematuras. Cuando pensamos que no es para tanto; que no hay que alarmar. Solo adelantándonos a la ola podremos pararla. Si esperamos a que nos sorprenda y nos empape, la solución ya es más difícil.
Publicidad
Y los científicos dicen que una incidencia de 250 positivos por cada cien mil habitantes en los últimos 14 días suponen un riesgo extremo. Ya me dirán ustedes cómo calificamos la situación cuando se superan los 330 casos, como ocurre en Extremadura, que además está por debajo de la media española, que roza los 350. Ya vamos tarde. Es cierto que en Badajoz y Cáceres se han tomado algunas medidas, se aprobaron restricciones en los bares, pero a la vista está que no han sido suficientes. Tampoco han bastado los aislamientos de algunos pueblos donde se dispararon los contagios en septiembre. Han bajado los positivos donde se cerró, pero han brotado en otras localidades. Y ahora se quiere ensayar con el toque de queda. Lo ha hecho París y ya no parece una barbaridad propia de regímenes autoritarios prohibir a los ciudadanos salir de casa desde las once de la noche a las seis de la mañana.
Tan apuradas están las comunidades por la rapidez con que crecen los contagios que varios presidentes, entre otros Guillermo Fernández Vara, han pedido a Pedro Sánchez que decrete el estado de alarma. Es decir, que abra el paraguas legal que permitirá a las autonomías aplicar toques de queda e incluso aislamiento de ciudades o barrios sin temor a que los jueces les tumben las restricciones. Está por ver que el toque de queda funcione, pero es preciso probar antes de implantar confinamientos más duros, como el de la primavera No podemos permitirnos que la economía se paralice como ocurrió en primavera, afirman los políticos y los empresarios. Bastante dañada está ya. Pero tampoco nos podemos permitir que los hospitales se colapsen. El problema de que cada día contemos 20.000 nuevos positivos, que es la cifra que hemos alcanzado esta semana, es que el número de ingresos se desboque y el sistema se sature. Y no atenderá bien a quien padezca covid ni a quien sufra un ictus o un infarto.
Las guerras políticas han hecho perder demasiado tiempo a España. La falta de coordinación entre comunidades y Gobierno han convertido la normativa de restricciones en un batiburrillo imposible de entender por una mayoría de ciudadanos. Las autonomías han hecho lo que han podido desde mayo mientras el Ejecutivo de Sánchez, de perfil, estaba entretenido librando su particular guerra con la Comunidad de Madrid.
Han tenido que dispararse los contagios en casi toda España para que ahora, previa petición de los presidentes autonómicos, se plantee ya decretar el estado de alarma y adoptar las medidas que se consideren necesarias. Lo que nadie ha entendido ahora ni nunca es que Asturias vaya por un lado y Murcia o Extremadura por otro, como si el virus y su comportamiento fuera distinto. Solo una respuesta coordinada puede ayudar a mejorar una situación que empeora día a día.
Publicidad
«Nos estamos insensibilizando a tener 150 o 200 muertos diarios», denuncia Rafael Bengoa, un experto en gestión sanitaria. Y tiene razón. Pero los muertos de la segunda ola no son menos importantes ni deberían doler menos que los de marzo o abril. Para muchos ya llegamos tarde.
Escoge el plan de suscripción que mejor se adapte a tí.
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.