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María Soledad Macías Flores tiene 72 años y hace 13 le detectaron un cáncer de piel. Cuando recibió el diagnóstico, reconoce que lo primero que ... pensó es que se iba a morir.
«Estaba trabajando en Madrid y me salió una mancha roja en la ceja. Me picaba mucho y consulté a un catedrático de Dermatología de la Universidad de Alcalá de Henares que vivía en Bravo Murillo, al lado de mi casa, pero me dijo que no tenía importancia. Me lo quemó y me vine a Cáceres en Semana Santa, pero volvió a salir. Así que mi hermana me comentó que iba a llamar a una doctora para que me lo viera. Fue ella la que me dijo que no le gustaba nada el aspecto, lo analizaron y vieron células cancerígenas», recuerda María Soledad.
Tenía un melanoma, el más agresivo de todos los tipos de cáncer de piel que existen y con mayor capacidad para provocar metástasis. «Me hicieron las pruebas del ganglio centinela y vieron que no se había diseminado a una parte del cuerpo distinta de donde comenzó. Así que me operaron y me hicieron un estudio para que no me quedara la cara deformada. Lo dejaron perfecto», comenta.
El oncólogo decidió que no era necesario que se sometiera a un tratamiento de quimioterapia. Eso sí, a partir de ahí las revisiones eran continuas. «Tenía mucha incertidumbre, hasta que te das cuenta de que hay que vivir, de que no se puede estar con esa agonía constante. No puedes estar obsesionada, hay que aceptarlo y luchar mucho», explica María Soledad.
Tuvo que aprender a vivir de otro modo, disfrutando de cada momento. Sin embargo, en una de esas revisiones médicos, se volvió a topar con la palabra cáncer. «Me detectaron otro. También de piel. Era un carcinoma en el hombro y también recuperé», detalla.
Hoy cuenta su historia para concienciar y acercar esta enfermedad, para contarla tal y como es, sin mitos ni tabúes. «La palabra cáncer hace 50 años se asociaba a muerte, pero hoy ya no. Eso sí, en cuanto te veas una mancha abultada, deforme, que pica y con mal aspecto hay que ir enseguida al dermatólogo. Cuanto antes se coja mejor, sobre todo el melanoma».
También hace un llamamiento a la prevención y pide que la gente se proteja del sol. Cuando se le pregunta su historia personal se lleva las manos a la cabeza. «Yo de joven iba a la playa con la familia o las amigas y a los tres días ya estaba negra. Era una bestia tomando el sol. Me echaba aceite y de todo. Y claro, la piel tiene memoria», reconoce. «Cuando voy ahora a la playa tengo una sombrilla especial para que no me dé el sol en ningún momento y siempre embadurnada de crema. Es más, antes de salir de casa siempre me echo protección solar de 50».
Confiesa que ahora se arrepiente de haber tomado el sol. «Cuando tenía 20 años, quería estar morena, pero hoy en día nada de eso porque pasa factura», comenta con una sonrisa y cierta preocupación.
Hace dos meses le quitaron otra mancha y ahora le está volviendo a salir. «Me está recordando al primero que tuve y espero que no sea nada. Si es que sí, habrá que luchar y ya está», concluye.
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